AFÉRRESE A ÉL Y NO TEMA NADA

“De momento están tristes; pero volveré a verlos y de nuevo se alegrarán con una alegría que nadie les podrá arrebatar”  (Juan 16:22)

Un comentario respecto al Evangelio de hoy (Juan 16:20-23) reflexiona en varios posibles significados de esta angustia, en el que leemos: ¿“Jesús se refiere a su aparente ausencia en las oraciones de sus fieles, ´la oscuridad del alma´ en que se niega toda satisfacción y Dios parece estar simplemente ausente y oculto? ¿O se trata de solo metáforas de las dificultades en la vida? (Universalis)

En el mundo Mazenodiano, los nueve días entre las fiestas de San Eugenio y el Beato José Gerard (21-29 Mayo) se dedican a pedir vocaciones para la familia de San Eugenio: los Misioneros Oblatos, Asociados, Cooperadores, Socios, jóvenes, etc.  Es una oportunidad para recordar a todos los que nos han acompañado en la Familia Mazenodiana en nuestros momentos de oscuridad y nos han ayudado a encontrar la luz, el significado, la esperanza y la fortaleza.

San Eugenio se veía como padre de su familia misionera, cuidando y acompañando a las personas a descubrir la luz en la oscuridad de sus vidas.  Escribe a un Oblato que sufría de una fuerte depresión en 1823:

Ánimo mi buen amigo. Muy grandes santos han pasado por la prueba que usted, pero aun así fueron grandes santos, pues no dejaron de obedecer; ánimo una vez más, mi querido amigo, todos rezamos por usted postrados, para que soporte esa dura prueba como valiente soldado de Jesucristo. El amable Maestro, nuestro modelo, no cayó en la desesperación en el Huerto de los Olivos ¿por qué se angustia usted? Aférrese a él y no tema nada, beba de la copa de su sufrimiento, pues se digna hacerle participar de su pasión, pero no dude que pronto le llene de dulzura. Para ello hay que mantenerse en paz y obedecer…

En el momento de la comunión, dígale amorosamente “todas sus penas: “vim patior, responde pro me” [ed. Is. 38:14; “Señor, sácame de esta tribulación!]

Abrace sus pies espiritualmente, jure no separarse jamás de él, dígale que desea amarle siempre, colóquelo después en su corazón y no se preocupe por nada.

En cualquier tribulación que tengamos hoy, escuchemos a Jesús y a San Eugenio decirnos: “sus corazones se alegrarán con una alegría que nadie les podrá arrebatar.”

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