NO HAY QUE DESANIMARSE

“Estas cosas les he hablado para que en Mí tengan paz. En el mundo tienen tribulación; pero confíen[c], Yo he vencido al mundo.” (Juan 16:33)

En el Evangelio de hoy vemos que los discípulos están por dispersarse y Jesús les prepara para ello  (Juan 16:29-33).  A partir de la Ascensión, los discípulos de Jesús se han dispersado por todo el mundo. La promesa de Jesús nos asegura que no estamos solos. En su resurrección probó haber superado a todos los poderes del mundo y que lo mismo es verdad para nosotros.

Esta semana nos preparamos para la celebración de la fiesta de un misionero Oblato: el Beato José Gerard, quien fue enviado a Sudáfrica a los 24 años. A pesar de su dedicación y arduo trabajo, tras ocho años no había logrado nada. Ninguna persona de los Zulu se había convertido a Jesucristo y en el espíritu y confianza del Evangelio de hoy, Eugenio le escribió en 1860:

Después de tantos años, ni una sola conversión, ¡es terrible! No hay que desanimarse por ello. Llegará el momento en que la gracia misericordiosa de Dios hará una especie de explosión, formando su Iglesia africana. Tal vez habría que adentrarse un poco más en esas tribus. 

José Gerard perseveró y su esfuerzo dio un fruto abundante.

Confiando en el Evangelio de hoy, no perdamos la esperanza. Tengamos fortaleza, pues el Salvador Resucitado ha vencido al mundo, y lo mismo es verdad para nosotros.

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AFÉRRESE A ÉL Y NO TEMA NADA

“De momento están tristes; pero volveré a verlos y de nuevo se alegrarán con una alegría que nadie les podrá arrebatar”  (Juan 16:22)

Un comentario respecto al Evangelio de hoy (Juan 16:20-23) reflexiona en varios posibles significados de esta angustia, en el que leemos: ¿“Jesús se refiere a su aparente ausencia en las oraciones de sus fieles, ´la oscuridad del alma´ en que se niega toda satisfacción y Dios parece estar simplemente ausente y oculto? ¿O se trata de solo metáforas de las dificultades en la vida? (Universalis)

En el mundo Mazenodiano, los nueve días entre las fiestas de San Eugenio y el Beato José Gerard (21-29 Mayo) se dedican a pedir vocaciones para la familia de San Eugenio: los Misioneros Oblatos, Asociados, Cooperadores, Socios, jóvenes, etc.  Es una oportunidad para recordar a todos los que nos han acompañado en la Familia Mazenodiana en nuestros momentos de oscuridad y nos han ayudado a encontrar la luz, el significado, la esperanza y la fortaleza.

San Eugenio se veía como padre de su familia misionera, cuidando y acompañando a las personas a descubrir la luz en la oscuridad de sus vidas.  Escribe a un Oblato que sufría de una fuerte depresión en 1823:

Ánimo mi buen amigo. Muy grandes santos han pasado por la prueba que usted, pero aun así fueron grandes santos, pues no dejaron de obedecer; ánimo una vez más, mi querido amigo, todos rezamos por usted postrados, para que soporte esa dura prueba como valiente soldado de Jesucristo. El amable Maestro, nuestro modelo, no cayó en la desesperación en el Huerto de los Olivos ¿por qué se angustia usted? Aférrese a él y no tema nada, beba de la copa de su sufrimiento, pues se digna hacerle participar de su pasión, pero no dude que pronto le llene de dulzura. Para ello hay que mantenerse en paz y obedecer…

En el momento de la comunión, dígale amorosamente “todas sus penas: “vim patior, responde pro me” [ed. Is. 38:14; “Señor, sácame de esta tribulación!]

Abrace sus pies espiritualmente, jure no separarse jamás de él, dígale que desea amarle siempre, colóquelo después en su corazón y no se preocupe por nada.

En cualquier tribulación que tengamos hoy, escuchemos a Jesús y a San Eugenio decirnos: “sus corazones se alegrarán con una alegría que nadie les podrá arrebatar.”

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DIOS ME HA ENVIADO PARA ANUNCIAR LA BUENA NOTICIA A LOS POBRES – CELEBRACIÓN DE LA FIESTA DE SAN EUGENIO DE MAZENOD

“Hoy se ha cumplido esta Escritura que han oído.” (Lucas 4:21)

El Evangelio propio a la fiesta de San Eugenio de Mazenod (Lucas 4:16-21) narra el comienzo del ministerio público de Jesús: “Dios me ha enviado para anunciar la Buena Noticia a los pobres.”

