HIJOS MÍOS QUE VAN HACIA ESTA HERMOSA MISIÓN, QUE EXTIENDE SUS BRAZOS HACIA USTEDES

San Eugenio escribe al primer grupo en salir de Francia para establecer nuestra primera misión en el extranjero: «hijos míos que van hacia esta hermosa misión, que extiende sus brazos hacia ustedes.»

Advierte a los seis Oblatos respecto a la importancia de la primera impresión que den a su llegada, pues de ella depende su éxito al predicar el Evangelio.

“Recuerden que a su llegada los ojos de todos estarán fijos en ustedes y que se les juzgará primero por su aspecto exterior; difícilmente se pueden cambiar las primeras impresiones. Que se vea que son hombres que van a la conquista de las almas, en cuya regularidad se puede confiar para la edificación del clero y del pueblo de esta extensa Diócesis y de todas sus regiones.”

La clave del éxito sería moldear sus vidas de acuerdo a la Regla Oblata, que marcaba cómo vivir la espiritualidad y la misión de los Oblatos.

“Instalados ya en su casa, sigan la Regla. Que no se diga que los Sulpicianos y los Jesuitas. [ed. los dos grupos más importantes al este de Canadá] actúan mejor que vosotros.”

Carta a los primeros Oblatos en ir a Canadá, Octubre 9, 1841, EO I núm. 9

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PERSUADIR A LAS PARTES PARA ACEPTAR SUS DECISIONES, MOTIVADAS POR EL ESPÍRITU DE IMPARCIALIDAD

Aun cuando el compromiso del  Obispo Eugenio de Mazenod se encontraba en Marsella, siempre siguió con gran interés el trabajo misionero de cada uno de sus hijos Oblatos. 

“Continúa esa carrera con confianza y ánimo, viendo que es Dios quien guía tus pasos y te ayuda.”

Luego hace referencia al ministerio conciliador que los Oblatos realizaban en Córcega entre violentas facciones opuestas.  No era solo necesario lograr la reconciliación en las emociones y las palabras, sino dar a cada parte la oportunidad de expresar sus reclamos (generalmente respecto a la pobreza y el poder) y luego trabajar juntos en una solución acordada mutuamente. Los Oblatos se convirtieron en mediadores neutrales para arbitrar un acuerdo permanente. 

“Sin duda apruebo que acepten arbitrar los litigios que mantienen la discordia en las familias, pero para ello es necesario que tengan algún conocimiento de las leyes sobre la materia; tendrían que leer el código civil, pues hay que cuidarse de no arriesgar decisiones que fueran opuestas a las leyes. La equidad no siempre es suficiente.
Hay que actuar con mucha prudencia en todos los casos, y persuadir en cuanto sea posible a las partes, para aceptar sus decisiones, motivadas por el espíritu de imparcialidad.”

Carta al P. Etienne Semeria, Noviembre 10, 1841, EO IX núm. 748

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RODEADOS POR TODOS ESOS HOMBRES SANGUINARIOS, QUE SE CONVIERTEN EN CORDEROS ANTE SU VOZ, DEJANDO A UN LADO LAS ARMAS

Eugenio de Mazenod era Superior General de los Oblatos, al mismo tiempo que Obispo de Marsella. Así, era responsable por completo del trabajo misionero de los Oblatos y tenía un gran interés en todo lo que hacían, alegrándose con sus éxitos.

“Mi querido Padre Semeria, cada vez que recibo tus cartas, agradezco a Dios por todo lo que se digna realizar a través de su ministerio.”

Los Oblatos habían estado seis años en la isla de Córcega a cargo del seminario mayor y predicando misiones en las aldeas. En ese entonces, la isla era habitada y conocida por violentas familias feudales y el derramamiento de sangre. Acababan de terminar una misión en el pueblo de Zicavo, donde pudieron lograr la paz entre las partes en lucha.

Zicavo, Córcega

“Estoy de acuerdo en multiplicar el agradecimiento por la hermosa misión de Zicavo. Desde aquí les imagino rodeados por todos esos hombres sanguinarios que se convierten en corderos ante su voz, dejando a un lado las armas, abrazándose y perdonándose ¡Qué belleza! ¡Y la emotiva respuesta de que al estar sus armas cargadas para eliminar a sus enemigos, al no tenerlos ya, las descargaran en su honor!”

Carta al P. Etienne Semeria, Octubre 16, 1841 EO IX núm. 741

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LA DICHA DE ENCONTRARME REUNIDO CON SERES TAN QUERIDOS

En un inusual descanso con su madre y la familia de su hermana, Eugenio describe sus impresiones. La reunión familiar sería la última con su sobrino, Luis, quien se encontraba enfermo en fase terminal. Dos hermanas de Luis habían fallecido siendo adolescentes y ahora él enfrentaba la muerte, a los 26 años.  Solo le sobrevivirían dos hermanos: Eugène y Césarie.

