LES ABRO LOS BRAZOS Y MI CORAZÓN PARA RECUPERARLOS, PUES LOS AMO DE VERDAD EN JESUCRISTO

La reflexión de hoy proveniente del diario de Eugenio, se enfoca en ser obispo, y leemos: 

Sabía bien que no ceñía una corona de flores, sino unas espinas; algunas se han mitigado, pero la carga se ha agravado, con todo el peso de la responsabilidad de una diócesis…

El mayor sufrimiento era ver cómo muchos de los que vivían en su diócesis eran los “más abandonados”, pues no conocían a Jesucristo como su Salvador.  Se sentía desvalido. 

¡Bendito sea Dios! vuelvo a este pensamiento que me preocupa, al verme en medio de una inmensa población cuya mayoría se encamina a perderse y sin que me sea posible detenerla, ni con mis palabras ni con mis anhelos. Les abro los brazos y mi corazón para recuperarlos, pues los amo de verdad en Jesucristo y rezo sin cesar por ellos. Esto debería darme paz, pero no es así, pues siento que estoy peor.

Diario de Eugenio de Mazenod, Mayo 8, 1839, EO XX

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LA MUERTE DE NUESTRO MUY AMADO HERMANO FUE LA DE UN SANTO

Eugenio escribió en su diario el 20 de mayo: 

¡Qué profundo dolor siento al saber que el P. Albini se encuentra de nuevo en estado grave! No sé ya qué pensar. Tras el milagro de la primera curación, de nuevo un peligro inminente. ¿Qué hacer? ¿Reclamar de nuevo al Señor? Mi alma está oprimida y mi corazón desgarrado. Dominus exaudiat

Diario de Eugenio de Mazenod, Mayo 20, 1839, EO XX

El Padre Albini siempre fue considerado como un santo en vida.  Cuando el anuncio de su muerte llegó a Eugenio, escribió en su diario personal:  

Debería invocar a nuestro venerable padre Albini en vez de rezar por él; lo que no he dejado de hacer; no obstante, saldé esta mañana una deuda sagrada, ofreciendo el santo sacrificio por él, que repetiré mañana y pasado mañana.
… La muerte de nuestro muy amado hermano fue la de un santo. Se trata de un bienaventurado que se une a la comunidad de la congregación en el cielo. ¡Dios mío, qué numerosa es ya y qué hombres hemos perdido! Extrañamente, me siento más resignado de lo que habría creído. Sin duda, debo esto a la intercesión de nuestro santo hermano. Que él tenga igualmente piedad del país que le había tocado, esperando lograr la conversión a través de su ministerio.

Diario de Eugenio de Mazenod, Mayo 27, 1839, EO XX

La causa de beatificación del Beato Albini está lista y aguarda un milagro a través de su  intercesión.

Ver: https://www.omiworld.org/es/lemma/albini-charles-dominique-es/

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FUE COMO MI MADRE TODO EL TIEMPO QUE PASÉ EN SICILIA

La entrada en el diario de Eugenio del 1° de mayo de 1839 se refiere a un evento sucedido hacía 37 años y que recordaba cada año.

Como es mi costumbre, dije la Misa por la duquesa de Cannizzaro, quien murió en esta fecha y fue como mi madre todo el tiempo que pasé en Sicilia.

Diario de Eugenio de Mazenod, Mayo 1°, 1839, EO XX

La duquesa de Cannizzaro fue la madre adoptiva de Eugenio en Palermo. Era generosa con los pobres y Eugenio le ayudaba a distribuir su ayuda entre los necesitados. En esa época había escrito:

Lo demostré a su muerte [Abril 29 de 1802], cuando todos vieron que mi dolor fue incomparablemente más profundo que el de sus hijos. La princesa a quien con tanta razón llamaba madre, nos fue arrebatada súbitamente: el golpe fue cruel y la herida profunda; me afectó por mucho tiempo, incluso caí enfermo. Me dijeron que al ver el cadáver me arrodillé al pie de su lecho, gritando repetidamente con dolor: “¡He perdido a mi madre, he perdido a mi madre!”

Diario del Exilio en Italia, EO XVI

Ese fue el primer encuentro del joven Eugenio con la muerte de alguien a quien estaba apegado emocionalmente.  Su reacción había sido intensa y veremos ahora qué tan profundamente le afectaría la muerte de sus seres queridos en el futuro.

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LA INCAPACIDAD PARA LLEGAR AL GRAN NÚMERO DE ALMAS QUE SE LES PARECEN ME OCASIONA UN GRAN DOLOR

El día de ayer Eugenio de Mazenod nos describió la edificación que encontró al estar con las Hermanas contemplativas. Seguimos su narración:

Volví a casa con estos dulces pensamientos. Por el camino encontré gente que  ciertamente no se preocupaba por Dios, y este contraste produjo en mi alma una indignación y disgusto que no sabría explicar. 
 
