Eugenio se maravilla ante lo logrado por los Oblatos en sus misiones parroquiales.
Bendigo al Señor, mi querido P. Vincens, por lo que ha hecho por su ministerio y el de nuestro querido P. Dassy. Ese buen maestro quiso animarles con las bendiciones a las que acompaña sus palabras.
Son los instrumentos utilizados por Dios y mientras más se permiten ser cooperadores del Salvador, más bendiciones prodigan a la gente.
Habrán reconocido, al igual que nosotros, que el éxito de nuestro trabajo sólo es atribuíble a su gracia. Ella es la que penetra los corazones cuando las palabras son captadas por los oídos y he ahí la inmensa diferencia entre nuestras predicaciones y las de otros predicadores infinitamente superiores en otros aspectos. A la voz del misionero se multiplican los milagros, y el prodigio de tantas conversiones es tan palpable, que el pobre instrumento de esas maravillas es el primer sorprendido, y al bendecir a Dios se alegra y humilla ante su pequeñez y nulidad.
El cooperador del Salvador es un generoso instrumento a través del cual Dios obra milagros:
¡Qué milagros! ¿Y habrá mayores en las misiones que los realizados por ti mismo?
Carta a Ambroise Vincens, Enero 17, 1835, EO VIII núm. 503