NO PODÍA COMPRENDER QUE HUBIESE UNA SOLA PERSONA QUE CONOCIÉNDOME REALMENTE, DESEARA HACERME DAÑO O INCLUSO ENTRISTECERME

Seguimos con los recuerdos de Eugenio el Domingo de Pascua de 1839 acerca de su vocación y la motivación detrás de su vida como misionero.  Al volver a Aix como sacerdote de 30 años de edad:

Mi respuesta al Sr. obispo de Metz fue que mi única ambición era consagrarme al servicio de los pobres y de la infancia. Comencé en las cárceles y mi aprendizaje consistió en rodearme de muchachos a los que instruía, formando a muchos en la fe. Llegué a ver hasta 280 a mi alrededor, y los que aun hoy se mantienen fieles a los principios que tuve el gusto de inculcar en sus almas y honran su fe en la sociedad o en el santuario, mantendrán por mucho tiempo en Aix o donde se encuentren, la fama que esa congregación se ganó justamente mientras pude encargarme de ella.

Este doble ministerio contribuyó a mi ilusión. Solo encontré en aquellos pobres prisioneros y esos muchachos que me miraban como a su padre, almas agradecidas y corazones llenos de afecto, que respondían a la tierna caridad que sentía por ellos. Me amaban hasta el punto en que varias madres me decían no poder estar celosas, pues ese sentimiento les probaba la bondad de sus hijos, pero que en verdad éstos me amaban más que a ellas, sus propias madres…

Una respuesta avasalladora a su amorosa dedicación: 

Así, todo contribuía a creer imposible que no me amaran. Y en la disposición en que estaba siempre, es decir, deseando hacer bien a todos y a dar mi afecto a quienes supieran apreciarlo, no podía comprender que hubiese una sola persona que conociéndome realmente, quisiera hacerme daño o incluso entristecerme. ¡Dulce pero engañosa ilusión de un corazón demasiado amante! No encontraba natural la carencia de ese sentimiento.

Diario de Eugenio de Mazenod, Marzo 31,1839, EO XX

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ESA ERA LA VERDADERA EXPRESIÓN DEL SECRETO DE MI VOCACIÓN

Domingo de Pascua de 1839. Eugenio sufría a causa de una seria oposición experimentada en la diócesis, que le lleva a reexaminar la vocación que le había colocado ahí: “dedicarme al servicio de mi prójimo, al que amaba con el amor de Jesucristo por los hombres.”  Tras ser ordenado sacerdote y terminar sus compromisos en el seminario, volvió a Aix en Provence para comenzar su ministerio. 

Fue también este sentimiento el que determinó mi opción cuando, de vuelta en Aix, el obispo de Metz [Mons. Jauffret] entonces administrador de la diócesis, me preguntó qué quería hacer. Ni por un momento pensé en utilizar mi posición social para dejar entrever pretensiones que todo el mundo habría encontrado razonables en esa época.

Eugenio era miembro de la nobleza antes de la Revolución Francesa e hijo del antiguo Presidente de la Corte de Cuentas. A los ojos de ciertas personas de Aix, había tenido un status que le habría dado derecho a una posición eminente en la Arquidiócesis de Aix. En su corazón Eugenio rechazaba todo ello, como se muestra en el dibujo que hizo en el seminario y en el lema que había elegido para él.  

Elegi abjectus esse in domo Dei mei, era mi lema.  

Es un extracto del versículo 10 del Salmo 84 (83): » Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa; prefiero el umbral de la casa de mi Dios a vivir en las tiendas del malvado.» 

Está trazado en un dibujo que mandé hacer estando en el seminario y que expresa perfectamente el secreto de mi corazón. Mi escudo de armas colocado sobre la capa de presidente de mi padre, separada y tirada sobre un banco de piedra, con el birrete y la corona echados por tierra; una cruz de madera y una corona de espinas rematando el escudo, en lugar de los ornamentos a los que daba testimonio de renunciar, pisoteándolos, por decirlo así. Esa era la verdadera expresión del secreto de mi vocación…

Diario de Eugenio de Mazenod, Marzo 31, 1839, EO XX

«Esa era la verdadera expresión del secreto de mi vocación» – la Cruz y la corona de espinas. Mirar la Cruz un Viernes Santo treinta y dos años había transformado el corazón de Eugenio, y permanecía en él.

