APAGANDO LA LÁMPARA

Cuando Eugenio tenía 9 años, estuvo en exilio fuera de la Francia revolucionaria. La mayor parte de los siguientes 11 años los pasó con su padre – siete de ellos sin su madre, que los dejó para volverse a Francia. Cuando Eugenio volvió a Francia con 20 años, una de sus principales preocupaciones era traer de vuelta a su padre y reunir a su familia. Quince años después, consiguió traerse a su padre de vuelta a Francia – pero nunca re-unió a la familia rota.

Así es fácil entender el sufrimiento de Eugenio por la marcha de esta figura importante en su vida.

¡Qué hermoso fin de vida!, pero qué martirio para el pobre hijo que Dios había llamado junto a él para exhortarle a la muerte!
Ese sufrimiento es inefable; sólo hacía falta nada menos que la vista de tantas virtudes, la confianza en la recompensa y en la gloria que iba a seguir inmediatamente esa cruel, desgarrada separación, para poder aguantarla..

Carta a Henri Tempier, 20 Octubre 1820, E.O. VI n. 54

 

Rey escribe en la imagen:

Especialmente cuando su padre murió en sus brazos, no pudo separarse del cuerpo sin vida y durante horas lo sostuvo y lo besaba entre sollozos…

El Padre de Mazenod, que había administrado a su padre, presidió el funeral y completó esta función con noble y digna firmeza.

Rey I p 256 – 257

 

«La muerte no es extinguir la luz del Cristiano; es apagar la lámpara porque ha llegado el amanecer.”       Anónimo

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