Al ver a los trasnochadores, los más abandonados en su comprensión de porqué se encontraban tan lejos de Jesucristo, sintió su imposibilidad de ayudarles.
La incapacidad para llegar al gran número de almas que se les parecen me ocasiona un gran dolor, sin poder hacer nada para apartarlos del vicio y ayudar a salvarse, ocasionándome un verdadero pesar de ser pastor de un rebaño en que tantas ovejas son extrañas a su obispo; se podría decir de ellas: non sunt de hoc ovili [Jn 10, 16]; que ya no pertenecen a Jesucristo. Solo me queda la oración como único medio de realizar mi deber con ellas.

Diario de Eugenio de Mazenod, Abril 22, 1839, EO XX

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EN ALABANZA DE LAS COMUNIDADES  CONTEMPLATIVAS: UN ANTICIPO DE LA FELICIDAD A LA QUE SON LLAMADAS ESTAS ALMAS SELECTAS

Eugenio comenta en su diario visitar el convento de las hermanas contemplativas, cuyas vidas transcurren en silencio y oración.  En ella experimentó la presencia de Dios, pues piden en forma constante por el mundo y sus necesidades.

Visita anual al primer monasterio de la Visitación. No puedo comentar lo suficiente la edificación encontrada; es realmente admirable ver la unión y la paz que reina en esa casa de Dios, la obediencia y el respeto a la superiora, pero sobre todo, el amor y fidelidad a la regla, el apego a las respuestas de los fundadores. ¿Cómo explicar la felicidad de todas estas santas hijas, y quién les hace preferir su estado a todo lo que el mundo podría ofrecerles? Solo es posible atribuirlo a la unción de la gracia, al Espíritu de Dios. Cada vez me impresiona más y me prueba la acción constante de la Providencia, un anticipo de la felicidad a la que son llamadas estas almas selectas, que gozan de esa dicha…

Diario de Eugenio de Mazenod, Abril 22, 1839, EO XX

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ME DEJÉ LLEVAR A ABRIR MI CORAZÓN Y EXPRESAR DÉBILMENTE LO QUE PIENSO Y NUNCA PODRÍA DECIR

Como Vicario General de su tío, el Obispo Fortuné, Eugenio había tenido que ser quien cambiara algunas situaciones e incorporar disciplina en el clero, que había carecido de un obispo residente por más de 20 años y muchos se habían convertido en “obispos” independientes en sus parroquias, por lo que resentían cualquier interferencia del Vicario General a nombre del Obispo Fortuné. 

Doy gracias a Dios por haberme iluminado mediante crueles experiencias. ¿No me había dicho muchas veces, que después de haber encontrado tantas personas que se levantaron contra mí como una injusticia, ésta provenía tal vez menos de la envidia y resentimiento por los proyectos y las reformas necesarias, que de no conocerme? Et vidi quod hoc quoque esset vanitas. ¿No he sido desconocido, despreciado, calumniado, odiado, por quienes me conocían bien o al menos habrían podido conocerme al vivir conmigo, viéndome actuar, por aquéllos que no solo habían visto mi excesiva bondad, sino sido objeto de ella; a quienes había colmado de favores? Vanitas vanitatum et omnia vanitas… et vidi quod hoc quoque esset vanitas [Qo 1,2; 2,2].

¿Cómo he escrito todas estas cosas? Eructavit cor meum [Sal 45 (44) 2]. Me dejé llevar a abrir mi corazón y expresar débilmente lo que pienso y nunca podría decir. Volvamos a nuestro Diario.

Diario de Eugenio de Mazenod, Marzo 31, 1839, EO XX

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RENUNCIEMOS A TODA RECOMPENSA O A CUALQUIER RECONOCIMIENTO DE LOS HOMBRES

Eugenio concluye que amar a la gente a pesar del rechazo, es lo que se espera de los siervos de Dios. 

Cada quien según lo recibido, y tras haber agotado su afecto y fuerza, debe decir con toda sencillez: servi inutiles sumus, quod debuimus facere fecimus [Lc 17, 10].  Siempre lo pensé respecto a Dios y lo que se hace por su servicio, pero requerí de un poco más de reflexión para extender ese sentimiento a los hombres, o al menos para comprender en él lo que se les da más allá del deber estricto de la caridad cristiana.

Luego agradece a Dios el don recibido de sentir compasión por los que sufren y querer responder con generosidad. 

En esto me engañaba. Si siento sus dificultades más que otros, si mi corazón se enternece solo al pensar en sus desgracias, si experimento un dolor real ante el simple relato de la desgracia de una familia desconocida, como por ejemplo la muerte de una madre que deje hijos, o de un hijo o hija cuya muerte precoz desgarre el corazón de una madre, no podría negar que esas son pruebas de una bondad poco común, que es un don de Dios.

