LA FORTALEZA DE MI TEMPERAMENTO ME HA PERMITIDO AUN SOSTENERME

El día de su cumpleaños 56 Eugenio miró a sus años de vida, enfocándose en los 26 años de servicio sacerdotal, considerándolos parte de un trayecto que había comenzado con gran impulso y ahora veía como pequeños pasos.

Cuando empecé mi ministerio iba al galope, y la rapidez de mi marcha tal vez impedía ver los peligros en mi camino. Si bien recuerdo, apenas pensaba en ellos, tal vez por temeridad o por preocupación, pero les temía poco;
Hoy, que voy paso a pasito, es diferente; cuento uno a uno los tropiezos, las zarzas me enganchan por todas partes, las espinas me hieren en lo más vivo, el frío me congela, el calor me sofoca, las enfermedades me debilitan, los achaques me abruman,
en lo moral entiendo, pues en cuanto a mi cuerpo, ha sufrido como consecuencia del excesivo trabajo realizado desde hace 26 años que soy sacerdote; la fortaleza de mi temperamento me ha permitido aún sostenerme, llegando hoy a los cincuenta y seis años.

Diario de Eugenio de Mazenod, Agosto 1°, 1837, EO XVIII

Un pensamiento pesimista, tal vez ocasionado por su accidente en el carruaje, pero que difícilmente reflejaba el paso acelerado que sería característico de los siguientes 24 años de su ministerio lleno de energía como Obispo de Marsella.

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SIN  LA  AYUDA  DE  ARRIBA, EL  MISMO  DÍA  DEL  ANIVERSARIO  DE  MI NACIMIENTO PUDO SER EL ÚLTIMO DE MI VIDA

En su cumpleaños 56, Eugenio se encontraba pasando algunos días en la casa de verano de su hermana en St. Martin de Pallières. Al salir de paseo en un carruaje, nos cuenta:

Mi cuñado y yo nos volcamos al regresar a San Martín.  Me golpeé en la cabeza, pero el sombrero amortiguó el golpe. Por sobre todo, di gracias a nuestros ángeles custodios al salir del coche volcado.  Sin la ayuda de Arriba, el mismo día del aniversario de mi nacimiento pudo ser el último de mi vida. Estoy seguro de que en el mismo instante de la caída, más de un amigo de Dios rezaba por mí.
Hace tiempo que vivo gracias a las oraciones de los santos; espero me ayudarán  a lograr mi salvación, que cada día me parece más difícil…

Diario de Eugenio de Mazenod, Agosto 1°, 1837, EO XVIII

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PARA MÍ ERA UNA PERSONA DIGNA DE  ADMIRACIÓN, UN SER PRIVILEGIADO ,  POR   QUIEN   EL  SEÑOR  HABÍA  HECHO  GRANDES  COSAS

Eugenio narra la conmovedora experiencia de ofrecer su ministerio al prisionero condenado a muerte:

Asistieron todos los prisioneros y algunas otras personas. El Sr. Lagier y el P. Mille me ayudaron en el altar. Logramos que al condenado le quitasen algunas cadenas y le permitiesen subir a la capilla. Le quedaron aun bastantes cadenas para avisar de su presencia con cualquier movimiento. Solo se notó cuando entró, y una vez de rodillas no se movió, leyendo su libro durante la misa. Para la comunión se apartó a la gente para colocarlo en la grada más baja del altar. La fiesta y honores eran para él, pues por condenado que estuviera y en cadenas, en ese momento estaba reconciliado con Dios, quien le había perdonado sus crímenes. Para mí era una persona digna de admiración, un ser privilegiado, por quien el Señor había hecho grandes cosas, a quien yo iba a proporcionar medios eficaces de perseverancia; un predestinado que dentro de algunos días tal vez estaría en el cielo. Por eso, aunque algunas otras personas iban a comulgar, solo a él dirigí las palabras que me fueron inspiradas por nuestro divino Salvador Jesucristo, quien estaba en mis manos, y que penetraron en el alma del pobre cristiano, que lloraba a lágrima viva; yo también estaba emocionado y había lágrimas en los ojos de todos los asistentes, incluidos los prisioneros, quienes sin duda sentían la gracia, oyendo de la misericordia de Dios para un gran culpable arrepentido, como lo estaban ellos en ese momento.
 Después del santo sacrificio, hice acercar de nuevo al condenado, dirigiéndole la palabra en preparación para recibir el Espíritu Santo con la  Confirmación que le iba a conferir. No dejaba de llorar, y creo que nuestros corazones ardían al ver esas maravillas a través de mi ministerio.  Terminé con la bendición del Santísimo, que se da de vez en cuando en esa capilla, y nada faltó a la solemnidad ese día. 

