CONOCEN NUESTRAS NECESIDADES Y LOS INVOCO

Carta del P. Courtès: me informa de la santa muerte de nuestro querido hermano Morandini ayer a las cuatro de la tarde. Es una pérdida sensible para la congregación, a la que aportaría un gran servicio…

Dios lo vio de otro modo; hágase su santa voluntad, pero que aun aceptando su decreto, nos sea permitido lamentar la pérdida de tan santo y amable hijo.

El hermano escolástico de 22 años fue el noveno Oblato en fallecer desde nuestra fundación, 22 años antes, uniéndose a sus hermanos en lo que Eugenio consideraba la comunidad Oblata en el cielo.

Ya está reunido en el seno de Dios, con los otros ocho que lo han precedido en la gloria. Conocen nuestras necesidades y los invoco para que nos alcancen del Señor la fuerza para suplir todo el bien que estaban llamados a hacer en la tierra, todas las virtudes que practicaron constantemente, y que logremos una muerte tan santa como la suya y tan hermosa recompensa.

Diario de Eugenio de Mazenod, Diciembre 28, 1838, EO XIX

Doscientos años después, ¡qué maravillosa familia Mazenodiana tenemos en el cielo con todos nuestros miembros! Siguen conociendo nuestras necesidades, por lo que como miembros del Cuerpo de Cristo, podemos invocarlos…

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EN NUESTRA PENA COMÚN, ES BUENO VER LOS SENTIMIENTOS MUTUOS QUE ANIMAN A LOS MIEMBROS DE NUESTRA CONGREGACIÓN

El Padre Dominic Albini era uno de los pilares de la joven congregación Oblata y en quien Eugenio confiaba.  Se encontraba enfermo en fase terminal en Córcega, quedándole pocos meses de vida.

Carta del P. Mille. Escribe de forma muy conmovedora respecto a las tristes noticias que le comuniqué de la enfermedad de nuestro buen P. Albini. En nuestra pena común, es bueno ver los sentimientos mutuos que animan a los miembros de nuestra Congregación. Para escribir el más hermoso sermón de funeral bastaría revisar las cartas de nuestros Padres y ver cómo escriben acerca de las virtudes de quienes admiran.

Diario de Eugenio de Mazenod, Noviembre 24, 1838, EO XIX

Eugenio enfatiza que los Oblatos son una familia – de hecho deseaba que fuéramos la familia más unida en el mundo. En nuestros días, esto aplica a la gran Familia Mazenodiana reunida en torno al carisma de Eugenio en todo el mundo.

Su invitación se refiere a aprender mutuamente de las personas que amamos y admiramos. Lo hacemos para los obituarios en los funerales, pero ¿por qué esperar a que fallezcan nuestros seres queridos para hacerlo?  En estos días difíciles, ayudémonos unos a otros a reconocer el don de las personas especiales.

En aquel tiempo[a], Jesús dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a sabios e inteligentes, y las revelaste a los niños.» (Mateo 11:25)

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EN ESAS OCASIONES LOS HABITANTES DE CADA PISO ILUMINAN EL FRENTE DE SUS PUERTAS

Como Misionero Oblato y Obispo, la mayor felicidad de Eugenio era llevar el consuelo del Salvador a los más abandonados. Leemos en su diario:

17 de octubre: Entre los deberes del día: confirmación de un niño en peligro de muerte. Tuve que subir al sexto piso, pero ¡qué compensación para un obispo que siente su paternidad espiritual al verse rodeado de gente buena perteneciente a la clase pobre de su pueblo y ver a su pastor acercarse a ellos para consolarles en sus penas! En esas ocasiones  los habitantes de cada piso iluminan  el  frente de sus puertas y se arrodillan para recibir mi bendición; y la habitación del enfermo, adornada como una estación del santísimo un jueves santo, está siempre llena de caritativos vecinos que asisten a la ceremonia.  El niño tenía una disposición admirable.  Ansiaba mi llegada y su alegría al verme fue muy conmovedora. Recibió el sacramento de la confirmación con un sentimiento admirable…

Diario de Eugenio de Mazenod, Octubre 17, 1838, EO XIX

Jesús llega a mi casa todos los días en la oración, en las Escrituras y a través de las vidas de los demás. ¿Cómo “adorno” mi vida para recibirlo?

