¿NO ES UN ANTICIPO DEL PARAÍSO ESTAR EN PRESENCIA DE JESUCRISTO?

En esta hermosa reflexión en su diario personal, Eugenio describe cómo fue atrapado en la maravilla de la presencia de Jesús en su oración ante la Eucaristía. Escribe sobre su deseo de siempre estar unido a Jesús y prepararse para el encuentro permanente, al momento de su muerte. Su fallecimiento ocurriría 17 años después, pero el hecho de que la Iglesia lo canonizara fue la prueba de que en verdad vivió esas palabras por el resto de su vida.

“Durante mi adoración al Santísimo Sacramento expuesto, pensaba que era imposible estar mejor. ¿No es un anticipo del paraíso estar en presencia de Jesucristo, postrado a sus pies para adorarlo, amarlo y esperar la ayuda que uno necesita? Ahondando más en ese pensamiento, llegué a una conclusión que jamás había tenido: si en mi última enfermedad conservo la conciencia, debería entregar el último suspiro en presencia de nuestro Divino Salvador. Creo que eso sería un medio infalible de ocuparme sólo de él y de que mi corazón no dejara ni un instante de estar unido a su presencia, dándole fortaleza en el difícil momento del paso a la eternidad. Creo también que sería imposible que Jesucristo, constantemente invocado, mirado con plena confianza y amor, y a quien entregaría en cierto modo mi último suspiro, me rechazara de su presencia en el mismo instante en que acabara de dejarlo en la tierra. Esto me cuesta más expresarlo que sentirlo”.

Diario de Eugenio de Mazenod, Enero 6, 1844, EO XXI

 

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LA FAMILIA MAZENODIANA: ES TANTO SUYA COMO MÍA, AL IGUAL QUE DE DIOS Y DE LA IGLESIA

En esta carta al Obispo de Montreal, vemos el fuerte sentido de paternidad de Eugenio en relación a su familia Oblata. Con el Océano Atlántico separándolo de sus Oblatos, está feliz de que el Obispo Bourget también los vea como su familia. Esto tiene mayores implicaciones, pues la familia religiosa de Eugenio pertenece principalmente a Dios y a la Iglesia, y no al Fundador.

“Cada día le tengo el mayor agradecimiento al saber de sus continuas bondades para la familia que su corazón ha adoptado y que a su vez le tiene tanto afecto. Tiene razón en considerarla como propia, pues es tanto suya como mía, al igual que de Dios y de la Iglesia”.

Convencido de que al Obispo de Montreal le preocupaba solo el bien de los Misioneros, Eugenio aceptó que era sabia su decisión de establecer a los Oblatos en Bytown.

“Por consiguiente, solo puedo aprobar todo cuanto juzgue conveniente para realizar la mayor gloria de Dios, a quien todos servimos con tanta dicha. Nadie está en mejores condiciones que usted para juzgar lo que es útil emprender, así que con la misma tranquilidad acepto su propuesta, para el bien de la diócesis de Kingston, para la santificación de sus leñadores y la conversión de los nativos. No puedo expresar el consuelo que me da su carta, en la que me muestra un campo fértil por cultivar. ¿Podría negarme a trabajar en él?

El P. Honorat podrá decirle cuanto agradezco al Señor haberle inspirado esa idea. Le indico al P. Telmon y al P. Lagier acompañarse de un hermano para formar ese tan interesante establecimiento”.

Carta al Obispo Bourget, Obispo de Montreal, Febrero 15, 1844, EO I núm. 31

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ATRÉVETE A ACERCARTE A JESUCRISTO CON SAN EUGENIO – E INVITA A OTROS A UNIRSE A TI

Ven y acompáñanos en estas cuatro sesiones sobre San Eugenio. Pretenden ayudarnos a atrevernos a acercarnos a Dios a través de San Eugenio que nos acompaña. Cuatro videos breves y algunas preguntas de reflexión.

Están especialmente preparados para los miembros de nuestra Familia Mazenodiana.

 

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PATALEABA AL ESTAR A 2.000 LEGUAS DE VOSOTROS Y NO PODER HACEROS OÍR MI VOZ SINO A LOS DOS MESES

Ciertamente hay que ser emprendedor cuando se está llamado a la conquista de las almas. Pataleaba al estar a 2.000 leguas de vosotros y no poder haceros oír mi voz sino a los dos meses. Y sin embargo, vuestra carta del 2 de febrero me ha llegado hoy, uno de marzo.

