La Navidad en la Catedral de Marsella maravilló al Obispo Eugenio, quien agradeció la cercanía de Dios hacia él. Confió a su diario personal:
“Como la vigilia de Navidad sería en domingo, oficié pontificalmente en las primeras vísperas. Unas horas después volví a la iglesia para el oficio de la noche, ¡de verdad hermosa y santa! Con qué alegría transcurrió con los fieles cantando salmos y atendiendo el gran misterio que conmemoramos. Qué excelente preparación para la misa solemne en la que adoramos en el altar al Salvador que a esa misma hora nació en el establo de Belén”.
Eugenio recuerda también que es aniversario de su Primera Misa celebrada treinta y dos años atrás.
“Fue para mí otro precioso aniversario de cuando tuve la dicha de celebrar la misa por vez primera. Todos los recuerdos volvían sin confundirse, llenándome de tal forma que me decía sería afortunado de no hacer otra cosa en la tierra que cantar alabanzas al Señor en la casa de Dios, repitiendo sin cesar lo que hacemos esta noche, y que será bueno morir en este ejercicio de tanto consuelo para el alma y tan acorde a nuestro fin. Después de unas horas de descanso y lleno de estos recuerdos, desde que desperté fui llamado a solemnizar la gran fiesta que aun continuaba”.
Diario de Eugenio de Mazenod, Diciembre 25, 1843, EO XXI