«Y volviéndose hacia la mujer, le dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Yo entré a tu casa y no me diste agua para mis pies, pero ella ha regado mis pies con sus lágrimas y los ha secado con sus cabellos. No me diste beso, pero ella, desde que entré, no ha cesado[a] de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite, pero ella ungió mis pies con perfume. Por lo cual te digo que sus pecados, que son muchos, han sido perdonados, porque amó mucho; pero a quien poco se le perdona, poco ama»» (Lucas 7:44-47)

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QUÉ FELIZ SERÍA DE PODER LLEGAR A SU CORAZÓN Y HACERLES AMAR AL DIVINO MAESTRO

La felicidad de Eugenio se colmaba al estar con la gente más pobre de su diócesis. Al reunirse personas de cuatro aldeas, escribió:

“Visita pastoral a Caillols, donde se reunieron los niños de las parroquias de St-Julien, de Paume y de Olives. Para mí es un verdadero consuelo instruir y catequizar a esas buenas almas del sector campesino…

Siempre quedo muy satisfecho con la atención de quienes me escuchan, y me felicito del método imprescindible que siempre he utilizado: hablar al pueblo en su lengua. Me contaban hoy que algunos labriegos de este pueblo, al recordar mi instrucción, decían entre sí: “es un placer ver a nuestro obispo hablar nuestra lengua…

Qué feliz sería de poder llegar a su corazón y hacerles amar al divino Maestro de quien les predico, con toda la sencillez que me es posible.”

Diario de Eugenio de Mazenod, Octubre 14, 1838, EO XIX

Eugenio estaba convencido, por experiencia personal, de que:

«Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios permanece en él.»
» Nosotros amamos[c] porque Él nos amó primero» (Juan 4: 16,19)
Era tal su convicción, que ésta se desbordaba a su ministerio con los más necesitados del amor de Dios.

¿Qué hace desbordar mi vida actualmente?

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SIEMPRE SIENTO UN GRAN CONSUELO AL DIRIGIR A MIS FIELES EN REUNIONES DE ORACIÓN

Estas bellas palabras ilustran el ministerio de Eugenio como Misionero Oblato y Obispo de Marsella: cercano a su pueblo y guiándoles en su camino de fe. 

“Por la tarde fui a dar la bendición de clausura del octavario del santo Rosario en St-Cannat, lo que complació mucho al clero y los fieles que llenaban esa parroquia. Siempre siento un gran consuelo al dirigir a mis fieles en reuniones de oración o grandes solemnidades.”

Diario de Eugenio de Mazenod, Octubre 14, 1838, EO XIX

Como pastor en jefe de la diócesis, el Obispo Eugenio siempre estuvo consciente de su responsabilidad como cooperador e instrumento de Jesucristo, el eterno Sumo Sacerdote:

«Por lo cual Él también es poderoso para salvar para siempre[a] a los que por medio de Él se acercan a Dios, puesto que vive perpetuamente para interceder por ellos.» (Hebreos 7:25)

Jesús resucitado siempre está presente e intercede constantemente por quienes se acercan a Dios a través de Él. Esto es lo que profesamos cada vez que pedimos: «Por Cristo, nuestro Señor.»

Como San Pablo, uno de los ministerios de Eugenio era pedir por su pueblo:

«Por esta razón, también nosotros, desde el día que lo supimos, no hemos cesado de orar por ustedes, pidiendo que sean llenos del conocimiento de Su voluntad en toda sabiduría y comprensión espiritual» (Colosenses 1:9)

Somos invitados a hacer una pausa y tomar conciencia de quienes nos apoyan en oración “a través de Jesucristo».