Eugenio, que era un hombre de acción inmediata, se esforzaba por vivir con el hecho de que el único medio de comunicación que tenía con sus misioneros en Canadá tardaba dos meses, el tiempo que necesitaba una carta para cruzar el océano. Le preocupaba en parte porque había dado permiso a los oblatos para iniciar una misión en Bytown, y le preocupaba que el tiempo que tardaba el correo en llegar a ellos pudiera poner en peligro el proyecto.

 Dios quiera que por fin hayáis recibido las mías que no sólo aprobaban ese hermoso proyecto sino que aplaudían con alegría. No es un ensayo el que había que hacer. Había que haber ido con el firme propósito de superar todos los obstáculos, de quedarse allí, de establecerse allí. ¡Cómo dudar! ¡Qué hermosa misión! Ayuda a los leñadores, misiones a los salvajes, establecimiento de una ciudad llena de porvenir. ¡Pero si es el ideal que se realizaba y lo habríais dejado escapar! Anímese pues y que el establecimiento se forme en regla. Encomiende a cada uno cumplir con su deber. Sólo así se atraen las bendiciones de Dios

Carta al p. Jean Baptiste Honorat, 1 marzo 1844, EO I n 32.

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EL IDEAL PARA LOS MISIONEROS QUE SOLO VIVEN PARA LA GLORIA DE DIOS Y LA  SALVACIÓN DE LAS ALMAS

Eugenio sigue estando entusiasmado después de un mes de su carta previa, en la que aceptaba una nueva misión Oblata en Bytown (Ottawa).

“Si algo debe creerse es lo que mencionaron con tanta convicción y que Mons. de Montreal veía como el ideal para los misioneros que solo viven para la gloria de Dios y la salvación de las almas. Es por ello que recibo con alegría esa gran noticia”.

La Familia Oblata en Francia vivía como propios los logros de sus hermanos en las misiones lejanas: se trataba de la Familia Mazenodiana en la que participaban a la distancia, por lo que Eugenio siempre compartía con todos los miembros de su familia religiosa las cartas de los Misioneros en otros lugares.

“… para mantener el celo y levantar el ánimo de quienes han mostrado su gran abnegación en las misiones del Nuevo Mundo, me apresuro a enviar a todas nuestras casas copia de la excelente carta del Mons. de Montreal.

En  todas partes vibraba la alegría, considerando con razón, a la nueva misión de Bytown como una señal de la protección de Dios y un medio para lograr un bien inmenso, ya sea con los nativos o los cristianos abandonados por tanto tiempo. Les escribo convencido de que sólo me quedaba ratificar lo que ya me habían pedido comenzar”.

Carta al Padre Jean Baptiste Honorat, en Canadá, Febrero 7, 1844, EO I núm. 30

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CONSIDERO DE SUMA IMPORTANCIA ESE ESTABLECIMIENTO, POR EL BIEN QUE SE BUSCA REALIZAR

Habiendo llegado a su existencia con el carisma particular de evangelizar a los más abandonados, los Oblatos en Canadá pronto identificaron a dos grupos que requerían ser evangelizados: quienes trabajaban como leñadores en los campos aislados, y las tribus de indígenas. Podían llegar a ellos desde Bytown, nombre que tenía entonces la ciudad que ahora conocemos como Ottawa.

“Acepto con agrado que nuestra Congregación se ocupe de la santificación de quienes viven en los depósitos de madera y de la conversión de los infieles e indígenas. Por eso estoy plenamente de acuerdo en el establecimiento de Bytown y con los puntos de vista de su Obispo, que se muestra tan generoso…

Si además de la aprobación general para evangelizar en toda su diócesis, les otorga una jurisdicción especial en Bytown que pueda ser considerada como una especie de título parroquial, necesitarán un permiso expreso de mi parte, que les concedo, dado el caso. Según lo que me dicen, considero de suma importancia ese establecimiento, por el bien que se busca realizar”.