En el castillo llevábamos una vida de comunidad. Era edificante ver a mi alrededor a tantas almas cristianas de virtud.

Nuestra buena madre ya octogenaria, modelo de costumbres patriarcales, puntual en todos sus deberes religiosos, recitando a diario el oficio con mi hermana, con recogimiento y devoción; mi hermana, un verdadero ángel de piedad, mujer fuerte probada por las tribulaciones y soportando con valor heroico, que no excluye el dolor, la cruel pérdida de sus hijos.

Mi cuñado, el caballero más galante que conozco, a quien como a su virtuosa mujer y todos nosotros, el Señor le otorgaba bendiciones al verle practicar la religión que siempre había honrado.

¿Qué diré de mi sobrino Luis, tan santo, espiritual, y tan cabal; y de su hermano Eugenio, que encanta a todos, probando que los elogios del P. Pillon, rector del colegio de Brugelette, eran justamente merecidos?

En cuanto a Cesárea, todos los que la conocen estarán de acuerdo si digo que es tan amable como buena, y que su espíritu, su corazón y su carácter, la hacen una persona perfecta. La dicha de encontrarme reunido con seres tan queridos estaba mezclada con tristeza, al ver el sufrimiento de nuestro pobre Luis…

Diario de Eugenio de Mazenod, Septiembre 16, 1841, EO XX

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LA DICHA QUE SIENTO AL DAR EL CUERPO DE JESUCRISTO A TODA MI FAMILIA

El sobrino de Eugenio, Luis Boisgelin, se preparaba para ser sacerdote Jesuita y había caído gravemente enfermo. Habría sido el tercer hijo de la hermana de Eugenio en morir joven.

Luis había sido enviado a casa para descansar y Eugenio se les unió para un descanso de 8 días.

No puedo expresar la dicha que siento al dar el cuerpo de Jesucristo a toda mi familia. Es algo divino; siempre me cuesta contener las lágrimas; mi corazón está rebosante.

Diario de Eugenio de Mazenod, Septiembre 14, 1841, EO XX

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ENVEJECEMOS DÍA A DÍA, PERO LUEGO LLEGA EL ANIVERSARIO QUE TE RECUERDA QUE ERES UN AÑO MÁS VIEJO

Las reflexiones de Eugenio en su cumpleaños 60 no requieren comentarios:

1° de agosto
Nada de especial en este día, salvo que cumplo años. Así es como nos vamos acercando al fin casi sin sospecharlo. Envejecemos día a día, pero luego llega el aniversario para recordarte que eres un año más viejo, y cada año la cifra aumenta y acaba por extrañarte, porque en esa rápida progresión nada parecía diferente, ni en la energía del cuerpo ni en la mente. Si se le hubiera consultado, el espejo habría podido atraer la atención sobre el paso irreparable de los años, pero yo lo uso solo para liberarme de prisa de la molesta barba; por lo demás, el espejo te muestra tal como eras aproximadamente anteayer ¿y quién va a reflexionar sobre el más o menos de belleza o del frescor de la cara?  Así, uno llega a los sesenta. Casi valdría más no saberlo, pues parece que uno está al final de la vida, y entonces ¿cómo tener valor para emprender cualquier cosa? Hace falta un esfuerzo de voluntad, con un poderoso estímulo de la gracia de Dios.

Diario de Eugenio de Mazenod, Agosto 1°, 1841, EO XX

 

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ES LA PROVIDENCIA QUIEN HA DISPUESTO LAS COSAS SIN QUE LAS ESPERÁSEMOS EN ABSOLUTO

Hippolyte Guibert tenía 14 años y vivía cerca de los Misioneros de Provenza cuando fueron fundados en Aix en 1816. A los 21 años, y después de siete años de observar el celo de los Misioneros, fue llamado por Dios a unírseles. Hizo su oblación perpetua en 1823.

Guibert era muy talentoso, aunque siempre humilde. Eugenio reconoció sus cualidades y le asignó a varios puestos de liderazgo, incluso como superior de la comunidad en Laus y después como rector del seminario mayor en Córcega.

Las cualidades del Oblato no pasaron desapercibidas para el Iglesia y el Gobierno de Francia, y fue nombrado Obispo de la ciudad de Viviers, a los 39 años, en 1841. (Más tarde sería el Arzobispo de París y el primer Cardenal OMI, pero veremos más de esa historia más adelante.)

El gobierno querría nombrar obispo al P. Guibert y no me sorprende.

Diario de Eugenio de Mazenod, Julio 20, 1841, EO XX

El número de Oblatos en Francia se había visto disminuido al enviar a los seis misioneros a Canadá, y ahora uno de los Oblatos más talentosos era removido de la fuerza de trabajo. Eugenio confió al Padre Courtès: 

Para complicar más nuestras dificultades, acaban de quitarnos al P. Guibert: no pierdo de vista las ventajas del nombramiento bajo varios aspectos, pero me abruma en las circunstancias actuales. Hubiese visto bien su nombramiento para Gap hace dos años, pero para Viviers, y en este momento, me deja confundido. Sin embargo, no podría oponerme a los designios de la Providencia, quien ha dispuesto las cosas sin que las esperásemos en absoluto, y vendrá en nuestra ayuda.