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LA VOCACIÓN QUE ME LLAMABA A DEDICARME AL SERVICIO Y A LA FELICIDAD DE MI PRÓJIMO, AL QUE AMABA CON EL AMOR DE JESUCRISTO POR LOS HOMBRES

El Domingo de Pascua de 1839, dentro del contexto del ataque personal hacia él, seguimos leyendo la reflexión de Eugenio sobre el amor de Jesucristo como origen de su vocación e inspiración para todas sus acciones. Recuerda el amoroso papel de Dios en su ordenación sacerdotal el 21 de diciembre de 1811 y su primera Misa el día de Navidad.

Mis primeros años en la carrera que Dios había inspirado desde la infancia que abrazara, fueron dirigidos por este sentimiento que predomina en mi alma. Renuncié ante el venerable prelado que me consagró sacerdote [Mons. Demandolx] a quedarme con él como vicario general y amigo: estas fueron las expresiones utilizadas por él al hacerme la propuesta. El día de Navidad de 1811, día memorable para mí por ser el día en que pude ofrecer por vez primera el santo sacrificio, evité aceptar tan conmovedora señal de su bondad para no apartarme de la vocación que me llamaba a dedicarme al servicio de mi prójimo, al que amaba con el amor de Jesucristo por los hombres.

Diario de Eugenio de Mazenod, Marzo 31, 1839, EO XX

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BOGABA A TODA VELA EN ESE MAR DE CARIDAD, SIN ENCONTRAR NI UN SOLO ESCOLLO

Enfrentando la ingratitud y críticas de algunos en Marsella, Eugenio reflexiona en la fuerza motivadora en su vida, al recordar los pasos de su vocación. La dirección que tomó su vida fue el resultado de darse cuenta del amor abrumador del Salvador por él.

Esto explica la dedicación de mi vida al servicio y bienestar de mi prójimo. Renuncié a la dulzura de la vida privada y me alejé de la ternura maternal, personificada sobre todo en mi abuela, de quien yo era ídolo, y tras haberme iniciado con algunas obras de caridad con los enfermos y prisioneros, abracé el estado eclesiástico porque solo en él podía realizar lo que mi corazón me inspiraba a hacer por la salvación, y por tanto, por la felicidad verdadera de los hombres.

Eugenio luego recuerda sus días como seminarista en San Sulpicio, donde se preparó para el sacerdocio.

Hasta ahí nada afectaba mi ilusión. Solo encontraba corazones rectos, sensibles a mi caridad. Así, todos en el seminario me daban testimonios inequívocos de gratitud por el afecto que siempre me hacía anticiparme a ellos y demostrar que los amaba. Esto explica la especie de superintendencia que se me permitía respecto a la salud de los padres y hermanos, aunque jamás tuve el título, ni propiamente las funciones de enfermero.

Recuerda al superior del seminario, el P. Emery, quien tuvo gran influencia en la formación de Eugenio:

El mismo Sr. Emery, que nunca había querido escuchar a nadie sobre su salud, toleraba sin molestia, diré más, con complacencia y agradecimiento, que me ocupara de él, y desde los primeros signos de la enfermedad que nos lo arrebató, aproveché el ascendiente que me permitió tomar sobre él. Puedo decir que en mis cinco años en San Sulpicio bogaba a toda vela en ese mar de caridad, sin encontrar ni un solo escollo.

Diario de Eugenio de Mazenod, Marzo 31, 1839, EO XX

Así fluyó el amor del Salvador por Eugenio, llegando a su vez a los demás.