Diario de Eugenio de Mazenod, Julio 16, 1837, EO XVIII

¡Qué maravilloso ejemplo de tratar a una persona con dignidad, aun cuando el mundo no lo considerara merecedor de ello!

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SAN EUGENIO DE MAZENOD Y SU FAMILIA MAZENODIANA EN TIEMPOS DE EPIDEMIA

Como Familia Mazenodiana, tratemos de reservar un tiempo cada día para rezar (oraison) en solidaridad con todos los miembros de la Familia Mazenodiana en todo el mundo.

Las entradas recientes de esta reflexión diaria han estado tratando con el brote de cólera de 1837 en Marsella.

Les invito a volver a las entradas sobre el cólera de 1835:

Comienzan a partir del 26 de julio de 2019 (http://www.eugenedemazenod.net/esp/?p=3337)

y continuar hasta el 28 de agosto de 2019 (http://www.eugenedemazenod.net/esp/?p=3364).

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HABRÍA   SIDO   UNA   INJUSTICIA    ATROZ   SI   DIOS   NO   ME  HUBIESE MANDADO

Eugenio había llegado a Gap para realizar una ordenación, pero fue cancelada a último minuto.

El Señor no me llamó a Gap para eso. En un calabozo estaba un hombre desdeñado públicamente, un malvado criminal condenado a muerte, que esperaba una última respuesta de París para subir al cadalso.  Abandonado por los hombres, escuchó al ministro de la religión, quien le llevó palabras de paz. Entrando en razón, confesó sus pecados y su disposición fue tal, que el ministro lo reconcilió con Dios.

Eugenio, quien siempre vio a las personas abandonadas a través de los ojos del Salvador Crucificado, no podía tolerar la injusticia de no ejercer el ministerio sacramental con los criminales que esperaban la ejecución.

Allí está en su celda, solo ocupado de su salvación.  Nada se puede hacer por él, sino confiarlo a la misericordia de Dios.  Según el terrible prejuicio se niega cualquier ayuda religiosa al hombre condenado a muerte.  No importa que haya un precepto divino de comulgar en peligro de muerte, ni que el pecador reconciliado esté obligado a recibir cada día la comunión anual que le urge. El prejuicio dice que no es conveniente dar el cuerpo de Jesucristo a un condenado a muerte; se le impide cumplir con el derecho que tiene de participar en la Eucaristía en tan terrible situación. Habría sido una injusticia atroz si Dios no me hubiese mandado a Gap  ¡Sea mil veces bendito!
 … Mientras tanto, con mi ejemplo sanciono dicha doctrina.  Hoy fui a celebrar Misa a la cárcel.

Diario de Eugenio de Mazenod, Julio 16, 1837, EO XVIII

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ORAISON: ORANDO CON LA FAMILIA MAZENODIANA EL 15 DE MARZO

“En la oración silenciosa y prolongada de cada día, nos dejamos modelar por el Señor y encontramos en él inspiración para nuestra conducta,” (Regla de Vida OMI, 33).

La práctica de Oraison formaba una parte importante en la oración diaria de San Eugenio durante la cual entraba en comunión con los miembros de su familia misionera. Mientras que ellos se encontraban en Francia, se les hacía fácil juntarse en oración alrededor del mismo horario. Cuando los misioneros Oblatos comenzaron a ser enviados a los varios continentes ya no les era posible orar al mismo tiempo. Sin embargo, cada día había un tiempo cuando se detenían para orar en unión uno con el otro—aunque no fuera al mismo tiempo.

Esta es una práctica que Eugenio quería que su familia religiosa mantuviera. Por eso les invitamos a formar parte de esta práctica de Oraison el domingo, 15 de marzo, 2020, conmemorando la Solemnidad de San José, protector de la Congregación.

Tomado del Diccionario de Valores Oblatos

Icono escrito por Lauretta Agolli, Oblate Partner

Parece que hay que conectar esta devoción con su visión de la Iglesia, fruto de la Sangre de Jesús, visión que desborda el marco de la Iglesia terrestre y le hace entrar en comunión incesante con la Iglesia del cielo. De ahí su profunda devoción a los santos, especialmente a María Inmaculada e, “inmediatamente después de la Santísima Virgen, escribe el P. Rambert, San José ocupaba el primer lugar en su corazón”.