Para comprender lo que menciona respecto a «un permiso expreso», es necesario recordar que los Oblatos no habían sido fundados para ser sacerdotes parroquiales, que es la vocación especial del clero diocesano. Eugenio nos vio como cooperadores de dichos pastores para poder llegar a la gente de sus parroquias a las que su ministerio no podía atender: los más abandonados, para Eugenio. Era entonces que al no haber clero diocesano disponible, Eugenio permitía a los Misioneros ser pastores en las parroquias.

“Creo que desde su llegada a Canadá, todos pueden haber aprendido suficiente inglés para comunicarse con quienes solo hablan esa lengua”.

De nuevo recordamos que la fundación de los Oblatos fue para poder predicar a la gente de Provenza en su propio idioma, aprendiendo así que el utilizar el idioma de los más abandonados es un aspecto esencial de la evangelización. «Lengua» se refiere a más que vocabulario: incluye todos los aspectos de la vida y expresión de las personas.

“Encomiendo a todos un gran amor por Nuestro Señor Jesucristo, una gran devoción a nuestra Santa Madre y a San José, y dedicación a la Iglesia…”.

Carta al Padre Jean Baptiste Honorat, en Canadá, Enero 4, 1844, EO I núm. 29

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ME CONGRATULO POR SER DOBLEMENTE TU AFECTUOSO PADRE

Eugenio siempre tuvo un fuerte sentido de ser el padre espiritual de cada Oblato en la Congregación que Dios había fundado a través de él. En esta carta vemos cómo expresa este sentimiento al escribir al Hermano Chauvet, un escolástico que se preparaba para la ordenación sacerdotal.

“Mi querido Hno. Chauvet, tu carta me ha complacido mucho… sólo nos queda decidir el momento de las diversas órdenes que deberás recibir. Pienso que sería conveniente me visitaras brevemente antes de la próxima cuaresma para que te otorgue el subdiaconado en preparación para el diaconado, y decidiríamos entonces cuándo recibir el sacerdocio, que completará la gracia que Dios te reserva en la Congregación a la que te ha llamado, de tanta felicidad para ti y tan útil para la Iglesia”.

Además de la alegría de tener un futuro sacerdote en la Familia Oblata, el Obispo Eugenio, quien le ordenaría, mencionaba la relación especial con todos los que recibían el sacramento de él.

“El Señor me reservaba el gozo de al imponerte las manos, identificar de algún modo tu alma con la mía y estrechar así de una manera más perfecta el lazo que ya te une a mí. Pienso en ello con  verdadera satisfacción, espero que compartas este sentimiento y que pidas por mí con más frecuencia y fervor, para que siendo más santo pueda agregar al «opus operatum» un gran «opus operantis» en el sacramento que pronto podré administrarte”.

Eugenio se consideraba ser doblemente padre, a través de la imposición de manos como Obispo, y como  Superior General.

“Adiós mi querido hijo, me congratulo por ser doblemente tu afectuoso padre”.

Carta al Hermano Cyr Chauvet, Diciembre 29, 1843, EO X núm. 828

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LLENÁNDOME DE TAL FORMA QUE ME DECÍA SERÍA AFORTUNADO DE NO HACER OTRA COSA EN LA TIERRA QUE CANTAR ALABANZAS AL SEÑOR EN LA CASA DE DIOS

La Navidad en la Catedral de Marsella maravilló al Obispo Eugenio, quien agradeció la cercanía de Dios hacia él. Confió a su diario personal:

“Como la vigilia de Navidad sería en domingo, oficié pontificalmente en las primeras vísperas. Unas horas después volví a la iglesia para el oficio de la noche, ¡de verdad hermosa y santa! Con qué alegría transcurrió con los fieles cantando salmos y atendiendo el gran misterio que conmemoramos. Qué excelente preparación para la misa solemne en la que adoramos en el altar al Salvador que a esa misma hora nació en el establo de Belén”.

Eugenio recuerda también que es aniversario de su Primera Misa celebrada treinta y dos años atrás.

“Fue para mí otro precioso aniversario de cuando tuve la dicha de celebrar la misa por vez primera. Todos los recuerdos volvían sin confundirse, llenándome de tal forma que me decía sería afortunado de no hacer otra cosa en la tierra que cantar alabanzas al Señor en la casa de Dios, repitiendo sin cesar lo que hacemos esta noche, y que será bueno morir en este ejercicio de tanto consuelo para el alma y tan acorde a nuestro fin. Después de unas horas de descanso y lleno de estos recuerdos, desde que  desperté fui llamado a solemnizar la gran fiesta que aun continuaba”.

