La felicidad de Eugenio se colmaba al estar con la gente más pobre de su diócesis. Al reunirse personas de cuatro aldeas, escribió:
“Visita pastoral a Caillols, donde se reunieron los niños de las parroquias de St-Julien, de Paume y de Olives. Para mí es un verdadero consuelo instruir y catequizar a esas buenas almas del sector campesino…
Siempre quedo muy satisfecho con la atención de quienes me escuchan, y me felicito del método imprescindible que siempre he utilizado: hablar al pueblo en su lengua. Me contaban hoy que algunos labriegos de este pueblo, al recordar mi instrucción, decían entre sí: “es un placer ver a nuestro obispo hablar nuestra lengua…
Qué feliz sería de poder llegar a su corazón y hacerles amar al divino Maestro de quien les predico, con toda la sencillez que me es posible.”
Diario de Eugenio de Mazenod, Octubre 14, 1838, EO XIX
Eugenio estaba convencido, por experiencia personal, de que:
«Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios permanece en él.»
» Nosotros amamos[c] porque Él nos amó primero» (Juan 4: 16,19)
Era tal su convicción, que ésta se desbordaba a su ministerio con los más necesitados del amor de Dios.
¿Qué hace desbordar mi vida actualmente?