Hasta el final de sus días, una de las mayores alegrías de Eugenio era recibir cartas de los Oblatos en las misiones lejanas. De inmediato hacía que fueran leídas en las casas de formación para fomentar en los novicios y escolásticos el apetito por las misiones en el extranjero. En ese extracto de su carta al Padre Vincens, Maestro de Novicios, le comenta las noticias de los Oblatos en Canadá.
“Por fin he sabido de la llegada de nuestros viajeros a Canadá. Habían salido el primero de septiembre y al estar en diciembre sin recibir nada de ellos, sentía una gran angustia. Su carta me tranquiliza: llegaron a Longueuil cuarenta y dos días después de salir de Havre. La travesía aunque larga, fue muy feliz. La comunidad rebosa de alegría. El P. Allard ha sido del agrado de todos, y él mismo está muy a gusto en la casa que va muy bien, a pesar de lo que hayas escuchado de alguien en su momento de mal humor. Nuestros dos diáconos están también muy contentos. ¡Qué interesante comunidad se me describe; consuélate, pues se da no sólo la alegría, sino también la piedad y el fervor religioso que debe existir en nuestras comunidades».
Carta al Padre Ambroise Vincens, Diciembre 10, 1843, EO X núm. 825