PADRE DE UNA COMUNIDAD VIVA DE PERSONAS CONSAGRADAS

En los siglos posteriores a san Pablo, el concepto espiritual de “padre” era usado por aquellos que habían administrado el bautismo a los nuevos Cristianos. Con el nacimiento del monacato, y desde los tiempos de san Jerónimo en adelante, el compromiso con este modo de este modo de vida vino a ser llamado “segundo bautismo”. De ahí que, el primer responsable de la vida religiosa de los monjes fuera un “Abad” –un padre.

Durante cuatro años, Eugenio había vivido en comunidad con un monje, el Hermano Maur, quien le había infundido un gran aprecio por algunos de los valores de la vida monástica. En 1815, por ejemplo, Eugenio dudado de si entrar en un monasterio o dedicarse completamente al ministerio apostólico. Algunos trazos de esta influencia monásticas se pueden encontrar en la Regla de los Misioneros. Así que Eugenio era plenamente consciente de la riqueza del concepto de paternidad espiritual en relación a los miembros del grupo Misionero que había iniciado. En este espíritu escribió sobre su familia religiosa a los jóvenes que estaban estudiando en el seminario de Aix:

¡Qué felices somos en tener tales hermanos! … Ya que es así nuestra obra seguirá.
Estáis mis queridos hijos, destinados a perfeccionarla; haceos cada vez más dignos de vuestros grandes destinos. No sabré nunca agradecer la gracia que Dios me hace dándome unos hijos tales como sois todos vosotros; lo siento tan vivamente, tan profundamente y se lo agradezco en cada instante del día. Creced, mis queridos hijos, en gracia y en virtud, en el amor de Jesucristo y en la unión de la más íntima caridad.

Carta A los estudiantes oblatos en Aix, el 29 de noviembre 1820, E.O. VI n. 57

“En la tradición de la Iglesia la profesión religiosa es considerada como una singular y fecunda profundización de la consagración bautismal en cuanto que, por su medio, la íntima unión con Cristo, ya inaugurada con el Bautismo, se desarrolla en el don de una configuración más plenamente expresada y realizada, mediante la profesión de los consejos evangélicos.”

Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Post-Sinodal Vita Consecrata, n. 30, 1996.

 

“La Iglesia no es un negocio con consumidores y clientes. Somos una familia con una causa y necesitamos a aquellos que están dispuestos a dar la vida por ella”.      Ryan Hairston

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UN PADRE EN CRISTO JESÚS A TRAVÉS DEL EVANGELIO

En 1818, durantes su retiro, cuando Eugenio estaba revisando su ministerio, reflexionó sobre la juventud y sobre cómo era de feliz con sus progresos, y continuaba:

Hay que añadir que la mayoría deben su éxito a mi empeño y su amor de la virtud a mi solicitud.

Notas de retiro, mayo 1818, E.O. XV n.145

A primera vista, esto puede sonar como una alabanza a sí mismo, como si no tuviese abuela decimos en español, pero yo lo leo, más bien, en términos de una paternidad espiritual. Él estaba familiarizado con las Escrituras y con el modo en que san Pablo reivindicaba ser el padre de aquellos que habían recibido el Evangelio por su ministerio.

Hijos míos, por quienes de nuevo sufro dolores de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros.  Gálatas 4:19

De hecho, aunque tuvieran ustedes miles de tutores en Cristo, padres sí que no tienen muchos, porque mediante el*evangelio yo fui el padre que los engendró en Cristo Jesús. 1 Corintios 4:15

Ciertamente, Eugenio no podía reivindicar que él había sido el primero en llevar el Evangelio a los jóvenes, pero, en realidad, había logrado acercarles más al mismo y había sido un instrumento de cambio en sus vidas – como él y sus Misioneros habían llegado a ser instrumentos de evangelización en Francia y en otros continentes.

 

He aprendido que mucho de mi progreso espiritual no viene directamente de Dios, sino a través de mi capacidad para humillarme a mí mismo y escucharle hablar a través de la gente imperfecta”       Francis Frangipane

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DE UNA AMISTAD HUMANA A UNA AMISTAD PASTORAL

Al emerger en sus escritos el tema de Eugenio considerándose a sí mismo como el padre de su joven familia Misionera, se vuelve importante rastrear los orígenes de esta expresión.

