SEMINARIOS: NOS DEDICAREMOS GENEROSAMENTE, CON ALMA Y CORAZÓN, A TAN NOBLE E IMPORTANTE MINISTERIO

La primera petición del Obispo de Ajaccio fue que los Oblatos establecieran un seminario mayor para la educación y formación de los sacerdotes en Córcega.

Debido a la calidad necesaria en los individuos que requiere, me costará mucho moverlos de los diversos ministerios que cumplen con tanto éxito y con bendiciones increíbles; pero estoy decidido a hacer todos los sacrificios para establecer con solidez el bien inmenso que planea y que Dios mediante, realizará con la cooperación de los hombres de Dios que, según sus órdenes, pondré a su disposición para fundar su seminario mayor.

Carta al Obispo Casanelli d’Istria, Septiembre 19, 1834, EO XIII núm. 83

Rey, el biógrafo del Fundador, nos da el antecedente a la respuesta inmediata a la petición del Obispo.

“Pero las misiones, fin principal y, propiamente hablando, único de la Congregación de los oblatos, reclaman necesariamente otro más: la santificación del clero. En efecto, para preparar a los pueblos en las misiones e incluso hacerlas posibles para secundar el trabajo de los misioneros, asegurar el éxito y recoger, conservar y perpetuar los frutos de las mismas, hacen falta buenos sacerdotes, santos párrocos al frente de las parroquias…

Así, digamos que la santificación del clero es, después de y con las misiones, el fin principal de los misioneros oblatos de María Inmaculada. El piadoso Fundador lo dice formalmente: “El fin seguramente más excelente de nuestra Congregación, después de las santas misiones, es la dirección de los seminarios mayores, pues en vano derramarían su sudor los misioneros para arrancar de la muerte espiritual a los pecadores, si no hubiera en las parroquias sacerdotes llenos del Espíritu de Dios, que sigan fielmente los ejemplos del divino Pastor y apacienten con cuidado vigilante y asiduo a las ovejas devueltas al redil. Por eso, en la medida en que podamos, nos dedicaremos generosamente, con alma y corazón, a tan noble e importante ministerio”. https://www.omiworld.org/es/lemma/fines-de-la-congregacion/

 

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LA URGENCIA DE USTED DE RESPONDER AL CUIDADO DE SU INFORTUNADO REBAÑO, ABANDONADO POR TANTO TIEMPO

A mediados de 1834 ya había cerca de 36 Oblatos en 5 comunidades: Aix en Provence, Marsella, Laus, L’Osier en Francia, y Billens en Suiza.

En ese entonces, el recién nombrado Obispo de Ajaccio, Córcega, Casanelli d’Istria, visitaba amigos en Aix en Provence, donde conoció a Eugenio. Al comentarle sobre el abandono de la Iglesia en Córcega: “parroquias pobres, numeroso clero pero sin formación, en general ignorancia en los fieles, conflictos en las familias y entre los clanes”, solicitó la ayuda de los Oblatos. Se trataba de personas en un abandono real que necesitaban conocer a Jesucristo como Salvador – y Eugenio respondió ante tal necesidad.

No me desligo del compromiso que he hecho con usted al secundarle con toda mi fuerza en la gran misión que tiene por realizar en la diócesis que la divina Providencia acaba de confiar a su cuidado.

Carta al Obispo Casanelli d’Istria, Septiembre 19, 1834, EO XIII núm. 83

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QUE SEA UN BUEN SACERDOTE, TAL COMO NECESITA LA IGLESIA

Es mi intención, querido hijo, ordenar sacerdote al Hno. Kotterer en la primera ordenación de cuaresma… Te lo envío a Aix, con mi deseo de que ingrese al noviciado para pasar allí ese tiempo en profundo retiro bajo la dirección especial del maestro de novicios. Te ruego le recomiendes a ese querido ordenado, como te lo recomiendo a ti mismo, que sea un buen sacerdote, tal como necesita la Iglesia.
Te abrazo y bendigo a todos.

Carta a Hippolyte Courtès,  Marzo 1°, 1835, EO VIII núm. 507

El futuro sacerdote es encomendado para su retiro al Padre Casimir Aubert, director de novicios. 