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ESTO EXPLICA LA DEDICACIÓN DE MI VIDA AL SERVICIO Y BIENESTAR DE MI PRÓJIMO

El Domingo de Pascua de 1839 Eugenio había recibido noticias de una venganza escandalosa por algo que había hecho por el bien de su diócesis.

Pues bien, el buen Dios permite que los hombres no me agradezcan y en cambio tergiversen mis intenciones y las calumnien, al no poder refutar la evidencia de los hechos.

Eugenio luego reflexiona en la motivación detrás de sus acciones. ¡Se trata del amor de Dios por él, el amor que lo alimenta y era instintivo al llenar su alma!

Creí que se me permitía disfrutar de un sentimiento legítimo, del que creía Nuestro Señor Jesucristo, modelo de toda perfección, nos daba ejemplo. A veces creía comprender que Dios amaba a cada uno según su mérito, sin detrimento de nadie. Alimentada por esos pensamientos, mi alma estaba abierta a aumentar ese sentimiento.

Como resultado, Eugenio pudo dar amor a los demás, compartiendo el amor del Salvador por él, tratándose del «ser» para «hacer». 

En mi ilusión, creía que al imitar a Dios, podría amar a todos, sin que nadie pudiese quejarse de darme más afecto del que yo le diera. Sentía en mí algo parecido a la inmensidad y un fondo de justicia y equidad proporcionado al mérito y la reciprocidad de cada uno.

Diario de Eugenio de Mazenod, Marzo 31, 1839, EO XX

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TODOS LOS DÍAS SON BUENOS PARA COMPARTIR LA CRUZ QUE A DIARIO DEBEMOS LLEVAR, SIGUIENDO AL SEÑOR

Desde su nombramiento como Obispo de Marsella, Eugenio llevaba un diario recordando los eventos del día y su reacción personal, que al repasarlo, nos da una idea muy de cerca de lo que sentía.

El Domingo de Pascua de 1839, escribió una de las entradas más largas que tenemos. Se encontraba en shock por algunas acusaciones escandalosas hechas en su contra, y vierte su corazón en su diario, en la emoción del momento.  Profundamente herido por el rechazo, aprovecha la oportunidad de mencionar y mirar atrás en su vida y lo que motivaba sus acciones.

Es un documento extenso, pero bien vale la pena leerlo, pues revela algunas facetas importantes de su vida.  Dedicaremos a él las siguientes diez entradas de “Eugenio nos habla”. Algunos de los pasajes son extensos, pero es importante que los sigamos, pues realmente nos llevan al corazón de Eugenio.

Leemos en el Diario del Obispo Eugenio:

Día de Pascua. Carta de pésame y afecto al pobre Brunet, párroco de la Ciotat.
El jueves santo del año pasado vinieron a prevenirme que algunos malvados preparaban un panfleto infame contra mí y me mostraron un primer borrador, que era de lo más repugnante. A propósito acepté la amargura que me ocasionaba, pues íbamos a realizar el mandatum para luego cantar el oficio del viernes santo.

Ahora, el Domingo de Pascua, Eugenio recibió información de que alguien más estaba por publicar algo escandaloso en su contra.

Este año el señor Bourgarel, un joven abogado muy honesto, llegó a casa cuando estaba por salir a oficiar en la catedral el gran día de Pascua: me dijo que la indigna mujer Arbieu, a quien denuncié ante el procurador general como regente de una casa de prostitución bajo la aparente advocación del santo nombre de María y con un hábito religioso para engañar a los padres que creían dejar a sus hijas en un internado, hacía que algunos abogados tan desvergonzados como ella, elaboraran un informe contra mí y varios sacerdotes, presentando todas las infamias posibles. Hubiera preferido que el aviso me llegara dos días antes, pues no era un tema para el día solemne. Aunque después de todo, todos los días son buenos para compartir la cruz que a diario debemos llevar, siguiendo al Señor.

