LA CRUZ OBLATA: UN PODEROSO MEDIO QUE LE LLEVE A TODO LO BUENO

Desde los primeros días de los Misioneros Oblatos, Eugenio dio inicio a la hermosa costumbre de entregar la Cruz Oblata de un Oblato fallecido a uno nuevo el día de su compromiso de por vida: en su oblación perpetua. Es un honor recibir la Cruz de un misionero y continuar con dedicación su servicio como cooperador del Salvador.

“El Hno. Pulicani es admitido para hacer su profesión. El P. Tempier enviará a l’Osier la cruz de nuestro querido P. Moreau para hacerla llegar a ese joven Hermano, para quien será un poderoso medio que le lleve a todo lo bueno”.

Carta al Padre Santoni, Maestro de Novicios en N.-D. de L’Osier, Marzo 16,1846, EO X núm. 892

En nuestras Constituciones y Reglas encontramos: «La cruz oblata, recibida el día de la profesión perpetua, nos recordará constantemente el amor del Salvador que desea atraer hacia sí a todos los hombres y nos envía como cooperadores suyos». (C 63)

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POR SU CONSAGRACIÓN SE ENTREGAN A LA IGLESIA SIN RESERVAS

El comentario de Eugenio al maestro de novicios Oblato se refiere al espíritu de la oblación, no solo para los Oblatos con votos, sino para toda persona laica que adapte la espiritualidad que San Eugenio nos dio.

“Que no te intimide el comienzo, si es algo difícil. Lo esencial es que se asimile el espíritu de nuestro Instituto, que abarca todo lo que puede formar al hombre religioso.

Repítele mucho a los novicios que por su consagración se entregan a la Iglesia sin reservas, que mueren al mundo, a su familia, a ellos mismos”.

Carta al Padre Santoni, Maestro de Novicios en N.-D. de L’Osier, Marzo 16, 1846, EO X núm. 892

Claramente no se pide a los miembros laicos de nuestra Familia Mazenodiana que «mueran al mundo, a sus familias”, sino que a través del mundo y a través de sus familias se entreguen al Salvador, a su cuerpo, la Iglesia. Morir a nosotros mismos es la base del discipulado, para que podamos decir junto con Juan Bautista: «Es necesario que él crezca y que yo disminuya”. (Juan 3:30)

Las Constituciones y Reglas Oblatas actuales lo mencionan de esta forma:

“La etapa del noviciado concluye con el compromiso, libre e impregnado de fe, en la Congregación. Tras haber experimentado el amor del Padre en Jesús, el novicio consagra su vida a manifestar ese amor. Confía su fidelidad a aquél cuya cruz comparte y en cuyas promesas espera”. (C59)

Muchos de los laicos Oblatos realizan «un compromiso libre y lleno de fe” a Dios y a los pobres, a través de la espiritualidad y forma de vida Mazenodiana, «habiendo experimentado el amor del Padre en Jesús, consagran sus vidas a manifestar ese amor. Confían su fidelidad a aquel cuya cruz comparten y en cuyas promesas esperan».

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LO ESENCIAL ES QUE SE ASIMILE EL ESPÍRITU DE NUESTRO INSTITUTO

El consejo de Eugenio de Mazenod al Maestro de Novicios Oblato se centraba en lo que es esencial en nuestro proceso de formación: imbuir el espíritu proveniente de Dios en la Familia que había formado.

“Que no te intimide el comienzo, si es algo difícil. Lo esencial es que se asimile el espíritu de nuestro Instituto, que abarca todo lo que puede formar al hombre religioso.

Carta al Padre Santoni, Maestro de Novicios en N.-D. de L’Osier, Marzo 16, 1846, EO X núm. 892

Esto aplica a todos los que se sienten llamados a vivir según el espíritu Mazenodiano, como reportaron los laicos Oblatos que participaron en el reciente Capítulo General. Al describir el Congreso de Asociaciones Laicas Oblatas realizado tres meses antes, vemos que:

«Del 27 al 29 de mayo de 2022, delegados de todas las regiones oblatas se reunieron en persona y en línea para el 2º Congreso de Asociaciones Laicas Oblatas. Aunque la participación estuvo un poco limitada por el Covid y las dificultades de acceso al Internet, estimamos que participaron más de 50 países… En la mayoría de las unidades se había realizado un trabajo preparatorio, recogiendo las respuestas de más de 3,000 laicos sobre sus experiencias en estos temas, así como sus pensamientos y esperanzas sobre los pasos futuros.