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TODOS TIENEN DERECHO A SER ESCUCHADOS POR SU PASTOR

 “Me encerré en mi oficina para ordenar un poco mi escritorio.  Las audiencias diarias ocupan todo mi tiempo; sin embargo, son necesarias. Es deber de un obispo estar disponible para todos sus fieles. Me consuela ver a todo el mundo irse satisfecho por mi recibimiento.  Todos tienen derecho a ser escuchados, a recibir el consejo y la ayuda de su pastor.”

Las ”audiencias” que menciona el Obispo Eugenio iban de 10 am a 2 pm todos los días en que estaba en su oficina, recibiendo a la gente.  Todos eran bienvenidos siempre y no había citas. La gente debía esperar conforme a su turno de llegada.

“D. Bartolomé de los Mártires [ed. Una de las figuras episcopales sobresalientes del Siglo XVI] dedicaba a las audiencias incluso más tiempo que yo, y probablemente no creía que fuese tiempo perdido. Podría emplearlo más agradablemente, pero lo importante es cumplir con el deber. No perdamos de vista estas hermosas palabras de san Pablo: «nosotros como siervos de ustedes por amor de Jesús.» [ed. 2 Corintios 4:5]. Con eso se sobrellevan todos los inconvenientes y las penas.”

Diario de Eugenio de Mazenod, Septiembre 8, 1838, EO XIX

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FOLKLOR Y CULTO

 “Confirmación en mi capilla, como todos los lunes. Visita del buey del Corpus, que quisieron llevar al gran salón. La gente llenaba el obispado. Tuve que hacer honor a tan hermosa visita. Todos ellos mostraron mucho interés, relatando las cosas más halagadoras: Noustre bel evesque nous fas tant de plaisir de lou voire, etc.”  (Ed. Provenzal: “Nos da mucho gusto ver a nuestro agradable Obispo”)

Por muchos años la Corporación de Carniceros de Marsella había hecho de un buey parte de la procesión de Corpus Christi. Originalmente, el motivo era recordar a los animales en el Templo de los sacrificios de Israel. En Provence se había convertido en parte del folklore que un niño vestido como Juan el Bautista montara un buey cubierto de flores y los carniceros lo acompañaran disfrazados.  Por ser importante para la gente, en principio Eugenio lo había permitido, pero más adelante fue cancelado, pues se perdía el enfoque de honrar al Santísimo Sacramento.

Termina el comentario en su diario de forma irónica:

“Cinco francos para el pequeño Juan Bautista, 10 francos a los nobles carniceros vestidos como Enrique IV, excepto la capa. Regalo al conductor de la víctima, todo termina con dinero.”

Diario de Eugenio de Mazenod, Junio 11, 1838, EO XIX

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ESTA  VEZ  PUEDO  DECIR  QUE  HE  SIDO  CRUCIFICADO ¡ QUE  SEA SOBRE LA CRUZ DE MI SALVADOR!

Eugenio no era ajeno a sufrir oposición y ser condenado públicamente por motivos políticos o eclesiásticos. Nunca había sido cuestionada o puesto en duda su moral o conducta, por lo que esta primera calumnia en público le había afectado grandemente.

“De no ser por el escándalo que ocasiona, creo que Dios me da la gracia de hasta llegar a agradecerle la humillación que pesa sobre mí; la cruz que mi Salvador llevó hasta el calvario me ayuda a sobrellevarla.
Ya es suficiente para mi viernes santo.  Esta vez puedo decir que he sido crucificado. ¡Que sea sobre la cruz de mi Salvador! que suaviza todas las penas.

Diario de Eugenio de Mazenod, Abril 13, 1838, EO XIX

Puesto que la acusación infundada en contra del Obispo Eugenio había ocasionado una controversia pública, la persona involucrada fue encontrada culpable y enviada a prisión. Cinco años después, en su lecho de muerte, escribió al obispo aceptando que todas sus calumnias habían sido falsas y pidiendo a Eugenio su perdón y oraciones.