Te encomiendo muy especialmente al hermano Kotterer. Aprovecha el retiro para inculcarle los principios de la vida religiosa, la indiferencia a todo, la muerte así mismo, la obediencia alegre, la entrega total a la Iglesia y a la familia, la aceptación de sus hermanos, etc..

Carta a Casimir Aubert, Marzo 10, 1835, EO VIII núm. 508

La visión en la que se había formado Calixte Kotterer y sobre la que se le debe recordar durante su retiro, se encuentra en un documento de Eugenio que actualmente conocemos como “Prefacio”: 

¿Qué hizo, en realidad, nuestro Señor Jesucristo cuando quiso convertir el mundo? Escogió a unos cuantos apóstoles y discípulos que él mismo formó en la piedad y llenó de su espíritu y, una vez instruidos en su doctrina, los envió a la conquista del mundo que pronto habían de someter a su santa ley.

            ¿Qué han de hacer a su vez los hombres que desean seguir las huellas de Jesucristo, su divino Maestro, para reconquistarle tantas almas que han sacudido su yugo? Deben trabajar seriamente por ser santos, y caminar resueltamente por los senderos que recorrieron tantos obreros evangélicos, que nos dejaron tan buenos ejemplos de virtud en el ejercicio del mismo ministerio al que ellos se sienten llamados. Deben renunciarse completamente a sí mismos, sin más miras que la gloria de Dios, el bien de la Iglesia y la edificación y salvación de las almas. Deben renovarse sin cesar en el espíritu de su vocación, vivir en estado habitual de abnegación, y con el empeño constante de alcanzar la perfección. Deben trabajar sin descanso por hacerse humildes, mansos, obedientes, amantes de la pobreza, penitentes y mortificados, despegados del mundo y de la familia, abrasados de celo, dispuestos a sacrificar bienes, talentos, descanso, la propia persona y vida por amor de Jesucristo, servicio de la Iglesia y santificación de sus hermanos; y luego, con firme confianza en Dios, entrar en la lid y luchar hasta la muerte por la mayor gloria de su Nombre santísimo y adorable.
de Nota bene (Regla de 1818)

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LA PRÁCTICA DE LOS DEBERES QUE HABÍA CONSAGRADO LIBREMENTE Y PARA SIEMPRE AL SEÑOR

Eugenio continúa su carta al Padre Rossi, en la que trata de reflejar su conciencia para atraerlo a las responsabilidades a las que se comprometió públicamente.

En espera de más información de su parte, le autorizo a quedarse donde se encuentra. Pero sepa bien que mi autorización se basa en la necesidad extrema de sus padres, que supongo no pueden prescindir de la ayuda que su trabajo les proporciona…

Eugenio le da puntos de referencia para evaluar su estilo de vida y vida religiosa.

Es decir, debe escribir de vez en cuando para comentar sobre su posición y consultarme sobre su interior. Debe exponer lo que hace, si vive honorablemente y sin riesgo para el alma, sobre la retribución de su trabajo, lo que da a sus padres, cuáles son las razones para creer poder pedir dispensa por su posición temporal actual.
En una palabra, escriba con el corazón permeado por los deberes de su estado y para probar que verdaderamente, por causa de fuerza mayor y en contra de su voluntad, se ve obligado a solicitar un permiso que lo coloca fuera de la esfera que la Providencia le había fijado y de la práctica de los deberes que había consagrado libremente y para siempre al Señor.
Adiós, mi querido P. Rossi, espero que reconozca en todo cuanto digo, la solicitud de un padre que le ama.