Este texto del Evangelio fue el que destacó para Eugenio, haciéndolo parte de si mismo, encarnándolo y viviéndolo por el resto de su vida.  Actualmente sigue siendo el lema de la Familia Mazenodiana, y un testamento de entre sus palabras al morir:

“Practicad entre vosotros la caridad… la caridad… la caridad… y fuera, el celo por la salvación de las almas.”

Hoy recordamos el ejemplo de cómo vivió esta frase en 1814, al llevar el consuelo del

Icono por Lauretta Agolli

Evangelio y los Sacramentos a los prisioneros austriacos que morían en la epidemia de tifoidea. No solo les asistió y ministró en su sufrimiento, sino que él mismo se contagió y estuvo a punto de morir.  Podemos recordar innumerables ejemplos de ello en los muchos años que fue obispo de Marsella, en su liderazgo inspirador y cuidado pastoral al llevar ayuda y esperanza a quienes sufrían a causa de las repetidas epidemias de cólera.

A lo largo de toda su vida le vemos mostrando compasión y cuidando a los pobres, a los enfermos y a quienes eran considerados los más abandonados.  En nuestra era nos sigue inspirando e intercediendo por nuestras necesidades.

Que estemos dispuestos a escuchar la Buena Noticia de salvación de nuevo hoy y a encarnarlo en nuestro trato con los más necesitados a nuestro alrededor.  ¡Seamos la “Buena Noticia” de salvación!

Feliz día a todos los miembros de la Familia Mazenodiana!

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LA ENSEÑANZA DE JESÚS CONTINÚA A TRAVÉS DE SAN EUGENIO DE MAZENOD

“Aún tengo muchas cosas que decirles, pero ahora no las pueden soportar.” (Juan 16:12)

El Evangelio de hoy (Juan 16:12-15) sigue narrando la Última Cena, en la que Jesús prepara a sus seguidores para vivir después de su muerte y Resurrección.  Les había enseñado mucho, pero seguían sin entenderlo.  Es por ello que el Espíritu Santo les guiaría para recordar y comprender todo lo que él había sido, hecho y dicho.

La acción del Espíritu Santo ha continuado hasta nuestros días, a menudo llamando a la gente y dándoles una habilidad especial (carisma) para servir al pueblo de Dios.  Mañana celebraremos la fiesta de una de estas figuras carismáticas: San Eugenio de Mazenod, quien fue uno de los instrumentos a través de los cuales el Espíritu Santo guio a la destrozada Iglesia en Francia de vuelta a Jesús como Salvador.  El Espíritu Santo ha continuado utilizando el carisma de Eugenio por dos siglos a través de su familia Mazenodiana y mostrando a las personas de 67 países que “aun tengo muchas cosas que decirles…” acerca de Jesús.

Las palabras escritas por Eugenio en 1818 siguen invitándonos hoy en día:

“Es, pues, sumamente importante, es urgente hacer que vuelvan al redil tantas ovejas descarriadas, enseñar a los cristianos degenerados quién es Jesucristo… llevar a los hombres a sentimientos humanos, luego cristianos, y ayudarles finalmente a hacerse santos…” (Prefacio)

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CADA ACTO EN LA VIDA ES OCASIÓN DE UN ENCUENTRO CON CRISTO

“Pero Yo les digo la verdad: les conviene que Yo me vaya.” (Juan 16:7)

Los discípulos se encontraban tristes en la Última Cena por el anuncio de la partida inminente de Jesús. En el Evangelio de hoy (Juan 16:5-11) Jesús les dice la importancia de su partida física, pues ahora el Espíritu Santo vivirá en ellos. Expande sus mentes para comprender que no pueden aferrarse a una idea fija de él, sino que deben abrirse para comprender que Dios puede estar presente de muchas formas.

El mundo siempre cambiante en el que vivía Eugenio (atravesó por 7 cambios radicales en la regla política en 79 años), le obligaron a adaptarse, aunque manteniendo su visión anclada al Salvador. La Regla Oblata de Vida capta bellamente su espíritu:

“Los Oblatos realizan la unidad de su vida sólo en Jesucristo y por Él. Están comprometidos en tareas apostólicas muy variadas y, al mismo tiempo, cada acto de su vida es ocasión de un encuentro con Cristo que por ellos se da a los otros, y por los otros, a ellos.” (C 31)

Los sucesos en los meses recientes nos desafían a dejar de aferrarnos a las ideas sin cambios, y a permitir que el Espíritu Santo abra nuestras mentes y descubramos la presencia de Dios en formas diferentes, pues el mundo está cambiando a nuestro alrededor

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LLENANDO TODO MI SER DE AMOR A JESUCRISTO MI SALVADOR

“Pero les he dicho estas cosas para que cuando llegue la hora, se acuerden de que ya les había hablado de ellas.” (Juan 16:4)

Recordemos que las palabras en el Evangelio de hoy (Juan 15:26 – 16:4) fueron dichas en la Última Cena, donde Jesús preparaba a sus discípulos para su muerte y resurrección.  A partir de ahí tendrían que aprender a reconocer su presencia en forma distinta.  El Espíritu Santo continuaría la obra de Jesús.