Carta a Hippolyte Courtès, Agosto 11, 1841, EO I núm. 3

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LA ORAISON SERÁ TU MINA Y LOS EXÁMENES DIARIOS TE SERVIRÁN DE ESPEJO, DE BRÚJULA Y AUN DE ESPUELA

Cuando Eugenio de Mazenod nombra maestro de novicios al Padre José Vincens, éste se siente temeroso de no ser capaz de llevar adelante esa responsabilidad. El consejo de Eugenio para él, que puede aplicársenos en tantas situaciones difíciles que afrontamos, fue: 

… debes poner toda tu confianza en Dios en el nuevo cargo que se te ha dado y convencerte de que con su ayuda triunfarás en él, tan bien y mejor que en cualquier otro. La oración será tu mina, y los exámenes diarios te servirán de espejo, de brújula y aun de espuela, si es necesario. Ve pues con confianza, y dite como San Ignacio: Vincens solo no puede nada, Vincens y Dios lo pueden todo.

Carta a José Vincens, Julio 17, 1841, EO IX núm. 734

Como recordamos, la Oraison era la oración diaria en la que los Misioneros estaban en mutua comunión. Era como una mina de oro que aportaba a todos riqueza espiritual. Es la oración que la Familia Mazenodiana en los Estados Unidos alienta cada mes a sus miembros (ver: https://sites.google.com/view/mazenodianfamily/oraison-mensual-en-español)
El examen se refiere a la hermosa oración que San Ignacio y los Sulpicianos dieron a conocer.

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EL PÚBLICO TE MIMA A CAUSA DE TUS CUALIDADES, DE TU CELO Y TODO LO QUE LLAMA LA ATENCIÓN EN TI

El Padre Luis Toussaint Dassy era un Oblato inteligente y muy talentoso, de excelencia en todo lo que realizaba, tanto como predicador misionero y autor de libros, como estudioso de arqueología en su tiempo libre. Eugenio le escribe para aconsejarle asegurarse de confiar en Dios y no en su talento. 

No ceso de agradecer a Dios el bien logrado por tu ministerio, pero tú, hijo mío, y tus hermanos, tengan siempre en el corazón y en los labios las palabras del Apóstol: Somos siervos inútiles; hicimos lo que teníamos que hacer [Lucas 17, 10].
¿Quiénes somos para hacer milagros? Lo que debe sorprendernos, es no echar a perder con nuestros errores la obra que Dios nos ha confiado y que lo que ponemos de nuestro en ella, no desaparezca a nuestros ojos,

Advierte al Padre de 33 años: 

y cuidemos de no pedir nada a los hombres, no queremos más sus elogios, su admiración, etc. que su dinero. Tú, sobre todo, mi buen hijo, necesitas cuidarte porque el público te mima a causa de tus cualidades, de tu celo y todo lo que le llama la atención en ti.

Carta al Padre Luis Dassy, Julio 17, 1841, EO) IX núm. 733

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DIOS ES TESTIGO DE CÓMO LES SIGO CON MI AFECTO EN LA TERNURA DE CRISTO

Como San Pablo, Eugenio era el padre de la familia misionera Oblata y expresaba su afecto a la comunidad que partía hacia Canadá. 

En cuanto a mí, doy gracias a Dios cada vez que pienso en ustedes, en todas mis oraciones, pidiéndole con alegría por todos respecto a su comunión en el Evangelio; confiando también en que aquel que ha iniciado con ustedes una buena obra, la llevará a término, hasta el día de Cristo Jesús; justo es que yo se los diga, pues les llevo en el corazón. Dios es testigo de cómo les sigo con mi afecto en la ternura de Cristo; y pido que su caridad abunde cada vez más en el conocimiento y en el amor por Jesucristo, para la gloria y alabanza de Dios.

Se dice que al salir de una plática con Eugenio, el Obispo Berteaud de Tulle exclamó: “¡Señores, acabo de conocer a Pablo!” Si dichas palabras fueron ciertas o no, sí reconocen el espíritu con el que Eugenio veía las misiones de sus Oblatos en el extranjero. 

Emprendan pues su viaje con un corazón alegre. Que Dios mismo, nuestro Padre y nuestro Señor Jesucristo dirijan sus pasos; que esté sobre ustedes la benevolente protección de la Santísima Virgen María, y la guarda atenta del santo Ángel de Dios.
Dado en Marsella con nuestra firma y sello y la del Secretario de la Congregación, en el año del Señor mil ochocientos cuarenta y uno, el vigésimo día de septiembre.

Carta de Obediencia a los primeros Misioneros Oblatos en ir a Canadá, Septiembre 29, 1841, EO I núm. 8

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