Tras comentarlo, Eugenio se tranquiliza y reconoce que todo lo que hace debe ser por el amor de Dios y la gente, no para ser recompensado. 

ese sentimiento es resultado de mi modo de ser, una condición que Dios me dio al hacerme tal como y lo que soy. ¿Por qué querer que los hombres me lo tomen en cuenta? Esa sería una recompensa muy natural a un don del Señor, pues, por penoso que resulte y poco común, si hay algún otro que la posea en tan alto grado, me felicito de poseerla y siento cierta dicha en la amargura que me ocasiona. Así pues, renunciemos a toda recompensa o a cualquier reconocimiento de los hombres.

Diario de Eugenio de Mazenod, Marzo 31, 1839, EO XX

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PESE A LO QUE MI RAZÓN ENGAÑADA ME PIDE CREER, EL DERECHO AL AMOR DE LA GENTE PERTENECE SOLO A DIOS

Continuando nuestra reflexión en la entrada del Diario el Domingo de Pascua de 1839, vemos a Eugenio meditar en la difícil lección que debía aprender cuando ingenuamente creyó que por amar a la gente y al tratarlos afectuosamente, le corresponderían de la misma forma.  Al principio, algunos en Marsella se encargaron de darle esa lección. 

¡Cuántas cosas interesantes habría que decir al respecto! Aunque me apartaría del tema. Quise decir que me excedí en el amor a mis semejantes y sobre todo al creer merecer a cambio sentimientos similares de quienes yo tanto quería. Pese a lo que mi razón engañada me pide creer, el derecho al amor de la gente pertenece solo a Dios. Los hombres pueden hacer mal siendo ingratos, injustos, no respondiendo al bien que se les hace, pero no debo quejarme de ello. La disposición para actuar y el servicio debe continuar.

Diario de Eugenio de Mazenod, Marzo 31, 1839, EO XX

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FUI RECIBIDO COMO UN EXTRANJERO INVASOR, AUNQUE TRAJERA EL BIEN ESPIRITUAL A LA CIUDAD Y TODA LA DIÓCESIS

En 1820 Eugenio y los Misioneros habían participado en una misión en toda la ciudad de Marsella.  Se les encomendaron las tres parroquias más pobres de la ciudad.

Marsella vio con indiferencia en tres de sus parroquias, las más pobres y pobladas, el servicio ofrecido por la congregación que fundé, durante la gran misión que hicimos junto con otros misioneros de fuera, que al parecer hicieron más ruido aunque no sé si lograron más fruto, en los barrios hermosos de la ciudad. Nuestro trabajo pasó inadvertido por los habitantes de San Lorenzo, de los Carmelitas y de San Víctor. Sin duda, la buena gente no fue insensible a nuestro celo, como nos lo demostraron durante nuestro ministerio

Tres años después, Eugenio llegó a vivir en la ciudad como Vicario General de su tío, el Obispo  Fortuné.

pero hay que creer que el resto de la ciudad renunció al reconocimiento, pues menos de tres años después todo había sido olvidado y fui recibido como un extranjero invasor, aunque trajera el bien espiritual a la ciudad y toda la diócesis.

Diario de Eugenio de Mazenod, Marzo 31, 1839, EO XX

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¿HUBO UNO SOLO QUE NO ME DIERA PRUEBA DEL MÁS SINCERO AGRADECIMIENTO POR LAS BENDICIONES QUE LES OBTENÍA?

Eugenio sigue reflexionando en su diario sobre la entusiasta reacción de la gente el Aix a las bendiciones de su ministerio. 

Con todo, llegó el tiempo en que tuve que reconocer que no todos los hombres eran como yo; encontré pequeñas envidias que cotrarrestaban el entusiasmo manifestado por la gente en varias ocasiones, y entre otras, cuando la enfermedad me llevó al borde de la muerte…

Este fue el contexto del conflicto con el Capítulo de la Catedral respecto al coro que el Padre de Mazenod había arreglado eliminar durante la misión en la ciudad de 1820. Cf. J. Leflon, Bishop de Mazenod, II 

y cuando fui llevado en triunfo desde la metrópoli a la Misión por una multitud que quería vengar un ultraje que creía se me había hecho, solo mi voz pudo calmar su ira. Buena ciudad de Aix, ojalá nunca hubiese salido de tus muros. Habría pasado mi vida en la santificación de tus hijos, de todo tu pueblo, y solo habría recibido consuelo a cambio de mi dedicación. Pero ¿qué sería del dicho de que nadie es profeta en su tierra? Tenía que confirmarse ese dicho, si no en mi país natal, en el que fui obligado por fuerza a adoptar. 

No fue el caso en Marsella, donde sufrió el rechazo de la gente al ser Vicario General a partir de 1823. 

En Marsella encontré la amargura que me hizo perder el encanto de mis primeros años pasados en la dulzura de un amor recíproco con todo mi entorno, y de la fuerza que ejercía mi corazón en los de una gran población agradecida y afectuosa. ¿Qué digo de una gran población? ¡Y todos esos pueblos que había evangelizado en los nueve años que consagré a las santas misiones! ¿Hubo uno solo que no me diera prueba del más sincero agradecimiento por las bendiciones que les ganaba?

Diario de Eugenio de Mazenod, Marzo 31, 1839, EO XX

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