Sus discípulos recibirán críticas por sus valores, serán juzgados por su comportamiento y maltratados por sus creencias (como sigue siendo hasta nuestros días), pero el Espíritu Santo les dará fortaleza al recordarles todo el significado y la enseñanza de Jesús.

San Eugenio experimentó esta realidad en muchas situaciones como cristiano, como sacerdote, como misionero religioso y como obispo.  Nunca cayó en la desesperación ni se dio por vencido, siempre confiando en la fortaleza del Espíritu Santo. A través de la oración, el estudio y la meditación diaria sobre el Evangelio, “recordaba” todo lo que Jesús era: quien le guiaba y amaba.

En retiro (1811) pedía:

que el Espíritu Santo… descanse en mí con toda plenitud, llenando todo mi ser de amor a Jesucristo mi Salvador, de manera que solo viva y respire por él, que me consuma en su amor sirviéndole y dando a conocer cuán amable es.

Por nuestro bautismo estamos en una relación con Jesús y su Padre y recibimos al Espíritu Santo. Recordemos esto a lo largo del día, para que nos de fortaleza al enfrentar y lidiar con lo que sucede en todo el mundo y a nuestro alrededor actualmente.

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ORAISON PARA MAYO 17: ORANDO CON LA FAMILIA MAZENODIANA 

En la oración silenciosa y prolongada de cada día, nos dejamos modelar por el Señor y encontramos en él inspiración para nuestra conducta,” (Regla de Vida OMI, 33).

Icono por Lauretta Agolli

La práctica de Oraison formaba una parte importante en la oración diaria de San Eugenio durante la cual entraba en comunión con los miembros de su familia misionera. Mientras que ellos se encontraban en Francia, se les hacía fácil juntarse en oración alrededor del mismo horario.

Cuando los misioneros Oblatos comenzaron a ser enviados a los varios continentes ya no les era posible orar al mismo tiempo. Sin embargo, cada día había un tiempo cuando se detenían para orar en unión uno con el otro—aunque no fuera al mismo tiempo.

Esta es una práctica que Eugenio quería que su familia religiosa mantuviera. Por eso les invitamos a formar parte de esta práctica de Oraison el domingo, 17 de mayo, 2020, al conmemorar el aniversario de la muerte de San Eugenio de Mazenod el 21 de mayo, 1861.

Hebreos 13: 7-8

Acuérdense de quienes los dirigían, porque ellos les anunciaron la Palabra de Dios: consideren cómo terminó su vida e imiten su fe. Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será para siempre.

Tomado de: Marcello Zago, O.M.I., Renovarse en el Carisma Oblato (25 de enero, 1995).

Eugenio de Mazenod sigue siendo una persona viva con la que se tienen relaciones personales. Viviendo entre 1782 y 1861 una existencia rica en acontecimientos y responsabilidades, su influjo perdura no sólo gracias a su obra, a sus intuiciones, al instituto por él fundado y al movimiento que ha creado en la Iglesia. Por la comunión de los santos, sigue relacionándose con nosotros y nosotros con él. Su recuerdo, por tanto, no basta. Es preciso desarrollar una relación personal y cada vez más íntima con él. Por eso, os invito a fijar juntos la mirada en el fundador, considerándolo como:

– un santo que imitar

– un fundador que seguir

– un maestro que escuchar

– un padre que amar

– un intercesor que invocar.

Hagamos una breve pausa para reflexionar sobre como reconocemos hoy estas cualidades de San Eugenio. Vale la pena leer la carta entera del Padre Marcello Zago (Superior General OMI 1986-1998): http://archive.omiworld.org/es/superior-general/marcello-zago_writings/109/renovarse-en-el-carisma-oblato/

Estas fueron las palabras dirigidas a su familia en lecho de muerte. Se pueden aplicar a toda la Familia Mazenodiana de hoy.