“Sea quitada de ustedes toda amargura, enojo, ira, gritos, insultos, así como toda malicia.  Sean más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándose unos a otros, así como también Dios los[a] perdonó en Cristo.” (Efesios 4:31-32)

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DEMOS  GRACIAS  AL  SEÑOR  POR  HABERME  HECHO  PARTICIPAR  ESTE AÑO ABUNDANTEMENTE DEL DOLOR DE SU PASIÓN

¡Un Viernes Santo para recordar! Treinta años antes Eugenio había recibido la gracia de comprender el significado de la Cruz en su vida. Ahora, en 1838, había sido difamado en público por un antiguo sirviente doméstico, quien más tarde aceptaría haber inventado lo dicho.  Aprovechando la situación, algunos que se comportaron en forma hostil hacia la Iglesia en Marsella, estaban por imprimir un panfleto el Viernes Santo para hacer quedar peor al obispo.

Eugenio había planeado pasar el Viernes Santo meditando en paz a los pies de la Cruz, pero el Salvador tenía otros planes para él, en que experimentaría la Cruz de una forma más holística.

“Viernes santo. ¿Por qué estos días santos han de verse enturbiados, y el alma que desea estar a los pies de la cruz se ve apartada de la único que desea para su espíritu y corazón? Los malos vigilan hoy, como en tiempos del divino Salvador. Demos gracias al Señor por haberme hecho participar este año abundantemente del dolor de su pasión. Debo sacar provecho de ello.”

Diario de Eugenio de Mazenod, Abril 13, 1838, EO XIX

Como seguidores de Jesús, Eugenio y Pablo nos alientan en nuestro camino cotidiano, por difícil que éste pueda ser:

“A fin de vivir para Dios, crucificado juntamente con Cristo. Ya no soy yo quien vive; es Cristo quien vive en mí. Mi vida en este mundo consiste en creer en el Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí.” (Gálatas 2:19-20)

“No es que ya lo haya alcanzado o que ya haya llegado a ser perfecto, sino que sigo adelante, a fin de poder [a] alcanzar aquello para lo cual también [b] fui alcanzado por Cristo Jesús.” (Filipenses 3:12)

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PIDO  A  DIOS  ME  AYUDE  A  SOPORTAR  CON  RESIGNACIÓN  ESTA  NUEVA CLASE DE HUMILLACIÓN

El constante mal comportamiento de uno de sus empleados domésticos hizo que Eugenio lo despidiera.  En venganza, emboscó al obispo en una celebración pública en una iglesia, lanzando frente a la multitud acusaciones maliciosas y difamatorias acerca de él.

“No era una broma la que me esperaba con Roquevaire, sino más bien la mayor ofensa que haya recibido en mi vida.”

Debido a su violencia, la policía arrestó al hombre, mientras Eugenio conmocionado, continuaba con la ceremonia.

“Por mi parte, debía terminar la ceremonia.  Sentado ante el altar, mientras  colocaban los manteles y candelabros, me preguntaba si debido a mi emoción debiera abstenerme de subir al altar. Confieso que estaba tranquilo, menos impresionado que si hubiese visto semejante escena hecha a otro. Consultaba los sentimientos de mi corazón; claramente la gracia de Dios me ayudaba en ese momento, sin que encontrara en mi alma odio ni deseo de venganza, por justa que pudiera ser.  Sentí con toda sinceridad poder rezar por ese malvado, y me levanté para iniciar el santo sacrificio. Tuve la dicha de no perder ese sentimiento, y con la ayuda de Dios, pude dirigirme dos veces a la numerosa asamblea, sin tener la menor alteración.

Apenas había llegado a la casa parroquial cuando todos llegaron a expresarme su pena por lo sucedido…  Pido a Dios me ayude a soportar con resignación esta nueva clase de humillación.”

Diario de Eugenio de Mazenod, Abril 1°, 1838, EO XIX

“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si en verdad padecemos con Él a fin de que también seamos glorificados con Él. Pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada.”  Romanos 8: 16 – 18

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