Carta al Padre Joseph Rossi, Febrero 12, 1835, EO VIII núm. 505

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NO SE JUEGA IMPUNEMENTE CON LAS OBLIGACIONES QUE HA CONTRAÍDO

El Padre Joseph Rossi había recibido autorización para vivir fuera de la comunidad Oblata por algún tiempo, para poder ayudar a sus padres. Debía mantener contacto con su superior y su comunidad religiosa durante ese período, pero aparentemente no lo había hecho. Tres años antes, Eugenio había mencionado que el joven Oblato no había sido ejemplo de virtud:

a Rossi jamás se le podrá considerar por una impresionante regularidad exterior, todas sus virtudes se concentran en su corazón

Carta a Henri Tempier, Junio 18, 1832, EO VIII núm. 425

Eugenio siempre consideró que los votos hechos por los Oblatos eran sagrados y no vivir de acuerdo a dichos compromisos, ponían en peligro la salvación personal. Por tanto advierte a Rossi:

Me alegró la carta que me envió, mi querido P. Rossi. Admito que veía con preocupación no diese nunca señales de vida desde que vive fuera de nuestra comunidad. La autorización verbal otorgada en mi ausencia me parece concedida de forma inoportuna y fundada en razones poco válidas. No veo ninguna señal de la relación que siempre debe haber en tales casos entre los Superiores y quienes están canónicamente autorizados para vivir temporalmente lejos de ellos. Temo por el estado de su alma a la que veo en peligro en todo esto. “Deus non irridetur” (ed. No se engaña a Dios). No se juega impunemente con las obligaciones que ha contraído. Se trata nada menos que de su salvación.
Tengo el mayor deseo de normalizar todo cuanto tenga problema en su asunto. Por ello, hace falta buena fe y rectitud de su parte, en una palabra, que hable en conciencia frente a la eternidad; por mi parte, encontrará todo lo necesario para ayudar a su deber. 

Carta al Padre Joseph Rossi, Febrero 12, 1835, EO VIII núm. 505

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SI DEBEMOS ACEPTAR ALGO, DEBE SER DE FORMA EFECTIVA

Al recibir solicitudes para una misión, se reunían todas para la evaluación de Eugenio y de los Oblatos y decidir cómo proceder.

Lo evidente en esta carta es que el método de los misioneros Oblatos no era una predicación superficial, sino un profundo enfoque al llegar a una aldea por varias semanas, para lograr resultados duraderos. (Ver http://www.eugenedemazenod.net/esp/?p=363  para mayores detalles) 

He podido, mi querido Courtés, reunir a nuestros Señores para combinar el trabajo con las diversas misiones que nos han pedido. El resultado de nuestra conferencia fue que no debemos dudar en dar preferencia a las misiones sobre los retiros. Así pues, hay que elegir la misión de Peynier, que solicita el Párroco, y no es oportuno dar el retiro de Fontvieille, pues predicado por dos misioneros durante quince días, ese solo ejercicio produciría un bien imperfecto en una población de 2,500 almas. Al aceptarlo importa el resultado, y es imposible como lo concibe el Párroco de Fontvieille. Si mientras tanto, recibes respuesta de ese buen anciano, puedes responder sin temor que habiéndote dirigido a mí, me negué a  ceder dos misioneros para un solo retiro. Para hacer algún bien en un pueblo tan malo, se requieren al menos tres misioneros para una misión de cuatro semanas. Es lo que podemos ofrecer para su decisión.
La misión de Auriol fue admirable, nuestros Señores han trabajado enormemente y están listos para reanudar.
Adiós, mi querido, te abrazo.

Carta a Hippolyte Courtès, Febrero 3, 1835, EO VIII núm. 504

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SEAN PRUDENTES EN LAS REGIONES MIXTAS QUE EVANGELIZAN

El Padre Mille vivía y trabajaba en Suiza, en áreas de diferentes religiones, donde algunos protestantes estaban en contra de los católicos. Eugenio aconseja a los Oblatos discreción en su acercamiento. 

Creo que el P. Guibert te escribió que veía conveniente que el P. Hermitte saliera un poco a las misiones y les habrá dado su opinión sobre a quién elegir como jefe. Sea lo que sea, recomiendo la prudencia por encima de todo, necesaria sobre todo en las regiones mixtas que evangelizan. No intenten convertir a los protestantes. Mejor para ellos si aprovecharan su visita, pero no los tengan como objetivo especial, pues el bien particular podría perjudicar al general; por otra parte, son enviados “ad domésticos fidei”. Confórmense con eso. Se necesitaría poco para desatar una persecución cuyas consecuencias serían incalculables.