Hemos visto en entradas precedentes hasta qué punto la amistad era esencial para él –una cualidad que era útil en su trabajo pastoral. Cuando él comenzó la Congregación de la juventud en 1813, no consideraba a los jóvenes solamente como beneficiarios de su ministerio, sino que también formó un vínculo de amistad con ellos. Sus cartas y sus entradas en el Diario de la Congregación ofrecen numerosos ejemplos de esto. Podría llamar a esta relación una “amistad pastoral”, porque su fin era acompañar a los jóvenes a un encuentro más profundo con Dios y con los valores del Reino. Su reflexión durante el retiro de 1818 lo muestra:

Lo que me tranquiliza es que estoy seguro de que Dios es el lazo principal de esa unión, ya que lo que más me consuela en mis amistades es ver que mis amigos son virtuosos, y mi mayor alegría es verlos hacer alguna hermosa acción; además, el solo pensamiento de que puedan desmentirse y desviarse lo más mínimo del buen camino que siguen, sería capaz de afligirme profundamente.
Después, es cierto que me alegro también de verlos triunfar en sus empresas y granjearse la estima y las alabanzas de los hombres de bien, etc..

Diario del retiro, Mayo de 1818, E.O. XV n.145

Algunos miembros de la Congregación de la Juventud fueron los primeros en unirse a los Misioneros. Podemos entender mejor la progresión de las ideas de Eugenio cuando escribe a los oblatos jóvenes:

De vuestra parte, seguid considerándome como vuestro mejor amigo, como vuestro verdadero padre.

Carta a los estudiantes y novicios, en Ntra. Sra. del Laus, el 29de noviembre 1820,
E.O. VI n. 56

 

El modo en que nos comportamos con la gente indica lo que realmente creemos sobre Dios”     Warren W. Wiersbe

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UN PADRE ES MÁS QUE CIEN MAESTROS

Con la llegada de los miembros más jóvenes a la comunidad, se desarrolla una relación muy especial entre Eugenio y sus Oblatos: la idea de su ser el padre de su familia religiosa. Era ésta la calidad característica que marcaría la relación de toda la vida entre Eugenio y sus Misioneros, y encontraremos esto constantemente en sus escritos.

En 1818, nos encontramos esta idea en su diario de retiro:

Creo tener que reprocharme lo que tendría que reprocharse un padre que ama demasiado a sus hijos.
Creo que debo contentarme con velar sobre mí mismo para no amar más que por Dios y en dependencia de Dios a aquellos que son dignos de ser amados a causa de sus virtudes y de sus buenas cualidades …

Notas de retiro, mayo 1818, E.O. XV n.145

A los 73 años, por ejemplo, escribió:

Pero, ya que el Señor me ha dado el corazón de un padre en un grado eminente, al igual que siento todos los consuelos, también experimento todas las debilidades. Ciertamente os amo con un amor sobrenatural, pero me atrevería a decir también que os amo de un modo más tierno que con el que aman los padres terrenales.

Carta a Jean Baptiste Conrard, el 19 de marzo 1855, E.O. XI n. 1260

Con esto en mente, volvamos a 1820, a la carta que escribió a los estudiantes y novicios en Laus, en la que podemos entender el contexto de los sentimientos que expresó:

Si, mis queridos hijos; es con un aumento de santo amor hacia vosotros que quiero probaros mi gratitud; de vuestra parte, seguid considerándome como vuestro mejor amigo, como vuestro verdadero padre.

