LA DICHA DE ENCONTRARME REUNIDO CON SERES TAN QUERIDOS

En un inusual descanso con su madre y la familia de su hermana, Eugenio describe sus impresiones. La reunión familiar sería la última con su sobrino, Luis, quien se encontraba enfermo en fase terminal. Dos hermanas de Luis habían fallecido siendo adolescentes y ahora él enfrentaba la muerte, a los 26 años.  Solo le sobrevivirían dos hermanos: Eugène y Césarie.

En el castillo llevábamos una vida de comunidad. Era edificante ver a mi alrededor a tantas almas cristianas de virtud.

Nuestra buena madre ya octogenaria, modelo de costumbres patriarcales, puntual en todos sus deberes religiosos, recitando a diario el oficio con mi hermana, con recogimiento y devoción; mi hermana, un verdadero ángel de piedad, mujer fuerte probada por las tribulaciones y soportando con valor heroico, que no excluye el dolor, la cruel pérdida de sus hijos.

Mi cuñado, el caballero más galante que conozco, a quien como a su virtuosa mujer y todos nosotros, el Señor le otorgaba bendiciones al verle practicar la religión que siempre había honrado.

¿Qué diré de mi sobrino Luis, tan santo, espiritual, y tan cabal; y de su hermano Eugenio, que encanta a todos, probando que los elogios del P. Pillon, rector del colegio de Brugelette, eran justamente merecidos?

En cuanto a Cesárea, todos los que la conocen estarán de acuerdo si digo que es tan amable como buena, y que su espíritu, su corazón y su carácter, la hacen una persona perfecta. La dicha de encontrarme reunido con seres tan queridos estaba mezclada con tristeza, al ver el sufrimiento de nuestro pobre Luis…

Diario de Eugenio de Mazenod, Septiembre 16, 1841, EO XX

Esta entrada fue publicada en Uncategorized. Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *