GRACIAS A LA LENTITUD DE MONSEÑOR, AÚN NO HE VISTO A NADIE

Eugenio, que siempre estaba en movimiento, comenzó a expresar su frustración por tener que esperar a que otros organizaran las citas necesarias para iniciar el proceso de aprobación, por lo que tomó cartas en el asunto.

No tengo nada que contarte sobre nuestro asunto porque, gracias a la lentitud del excelente Monseñor a quien diriges mis cartas, todavía no he visto a nadie. Sin embargo, al percibir que sus preocupaciones le hacían posponer siempre para el día siguiente el acompañarme o precederme ante los cardenales a quienes quería visitar, me presenté en la puerta del cardenal Pacca para anunciar mi inminente visita. También he ido a la dirección de monseñor Mazio, pero no lo he encontrado. Le aseguro que uno se cansa más en Roma que en París.

Carta al P. Tempier, 3 de diciembre de 1825, EO VI n. 209

El sentido del humor sarcástico de Eugenio siempre me hace sonreír:

A mi regreso, visité el convento de las monjas basilianas, cuya superiora es la señora Baudemont. Su hábito religioso, diseñado, creo, por el buen abad Sambucy, su fundador, me pareció tan ridículo como feo.

Diario romano de Eugenio, 2 de diciembre de 1825, EO XVII

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