Carta a los estudiantes y novicios, en Ntra. Sra. del Laus, el 29 de noviembre 1820,
E.O. VI n. 56

 

Un padre es más que mil maestros.”      George Herbert

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LA DEDICACIÓN A UN MUNDO LIBERADO DEL EGOÍSMO Y ABIERTO A COMPARTIR

Los jóvenes estudiantes Misioneros que se estaban preparando para el sacerdocio en Laus habían entendido perfectamente el significado del espíritu de oblación. Ellos querían que su entrega a Dios para la misión fuera lo más generosa posible. Habían ya mostrado su oblación mediante los votos de castidad, obediencia y perseverancia. Como resultado del retiro anual de 1820, se animaron a escribir a Eugenio para pedirle permiso para hacer también el voto de pobreza. Querían sellar su espíritu de entrega mediante un compromiso solemne.

Eugenio rebosante de alegría porque habían entendido el espíritu de oblación de un modo tan radical, contestó:

Me ha sido imposible mis queridos amigos y muy queridos hijos en Jesucristo, no verter lágrimas de consuelo, leyendo y releyendo vuestras emocionantes y muy edificantes cartas. Quisiera que los trabajos de esta misión, que no me deja un rato, me dejarán el tiempo para escribir a cada uno de vosotros para testimoniaros en particular los sentimientos que me inspiran vuestra piedad y vuestro tierno afecto por mi. Doy gracias a Dios por todo cuanto os ha inspirado en ese memorable retiro…
Más seréis santos, más será vuestra felicidad! ¡Ah!, diría ya que está en su colmo, si pudiera ser testigo de las maravillas que Dios obra entre nosoros, si me fuese dado presionaros contra mi corazón. Hace falta nada más y nada menos que una voluntad tan bien marcada por Dios para mantenerme donde estoy; mi espíritu está en el Laus, os sigue, os acompaña.

Carta a los estudiantes y novicios, en Ntra. Sra. del Laus, el 29 de noviembre 1820,
E.O. VI n. 56

Todavía hoy continuamos expresando el mismo ideal:

Esta opción nos induce a vivir en más íntima comunión con Cristo y con los pobres, impugnando así los abusos del poder y de la riqueza y proclamando la llegada de un mundo nuevo liberado del egoísmo y dispuesto a compartir.

CC&RR, Constitución 20

 

Doy gracias al destino por haber nacido pobre. La pobreza me enseñó el verdadero valor de los dones útiles para la vida.”      Anatole France

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APRENDER FIJÁNDOSE EN UN MODELO EJEMPLAR

Nosotros aprendemos fijándonos en modelos ejemplares. Los jóvenes Misioneros de Provenza, llenos de entusiasmo pero con poca experiencia, necesitaban el ejemplo de alguien que hubiera tenido éxito en lo que ellos tenían intención de hacer. Este modelo fue Alfonso de Ligorio [Ver la entrada del 27 Abril del 2011]

Un siglo antes de Eugenio, un encuentro con Jesús el Redentor había transformado la vida de este abogado italiano. Como consecuencia dedicó su vida a predicar a los pobres en su propia lengua y a llevarlos a vivir la misma experiencia liberadora del Redentor misericordioso.

Fue Eugenio el que introdujo el pensamiento y la teología de Alfonso en Francia. Para ello, encargó a su padre que tradujera la vida de Alfonso del italiano al francés. Tras su muerte, se recordó este hecho, además de la influencia formativa que tuvo sobre la vida de los Misioneros:

El Presidente [de Mazenod] vivía con su hermano, el Contralmirante, en una casa en la calle les Petites Maries, en Marsella. Se ocupó de la traducción de la vida de San Alfonso de Ligorio y los documentos que lo acompañan. Su trabajo estaba tan avanzado que podía usarse para el retiro anual. En 1819, la lectura para el refectorio se tomaba del manuscrito que preparó el laborioso anciano.

La relación entre padre e hijo siempre fue cordial, y durante la gran Misión de Marsella, el Presidente disfrutó con justificada satisfacción el éxito maravilloso que ocasionó las palabras y el celo del incansable superior de los Misioneros de Provenza…

Rey I p 256 – 257

 

Del mismo modo que una madre encuentra placer en tomar a su pequeño en su regazo, y alimentarle y cuidarle, así también nuestro Dios amoroso muestra su cariño por aquellos a quienes ama y se han entregado por entero a Él y han puesto toda su esperanza en Su bondad.”    Alfonso de Ligorio

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APAGANDO LA LÁMPARA

Cuando Eugenio tenía 9 años, estuvo en exilio fuera de la Francia revolucionaria. La mayor parte de los siguientes 11 años los pasó con su padre – siete de ellos sin su madre, que los dejó para volverse a Francia. Cuando Eugenio volvió a Francia con 20 años, una de sus principales preocupaciones era traer de vuelta a su padre y reunir a su familia. Quince años después, consiguió traerse a su padre de vuelta a Francia – pero nunca re-unió a la familia rota.