Carta a Jean Baptiste Mille, Enero 15, 1835, EO VIII núm. 501

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NO TE PREOCUPES, PUES DIOS EN SU BONDAD, COMPENSARÁ LO QUE HAGA FALTA

Los Oblatos escribían a Eugenio para comentar sus éxitos y dificultades en la predicación de misiones paroquiales y para solicitar su consejo. El recién ordenado Padre Vincens tenía problemas con el sacramento de la reconciliación. 

No habrías tenido las dificultades que me dices, de haber podido hacer tus primeras campañas con alguien con experiencia.

Eugenio se refiere a las misiones en las parroquias de las aldeas al utilizar el sacramento de la reconciliación como medio para el crecimiento espiritual y el acompañamiento. El penitente llegaba a confesión por primera vez. Al recibir consejo sobre cómo lograr un cambio de vida, el penitente llegaría una segunda vez y recibiría la absolución en los temas que había trabajado. 

La primera sesión con el penitente debe ser sobre dos puntos principales: el 1º y 6º preceptos. Por ejemplo, desde ese momento emites tu juicio, diciéndote: absolveré a este hombre, a menos que no se enmiende en absoluto. Cuando vuelve, y aunque no lo reconozcas, si se ha enmendado, lo absuelves por el juicio hecho durante la primera acusación. En cuanto a la contrición con la que tenías dificultad, te habrías librado de esa preocupación al haber practicado nuestro precioso ejercicio del acto de contrición, uno de los más poderosos medios, propio de nuestra Congregación, y que hasta el presente ha sido siempre infalible.

Eugenio termina recordando al joven Oblato que es la tarea de Dios la que realiza y a confiar en que Dios le acompaña. 

Pero tranquilízate, Dios se habrá hecho presente. Adiós, te abrazo a ti y a tus compañeros, llevándolos en mi corazón y bendiciéndoles.

Carta a Ambroise Vincens, Enero 17, 1835, EO VIII núm. 503

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EL POBRE INSTRUMENTO DE ESAS MARAVILLAS ES EL PRIMERO SORPRENDIDO

Eugenio se maravilla ante lo logrado por los Oblatos en sus misiones parroquiales.

Bendigo al Señor, mi querido P. Vincens, por lo que ha hecho por su ministerio y el de nuestro querido P. Dassy. Ese buen maestro quiso animarles con las bendiciones a las que acompaña sus palabras.

Son los instrumentos utilizados por Dios y mientras más se permiten ser cooperadores del Salvador, más bendiciones prodigan a la gente.

Habrán reconocido, al igual que nosotros, que el éxito de nuestro trabajo sólo es atribuíble a su gracia. Ella es la que penetra los corazones cuando las palabras son captadas por los oídos y he ahí la inmensa diferencia entre nuestras predicaciones y las de otros predicadores infinitamente superiores en otros aspectos. A la voz del misionero se multiplican los milagros, y el prodigio de tantas conversiones es tan palpable, que el pobre instrumento de esas maravillas es el primer sorprendido, y al bendecir a Dios se alegra y humilla ante su pequeñez y nulidad.

El cooperador del Salvador es un generoso instrumento a través del cual Dios obra milagros:

¡Qué milagros! ¿Y habrá mayores en las misiones que los realizados por ti mismo?

Carta a Ambroise Vincens, Enero 17, 1835, EO VIII núm. 503

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NO QUERAMOS IR MÁS DE PRISA DE LO QUE DIOS NOS PIDE 

La exigencia de las misiones eran mucho mayores a lo que el pequeño grupo de Oblatos podía lograr. Aun así, no se podían obtener nuevos miembros con solo desearlo. Todo dependía del llamado de Dios a este estilo de vida. 

El noviciado prospera; hay dos sacerdotes que saldrán bien armados para luchar en contra del diablo, claro está. La mayoría de los demás ha terminado teología y el próximo año estarán preparados para su oblación. Mientras tanto, hay que sufrir y tener paciencia, y sobre todo no querer ir más de prisa de lo que nos pide el impulso divino. Él sabe de las necesidades de su Iglesia y de nuestra buena voluntad.

Carta a Bruno Guigues, Enero 17, 1835, EO VIII núm. 502

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