Esta profunda devoción se enraíza en una amplia visión de fe sobre la predestinación de San José, esposo de María y padre nutricio de Jesús. Las razones de su veneración y de su confianza provienen de las relaciones del todo excepcionales del santo con el Salvador y con María Inmaculada, las dos grandes devociones del Servidor de Dios.

También se le ve recurrir sin cesar a su intercesión, confiarle los intereses materiales de la Congregación, el reclutamiento, la salud de los misioneros, el éxito de su apostolado y el acierto de los capítulos generales que pone oficialmente “bajo el patrocinio de San José, nuestro muy amado Patrono”; bajo su misma protección coloca a menudo las casas, “después de la Santísima Virgen que debe ser siempre la patrona principal de todas nuestras casas”.

Mateo 2, 13-14; 19-21:

Después de marchar los Magos, el Ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes buscará al niño para matarlo.” José se levantó; aquella misma noche tomó al niño y a su madre, y partió hacia Egipto…Después de la muerte de Herodes, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: “Levántate, toma contigo al niño y a su madre y regresa a la tierra de Israel, porque ya han muerto los que querían matar al niño.” José se levantó, tomó al niño y a su madre, y volvieron a la tierra de Israel.

De una carta de San Eugenio escrita al P. Guigues:

Creo que su alma es más excelente que todas las inteligencias celestes, por encima de las cuales está sin duda en el cielo. En esa morada deliciosa, Jesucristo, María y José son tan inseparables como lo eran en la tierra. Creo estas cosas con la fe más segura, es decir con tanta certeza como creo en la Concepción Inmaculada de María y por las mismas razones, guardando la proporción. Le confiaré incluso algo que me gusta pensar: estoy muy persuadido también de que el cuerpo de San José está ya en la gloria y que está allí donde debe permanecer siempre. Como lo he dicho de su alma, junto a Jesús y María: por encima de los coros de los ángeles.

De una carta de San Eugenio al P. Vincens:

A propósito de oraciones, tengo que decirte que varios de nuestro Padres desean que proponga una invocación diaria a san José, padre nutricio de la Sagrada Familia, para obtener que vele desde lo alto del cielo para proveer a las necesidades temporales de la Congregación, que lo reconoce por patrono principal. No es para enriquecernos, sino para poder responder a las necesidades de todos aquellos que la Providencia nos envía.

De una carta a su Padre, Sr. de Mazenod

El día de san José por la mañana estaba en las últimas y, como si mi santo patrono hubiera querido expresarme el efecto de su poderosa protección, que invocaban por todas partes, aquella misma tarde empecé a mejorar con sorprendente rapidez. Al día siguiente o al otro día estaba ya fuera de peligro.

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LA GRACIA DE DIOS HIZO DE ELLA UNA HEROÍNA DE VIRTUD

La disposición de Eugenio de dar los sacramentos a un prisionero condenado a muerte iba en contra de la actitud de muchos sacerdotes y autoridades locales, que aun observaban los principios del Jansenismo.

El buen Sr. Lagier, lleno de pequeñas ideas locales, estaba pasmado al oírme hablar el otro día, y me aseguró que nunca se hubiese atrevido y ni siquiera habría tenido la idea de dar la comunión al pobre condenado a muerte. 
Para prevenirlo contra las insinuaciones de algunos sacerdotes directores como él en el seminario mayor, que me escuchaban y no decían nada, les conté lo que hice por la famosa Germana decapitada en Aix en 1812 o 1813.  Los señores lloraron al relatarles la admirable disposición de la mujer, a la que con gusto di la comunión la mañana misma de su muerte y la recibió con una disposición que ninguno de nosotros ha tenido al subir al altar.  La gracia de Dios hizo de ella una heroína de virtud.
Me sería imposible no mencionar en algún escrito el detalle de esa hermosa muerte y la preparación que la precedió. Comenté a dichos señores que el capellán actual de la Conserjería de París sigue la misma doctrina  y actúa como yo hice con Germana. Para evitar cualquier molestia al Sr. Lagier, se lo dije en presencia del Sr. Arnaud, vicario general.

Diario de Eugenio de Mazenod, Julio 14, 1837, EO XVIII

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ESPERO  QUE  EL  POBRE  HOMBRE  RECIBA  TODA  LA  AYUDA  QUE NECESITA Y A LA QUE TIENE DERECHO

Un prisionero condenado a muerte deseaba recibir los sacramentos, pero muchos clérigos seguían la práctica Jansenista de no proporcionarlos. Eugenio se encontraba de visita en la Diócesis de Gap y en ausencia del obispo local, quiso llevar la misericordia de Dios al pobre preso abandonado.