Así es fácil entender el sufrimiento de Eugenio por la marcha de esta figura importante en su vida.

¡Qué hermoso fin de vida!, pero qué martirio para el pobre hijo que Dios había llamado junto a él para exhortarle a la muerte!
Ese sufrimiento es inefable; sólo hacía falta nada menos que la vista de tantas virtudes, la confianza en la recompensa y en la gloria que iba a seguir inmediatamente esa cruel, desgarrada separación, para poder aguantarla..

Carta a Henri Tempier, 20 Octubre 1820, E.O. VI n. 54

 

Rey escribe en la imagen:

Especialmente cuando su padre murió en sus brazos, no pudo separarse del cuerpo sin vida y durante horas lo sostuvo y lo besaba entre sollozos…

El Padre de Mazenod, que había administrado a su padre, presidió el funeral y completó esta función con noble y digna firmeza.

Rey I p 256 – 257

 

«La muerte no es extinguir la luz del Cristiano; es apagar la lámpara porque ha llegado el amanecer.”       Anónimo

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DONDE HAY LUTO, HAY DANZA

Tras días de enfermedad, el padre de Eugenio, el Presidente Charles Antoine de Mazenod murió el 10 de Octubre de 1820. El biógrafo Rey cuenta que “el Padre de Mazenod mostró una admirable piedad filial. Se entregó con infinita dedicación a aliviar a su padre de sus dolencias físicas y le ayudó espiritualmente en sus cuestiones religiosas.” (Rey I p. 256- 257). El propio Eugenio escribió:

Mucho me habéis emocionado, mis queridos amigos, con el testimonio que me habéis demostrado en la desgraciada circunstancia de la muerte de mi respetable padre… Su muerte ha sido de las más edificaciones. Quiera Dios que pueda gozar al terminar mi vida de tan bellos sentimientos.
¡Qué consuelos proporciona la religión en ese momento supremo al hombre que vive en la fe! Es evidente, por encima de la naturaleza.
¡Qué paz, qué santa seguridad, qué dulce confianza, pero también qué avidez de oír hablar de Dios, qué agradecimiento por sus beneficios, qué humildad! Era encantador y desgarrador a la vez. Se ha dormido en el Señor que le tendrá en cuenta tantas virtudes..

Carta a los estudiantes y novicios, en Ntra. Sra. del Laus, el 24 de octubre 1820,
E.O. VI n.55

 

En este mundo loco, hay una enorme distinción entre buenos y malos tiempos, entre la tristeza y el gozo. Pero a los ojos de Dios, nunca se separan. Donde hay dolor, hay curación. Donde hay luto, hay danza. Donde hay pobreza, ahí está el Reino.”    Henri J. M. Nouwen

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¿CÓMO DE CONVENCIDO ESTÁS DE QUE DIOS ESTÁ VIVO?

Un amigo de la infancia de Eugenio, Felix d’Albertas, le expresó sus dificultades en cuanto a la calidad de su fe. Eugenio le respondió:

Mi querido Félix: Una frase de su penúltima carta me ha causado mucha pena. No puedo soportar la idea de que usted no sea perfectamente feliz y querría hacer todo lo posible por disipar sus penas y sus perplejidades.…

Eugenio le escribió para animarlo y le dio algunas directrices para tranquilizarlo:

Usted quiere sinceramente lograr su salvación;
trata de tomar rectamente los medios que le parecen más aptos para lograrla;
no cuenta con sus propias fuerzas, sino que pone su confianza en Dios
a quien ama como a un padre bondadoso;
¿cómo, después de eso, estar angustiado?
En cierto modo, es injuriar la gracia de Jesucristo que le ha prevenido tan amorosamente…
Animo, mi querido amigo; siga sirviendo a Dios con amor y agradecimiento; este camino es el más corto, va derecho a la meta.