Diario de Eugenio de Mazenod, Marzo 31, 1839, EO XX

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¿QUIÉN ES SAN EUGENIO? PERMANEZCAMOS UNIDOS EN MEMORIA DE UN PADRE AMADO PARA SIEMPRE

La primera carta circular del Padre Joseph Fabre dirigida a los Oblatos después del Capítulo General que le había elegido como sucesor de Eugenio, contiene la siguiente invitación:

Estemos unidos en espíritu y en el corazón

y seremos fuertes para hacer lo que sea bueno;

estemos unidos en la memoria de un Padre

por siempre querido

Recordamos que esas palabras siempre serán pertinentes para nosotros. Si permitimos a la presencia y al espíritu de Eugenio ser nuestra fuente de fuerza y de unidad, como Familia Mazenodiana, podemos estar seguros de que nuestros lazos de caridad y nuestro celo misionero no tendrán límites.

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INVITACIÓN A NUESTRA ORAISON MENSUAL CON LA FAMILIA MAZENODIANA

Invitación a nuestra oraison mensual con la Familia Mazenodiana. Para más información visite https://tiny.cc/oraison

 

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¿QUIÉN ES SAN EUGENIO? NUESTRO MUY AMADO FUNDADOR NO NOS HA DEJADO

Después de la muerte de Eugenio fue convocado un Capítulo General de los Oblatos en 1861. En la sesión de apertura hablaron dos de los miembros más veteranos de la Congregación: el Padre Tempier y el Obispo Guibert.

El Padre Tempier abrió el Capítulo General declarando su convicción respecto a Eugenio:

Este hombre Venerable ya no está entre nosotros, pero su espíritu continúa viviendo siempre en el corazón de sus hijos…”

El Obispo Guibert se hizo eco de los mismos sentimientos, hablando de la Congregación Oblata como nuestra “madre”:

Sí, nuestro Padre ha muerto, pero se que nuestra Madre permanece; y la considero inmortal; ella vivirá por el espíritu de su Fundador

Joseph Fabre, quien fue elegido para ser el sucesor de Eugenio, concluyó el Capítulo de 1861 diciendo:

Siento la asistencia de nuestro muy amado Fundador; ¡no nos ha dejado!

Yo estaba en su lecho de muerte y le dije: “Siempre estarás entre nosotros”. “Sí”, contestó él, y ha mantenido su promesa.
Él permanece entre nosotros por medio de la Santa Regla que nos ha dejado y que es la expresión de su amor por Dios y la salvación de las almas; es el testamento glorioso de su enorme corazón y en la observancia de ella encontraremos toda nuestra fuerza.

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SAN EUGENIO, OBISPO DE MARSELLA – EN SUS PROPIAS PALABRAS

1837- nombramiento como Obispo de Marsella, la segunda ciudad más grande de Francia.

Aquí estoy de hecho convertido en pastor y primer pastor de una diócesis que, por más que se diga, no está poblada de santos. Me ha sido dada, yo no la hubiera escogido. Sin embargo, tendré que encariñarme con este pueblo como un padre con sus hijos.

Tendré que consagrarle mi existencia, mi vida, todo mi ser; no tendré que pensar más que en su bien, ni que temer más que el no hacer bastante por su dicha y su santificación, ni que preocuparme más que por abarcar todos sus intereses espirituales y hasta en cierto modo su bienestar temporal.

Tendré, en una palabra, que consumirme por él, dispuesto a sacrificar por él mis comodidades, mis gustos, el descanso y la vida misma

Retiro preparatorio a la toma de posesión de la sede episcopal de Marsella, mayo 1837, E.O. XV n.185

Desde el primer día puedo ser instituido canónicamente, es decir, colocado por Jesucristo como guardián del redil, encargado de instruirlo, de alimentarlo y de edificarlo… convertirme en pastor y padre, investido de la autoridad misma de Jesucristo a quien deberé representar en medio de esta porción de su rebaño que habrá pasado a ser mi propio rebaño, del que tendré que dar cuenta al Supremo Pastor de nuestras almas , que me las habrá dado para que las salve sacrificándome por ellas.

Retiro preparatorio a la toma de posesión de la sede episcopal de Marsella, mayo 1837, E.O. XV n.185

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