Escribo al Sr. Lagier, director del seminario mayor de Gap, para repetirle más explícitamente lo que le dije el otro día: es pecado no dar la comunión al condenado, que está dispuesto a recibirla; que la costumbre francesa, que aunque ya no es general, es un abuso terrible contra el cual no cesan de reclamar los Papas…

Empatizando con el sufrimiento del preso, Eugenio respondió

Acepto con gusto dar al desdichado el sacramento de la confirmación, aunque considero habría sido necesaria la preparación previa de la comunión anual; para evitar dificultades, ofrezco dársela yo mismo, siendo solo necesario me prepare un altar en alguna habitación de la cárcel a falta de capilla, o en la misma celda si hiciera falta; que quede bien claro que la comunión será para satisfacer la obligación actual y luego habría que cumplir el participar de la eucaristía en peligro de muerte. Espero que esta carta urgente y basada en principios, unida a mis argumentos y palabras del otro día, tendrá resultados, y que el pobre hombre reciba toda la ayuda que necesita y a la que tiene derecho.

Diario de Eugenio de Mazenod, Julio 14, 1837, EO XVIII

En nuestra Constitución 4 encontramos el corazón y acciones de San Eugenio puestas en acción:

“A través de la mirada del Salvador crucificado vemos el mundo rescatado por su sangre, con el deseo de que los hombres en quienes continúa su pasión conozcan también la fuerza de su resurrección (cf. Fil 3, 10).”

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EL   CARISMA   DE   SAN    EUGENIO   LE   PERTENECE   A   TODA   LA  IGLESIA  Y ES  MAYOR QUE LOS MISIONEROS OBLATOS

Eugenio se encontraba en Suiza para cerrar la comunidad Oblata.

Aquí en Friburgo, hoy y todos los días anteriores he escuchado a la gente lamentar el regreso de nuestros padres.

Tras siete años de llevar el Evangelio a los más abandonados en la diócesis, se oía la opinión general de lo que su su generosidad había logrado.

Todos expresaban alabanzas: desde el obispo hasta el último clérigo, desde los prefectos hasta los últimos campesinos. Los sinceros testimonios de estimación y afecto y la manifestación unánime de todo el país confirma la buena conducta y servicio de los nuestros, para quienes es una muy dulce recompensa, y un gran consuelo para nosotros.

Diario de Eugenio de Mazenod, Julio 2, 1837, EO XVIII

Como fundador y padre de la familia Oblata, Eugenio estaba feliz y orgulloso de los logros de sus miembros.

En nuestros días, cuando las circunstancias llevan a cerrar algún lugar del ministerio Oblato, encontramos invariablemente los mismos sentimientos. Es importante recordar que el carisma Mazenodiano es mayor que quienes lo proclaman y su espíritu permanece en los corazones, mentes y acciones de las personas.

En muchas partes del mundo encontramos grupos de asociados laicos que continúan reuniéndose y viviendo el carisma de San Eugenio muchos años después de que los Oblatos han partido del ministerio. El carisma de San Eugenio le pertenece a toda la Iglesia y es mayor que los Misioneros Oblatos.

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DESPUÉS   DE  LAS   PRIMERAS   REACCIONES,   HAY   QUE   CALMARSE   Y VER TODO CON LOS OJOS DE LA FE

Recibí carta de mi madre, desolada por su nieto; carta de mi hermana, muy resignada. Carta del Sr. Flayol para mencionar su edificación por la piedad de mi sobrino, Eugenio de Boisgelin …

Diario  de Eugenio de Mazenod, Julio 20, 1837, EO XVIII

La decisión de Louis de elegir a los Jesuitas en vez de los Oblatos había contrariado a Madame de Mazenod. Eugenio también estaba decepcionado, aunque veía todo el panorama y la decisión como respuesta al llamado de Dios.

         Mi querida madre: Nada más natural que su sentir respecto a la decisión de Luis. Comprendo su pena y hasta cierto punto la comparto; pero permítame decirle que es algo excesiva.
         Después de las primeras reacciones, hay que calmarse y ver todo con los ojos de la fe. ¿es realmente una desgracia para nosotros que Luis se consagre a la vida religiosa? …
        Anímese entonces, mi querida madre, y no se deje afectar. Es imposible que su salud no se resienta y sería en vano, pues Dios no se lo tendría en cuenta, pues su voluntad se cumplirá de cualquier forma. Esperemos con paciencia la explicación de Luis y aceptemos de antemano un sacrificio que tendrá ya su recompensa en este mundo. Adiós, querida madre. No venga a Marsella antes de la segunda semana de agosto.

Carta a su madre, Julio 26, 1837 EO XV núm. 188

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