Al conde Felix d’Albertas, el 14 de septiembre 1820, E.O. XV n. 153

Me invita a reflexionar sobre el lugar de Dios en mi vida: ¿quiero sinceramente que Dios viva en mí? ¿estoy cooperando conscientemente con Dios? ¿Confío en que la gracia de Dios me traerá serenidad y con ella lo conseguiré? En mi relación con los demás, ¿cómo de convincente soy de que Dios está vivo en mi vida?

 

“¿Cómo convences al mundo de que Dios está vivo? Por Su vitalidad en tu vida, por Su obra de crear realidad en tu experiencia.”       Howard G. Hendricks

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ESTAR PREPARADO PARA DARLO TODO POR LA SALVACIÓN DE OTRO

Inmediatamente después de la primera Misa de Hippolyte Courtès, Eugenio escribió a Adrien Chappuis, de veinte años. Él había sido miembro de la Congregación de la Juventud y quería ser también Misionero. Su comportamiento como estudiante de leyes, sin embargo, preocupaba a Eugenio. Incluyo esta carta porque muestra el valor fundamental de oblación de Eugenio puesto en práctica.

Mi querido Adrián, ¿lo creerás? En los instantes más preciosos no has dejado de estar presente en mí…
Después de la misa y durante la que siguió, mi alma, siempre penetrada de la íntima presencia de Dios que acababa de manifestarse a nosotros, se abandonó a un sentimiento de dolor que no había sentido antes. La visión de mis pecados me llenó en primer lugar de gran confusión, sobre todo comparando los beneficios de Dios con mis ingratitudes; gemí por ello amargamente y pedí perdón con lágrimas;
Inmediatamente estuviste de nuevo presente en mi pensamiento, pero entonces sentí todo el peso de mi solicitud y un ardiente deseo de tu verdadera felicidad, contrariado, comprimido por los obstáculos continuos que pones. El conocimiento de las sobreabundantes gracias que el Señor te ha concedido desde que te ha confiado a mí, y la experiencia de la despreocupación, por no decir del desprecio con el que tú las has rechazado…
Courtés, tu compañero de infancia, tu condiscípulo, colmado de consuelos, elevado hasta el cielo, por haber sido dócil a mis consejos, fiel a la gracia; y tú que, aunque en otro estado, podrías gozar de la misma dicha en proporción, entregado a la disipación, vacío de buenas obras y de méritos, habiendo sembrado solo vientos, sólo tempestades puedes cosechar, porque al negarte siempre a mis tiernas insinuaciones, a los consejos de mi amistad, has querido seguir un camino distinto del que te había trazado. Ese contraste desgarrador me ha dejado de nuevo en una especie de desolación interior que me movía a hacer votos aún más ardientes por tu salvación, hasta ofrecer a Dios, como lo he hecho varias veces, mi propia vida a cambio de tu perseverancia y de tu santificación. He encontrado algo de consuelo en ese pensamiento, pues “majorem caritatem nemo habet ut animam suam ponat quis pro amicis suis” (nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos, Jn. 15, 13).
Adiós; quiera Dios que alguna vez puedas comprender mi corazón y consolarlo.

Carta a Adrien Chappuis, el 31 de julio 1820, E.O. XIII n. 31

La actitud de oblación de Eugenio, de prepararse para darlo todo por la salvación de este joven dio resultados positivos. Adrien completó sus estudios de derecho y después fue Inspector General de Finanzas en París. Siempre mantuvo una exclente relación con Eugenio.

 

“Del mismo modo que los hombres conservan primero las plantas jóvenes y las cercan para protegerlas del dolor, pero luego cuando crecen lo quitan todo y las exponen al viento y al tiempo, así Dios sustenta a Sus hijos primero con comodidades, y los expone después a vientos y tormentas porque son más capaces de afrontarlos.”      Richard Sibbes

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