Obispo, le preguntó uno de nosotros, denos algunas palabras para todos nuestros hermanos. ¡Les hará muy felices!

Aseguradles que muero feliz… que muero feliz porque Dios ha sido muy bueno conmigo por elegirme para fundar la Congregación de los Oblatos en la Iglesia.

Obispo, podría revelarnos el último deseo de su corazón.

Practicad entre vosotros la caridad… la caridad… la caridad… y fuera, el cello por la salvación de las almas.

-Carta Circular del Padre Fabre, 1861, después de la muerte del Fundador.

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¡QUE EL AMOR DE JESUCRISTO ESTÉ SIEMPRE EN NUESTROS CORAZONES!

“Los he llamado amigos, porque les he dado a conocer todo lo que he oído de Mi Padre.” (Juan 15:15)

“¿Cómo me ama Dios y cómo reflejo este amor a los demás?”  Esta es la pregunta que Jesús nos explica en el Evangelio de hoy (Juan 15:12-17).  Se trata de un amor expresado no en conceptos abstractos, sino en las relaciones cotidianas.  A través de nuestro bautismo,  Jesús nos convierte en participantes permanentes de su relación con su Padre, no como siervos, sino como amigos llamados a la intimidad expresada en el amor.

En el comentario diario de San Eugenio:

¡Que el amor de Jesucristo esté siempre en nuestros corazones! (1814)

Llevándole a su vocación

que me llamaba a dedicarme al servicio y la felicidad de mi prójimo, al que amaba con el amor de Jesucristo por los hombres. (1839)

En estos días hay esperanza, confusión y temor en nuestras vidas: luchamos por comenzar a restaurar la normalidad en nuestras actividades e interacciones, y sin embargo aun encontramos la amenaza desconocida del virus.

En esta situación de incertidumbre recordemos que lo realmente importante es la convicción de ser “llamados amigos” verdaderos, y que a partir de ahí somos invitados a vivir cada uno de estos días.

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UN MAR EN MOVIMIENTO ENTRE LAS ORILLAS DE NUESTRAS ALMAS

“Nadie tiene un amor mayor que este: que uno dé su vida por sus amigos. Ustedes son Mis amigos” (Juan 15:13-14)

Cada oración en el Evangelio de hoy (Juan 15: 9-17) nos invita a una profunda reflexión y a  transformarnos.

Se refiere al amor entre Jesús y su Padre, compartido entre Jesús y sus discípulos, y compartido entre cada uno de nosotros. No es solo un vínculo de amor, sino expresado mejor como “un mar en movimiento entre las orillas de nuestras almas.” (Kahlil Gibran).

San Eugenio comprendía el poder de ese “mar en movimiento” al insistir en que

“La caridad es el eje sobre el que gira toda nuestra existencia.”

Lo repitió nuevamente en su lecho de muerte:

“Practicad entre vosotros la caridad… la caridad… la caridad…”

Enfoquémonos hoy en este mar en movimiento del amor de Dios que nos desborda. La pandemia nos desconcierta con muchas fuerzas poderosas, pero nada puede llevarse el poder del amor incontenible de quien dio su vida por nosotros, Sus amigos.

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PERMANECE EN MÍ Y YO EN TI

“Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en Mí y Yo en él, ese da mucho fruto» (Juan 15:5)

Dentro del contexto de la Última Cena, Jesús prepara a sus discípulos para vivir en el mundo sin su presencia física. En el Evangelio de hoy, (Juan 15:1-8), la palabra clave es “permanecer”, que se repite 10 veces. La imagen de la “permanencia” es que Jesús es la Vid y que tú y yo somos las ramas que se mantienen vivas mutuamente en la morada del amor. La savia en nuestra vida cotidiana proviene de la Vid, dando fruto en y a través de nosotros.

San Eugenio de Mazenod meditaba sobre sí mismo utilizando la imagen de un árbol:

Yo era un árbol dañado por el pecado original. El Padre de familia habría podido hacerlo cortar y echar al fuego, pero prefirió trasplantarlo a tierra buena para que diera buenos frutos. Ese ha sido el efecto del bautismo.

… Trasplantado a la tierra bendita regada por la sangre de Jesucristo, abonada con su propia substancia, etc. ¿qué fruto he producido? ¡Dios mío! (1814)

Recientemente hemos tenido y seguimos viviendo días de desafío, necesitando conocer la importancia de ser las ramas de una Morada que nos reta a dar fruto en un contexto inusual. Recordemos que Jesús menciona “permanecer” diez veces en el Evangelio de hoy y nos lo sigue repitiendo constantemente a lo largo del día.

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