PATALEABA AL ESTAR A 2.000 LEGUAS DE VOSOTROS Y NO PODER HACEROS OÍR MI VOZ SINO A LOS DOS MESES

Ciertamente hay que ser emprendedor cuando se está llamado a la conquista de las almas. Pataleaba al estar a 2.000 leguas de vosotros y no poder haceros oír mi voz sino a los dos meses. Y sin embargo, vuestra carta del 2 de febrero me ha llegado hoy, uno de marzo.

Eugenio, que era un hombre de acción inmediata, se esforzaba por vivir con el hecho de que el único medio de comunicación que tenía con sus misioneros en Canadá tardaba dos meses, el tiempo que necesitaba una carta para cruzar el océano. Le preocupaba en parte porque había dado permiso a los oblatos para iniciar una misión en Bytown, y le preocupaba que el tiempo que tardaba el correo en llegar a ellos pudiera poner en peligro el proyecto.

 Dios quiera que por fin hayáis recibido las mías que no sólo aprobaban ese hermoso proyecto sino que aplaudían con alegría. No es un ensayo el que había que hacer. Había que haber ido con el firme propósito de superar todos los obstáculos, de quedarse allí, de establecerse allí. ¡Cómo dudar! ¡Qué hermosa misión! Ayuda a los leñadores, misiones a los salvajes, establecimiento de una ciudad llena de porvenir. ¡Pero si es el ideal que se realizaba y lo habríais dejado escapar! Anímese pues y que el establecimiento se forme en regla. Encomiende a cada uno cumplir con su deber. Sólo así se atraen las bendiciones de Dios

Carta al p. Jean Baptiste Honorat, 1 marzo 1844, EO I n 32.

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