ESTAR PREPARADO PARA DARLO TODO POR LA SALVACIÓN DE OTRO

Inmediatamente después de la primera Misa de Hippolyte Courtès, Eugenio escribió a Adrien Chappuis, de veinte años. Él había sido miembro de la Congregación de la Juventud y quería ser también Misionero. Su comportamiento como estudiante de leyes, sin embargo, preocupaba a Eugenio. Incluyo esta carta porque muestra el valor fundamental de oblación de Eugenio puesto en práctica.

Mi querido Adrián, ¿lo creerás? En los instantes más preciosos no has dejado de estar presente en mí…
Después de la misa y durante la que siguió, mi alma, siempre penetrada de la íntima presencia de Dios que acababa de manifestarse a nosotros, se abandonó a un sentimiento de dolor que no había sentido antes. La visión de mis pecados me llenó en primer lugar de gran confusión, sobre todo comparando los beneficios de Dios con mis ingratitudes; gemí por ello amargamente y pedí perdón con lágrimas;
Inmediatamente estuviste de nuevo presente en mi pensamiento, pero entonces sentí todo el peso de mi solicitud y un ardiente deseo de tu verdadera felicidad, contrariado, comprimido por los obstáculos continuos que pones. El conocimiento de las sobreabundantes gracias que el Señor te ha concedido desde que te ha confiado a mí, y la experiencia de la despreocupación, por no decir del desprecio con el que tú las has rechazado…
Courtés, tu compañero de infancia, tu condiscípulo, colmado de consuelos, elevado hasta el cielo, por haber sido dócil a mis consejos, fiel a la gracia; y tú que, aunque en otro estado, podrías gozar de la misma dicha en proporción, entregado a la disipación, vacío de buenas obras y de méritos, habiendo sembrado solo vientos, sólo tempestades puedes cosechar, porque al negarte siempre a mis tiernas insinuaciones, a los consejos de mi amistad, has querido seguir un camino distinto del que te había trazado. Ese contraste desgarrador me ha dejado de nuevo en una especie de desolación interior que me movía a hacer votos aún más ardientes por tu salvación, hasta ofrecer a Dios, como lo he hecho varias veces, mi propia vida a cambio de tu perseverancia y de tu santificación. He encontrado algo de consuelo en ese pensamiento, pues “majorem caritatem nemo habet ut animam suam ponat quis pro amicis suis” (nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos, Jn. 15, 13).
Adiós; quiera Dios que alguna vez puedas comprender mi corazón y consolarlo.

Carta a Adrien Chappuis, el 31 de julio 1820, E.O. XIII n. 31

La actitud de oblación de Eugenio, de prepararse para darlo todo por la salvación de este joven dio resultados positivos. Adrien completó sus estudios de derecho y después fue Inspector General de Finanzas en París. Siempre mantuvo una exclente relación con Eugenio.

 

“Del mismo modo que los hombres conservan primero las plantas jóvenes y las cercan para protegerlas del dolor, pero luego cuando crecen lo quitan todo y las exponen al viento y al tiempo, así Dios sustenta a Sus hijos primero con comodidades, y los expone después a vientos y tormentas porque son más capaces de afrontarlos.”      Richard Sibbes

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