Diario de Eugenio de Mazenod, Diciembre 25, 1843, EO XXI

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COMO PUEDES VER, DIOS NOS BENDICE. TENGAMOS MUCHO ÁNIMO Y NO NOS DEJEMOS ABATIR POR EL MENOR OBSTÁCULO

Continuando nuestra lectura de la carta de Eugenio al Maestro de Novicios y a los novicios, vemos que varios sacerdotes diocesanos de Canadá se unirían a la Congregación Oblata. Muy pronto los misioneros podrían comenzar la evangelización de la gente nativa.

“El P. [Eusebe] Durocher hizo su profesión el 15 de octubre ante dos Obispos y un gran número de sacerdotes y otras personas, por lo que se hizo la ceremonia en la iglesia parroquial. El Señor Obispo de Juliópolis celebró la misa e hizo la alocución. El Sr. Obispo de Montreal estaba presente y por supuesto el superior recibió los votos y bendijo la cruz y el escapulario. ¡Todos quedaron maravillados por la bella ceremonia y conmovidos por ella! Tenemos un tercer sacerdote profeso. El hermano del nuevo Oblato fue recibido como novicio la víspera de San Miguel [Flavien Durocher]. Aun es  Sulpiciano. Este Padre ha tenido siempre fama de santo y de hombre instruido. Sobre todo, ha tenido gran consideración en la comunidad, donde era miembro del consejo desde hacía 14 años y dirigía a los Algonquinos del Lago. Es decir, es maestro en esa lengua, hasta el punto de redactar una gramática y un diccionario y hablar mejor que los mismos indígenas. En algunos días, según la intención de Monseñor, el Hno. Laverlochère y el Hno. Bourassa comenzarán a estudiar el algonquino. Aun hay más vocaciones: un Señor Lagorce, párroco en la diócesis, está decidido a unírsenos. Otro párroco encantador, amigo de los PP. Durocher, está más o menos en la misma situación, sin contar algunos eclesiásticos del seminario mayor a quienes no conservamos por no tener suficiente alojamiento ni ingresos».

“Creo que este extracto de la carta que acabo de recibir te agradaría e interesaría a tu noviciado, como ha hecho saltar de alegría a nuestros Oblatos. Como puedes ver, Dios nos bendice. Tengamos mucho ánimo y no nos dejemos abatir por el menor obstáculo.

Adiós, muy querido, saludo afectuosamente y bendigo a todos tus novicios y a toda la comunidad, te abrazo con todo mi corazón”.

Carta al Padre Ambroise Vincens, Diciembre 10, 1843, EO X núm. 825

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SE DA NO SOLO LA ALEGRÍA, SINO TAMBIÉN LA PIEDAD Y EL FERVOR RELIGIOSO

Hasta el final de sus días, una de las mayores alegrías de Eugenio era recibir cartas de los Oblatos en las misiones lejanas. De inmediato hacía que fueran leídas en las casas de formación para fomentar en los novicios y escolásticos el apetito por las misiones en el extranjero.  En ese extracto de su carta al Padre Vincens, Maestro de Novicios, le comenta las noticias de los Oblatos en Canadá.

“Por fin he sabido de la llegada de nuestros viajeros a Canadá. Habían salido el primero de septiembre y al estar en diciembre sin recibir nada de ellos, sentía una gran angustia. Su carta me tranquiliza: llegaron a Longueuil cuarenta y dos días después de salir de Havre. La travesía aunque larga, fue muy feliz. La comunidad rebosa de alegría. El P. Allard ha sido del agrado de todos, y él mismo está muy a gusto en la casa que va muy bien, a pesar de lo que hayas escuchado de alguien en su momento de mal humor. Nuestros dos diáconos están también muy contentos. ¡Qué interesante comunidad se me describe; consuélate, pues se da no sólo la alegría, sino también la piedad y el fervor religioso que debe existir en nuestras comunidades».

Carta al Padre Ambroise Vincens, Diciembre 10, 1843, EO X núm. 825

 

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