El Congreso engendró comunión y esperanza. Los testimonios y experiencias nos mostraron que el carisma que nos une es más fuerte que cualquier diferencia cultural o forma práctica de aplicar la evangelización a un territorio concreto. Fuimos conscientes de la comunión que ya existe entre nosotros y del don que compartimos: el espíritu y el carisma de San Eugenio de Mazenod. Nuestra esperanza es profundizar en las conexiones ya forjadas, encontrar el carisma más profundamente y vivir la misión más intensamente. Experimentamos el Espíritu presente entre nosotros y es con el Espíritu que seguimos siendo peregrinos de la esperanza, en comunión unos con otros y con los Oblatos».

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YO SERÉ LLEVADO COMO VEÍA LO ERA EL CARDENAL

Joseph Bernet había sido Arzobispo de Aix de 1836 a 1846, año en que se convirtió en cardenal y había vuelto el 25 de marzo con una procesión por las calles de Aix en Provence. Falleció cuatro meses después y vemos a Eugenio reflexionar en su diario sobre los pensamientos que cruzaron su mente durante la procesión del funeral.

“Durante la marcha, a falta de cantos, yo decía rosarios por el difunto. Mi espíritu estaba preocupado con mil pensamientos. Primero, que semejante pompa, más o menos, me estaba reservada, que yo  seré llevado como veía lo era el cardenal, que tal vez el sucesor vendría a hacer por mi que yo hoy hacía por él, y que, por consiguiente, la vida de este mundo era poca cosa… ¡Cómo no reflexionar sobre la vanidad de las cosas terrenas, al pensar que hace poco más de cien días, Mons. Bernet hizo su entrada triunfal casi por las mismas calles por donde lo llevábamos ahora! Así, la sotana roja solo fue para él un sudario…”

Diario de Eugenio de Mazenod, Agosto 9, 1846, EO XXI

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EL SEÑOR, A QUIEN ÉSTA PERTENECE, Y SU DIVINA MADRE, A QUIEN ESTÁ CONSAGRADA, ATENUARÁN NUESTRA PENA 

Continuando su recuerdo por el fallecimiento del Padre Moreau en Córcega, Eugenio comenta la calidez de su afecto por él.

“Era diácono en 1816, cuando el Señor lo llamó a nosotros. Fiel, entre tantos recalcitrantes, a la voz de Dios, vino a verme durante nuestra misión en Grans. Durante la estancia que hizo conmigo en St-Laurent du Verdon adonde me había retirado para coordinar nuestras santas reglas, lo preparé a la ordenación y le acompañé a Digne para presentarlo a Mons. Miollis, quien le ordenó sacerdote en septiembre de 1818. Hizo varias misiones conmigo, en especial las de Barjols y Largues. Era, en toda la extensión de la palabra, mi hijo espiritual y alumno, siempre bueno, celoso, siempre ferviente religioso y también siempre muy apegado a mí, a quien miraba como su padre….

Mientras lloraba su pérdida y el irreparable vacío que dejaba en la Congregación, la fe de Eugenio se vuelve a Dios y a María, en quienes confiaba por completo.

“Él está en el cielo, pero nosotros, aunque alabando a Dios por la glorificación de su elegido ¿cómo vamos a reemplazarlo en la tierra? Su pérdida desgarra nuestros corazones y es de verdad irreparable en la situación actual de la congregación. El Señor, a quien ésta pertenece, y su divina Madre, a quien está consagrada, atenuarán nuestra pena, acudiendo en nuestra ayuda. Debemos vivir en esta confianza, sin la cual habría motivo para desalentarse”.

Diario de Eugenio de Mazenod, Febrero 2, 1846, EO XXI

Que San Eugenio nos inspire para enfocarnos en Dios y María en nuestros momentos sombríos y de pérdida.

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FUE UNO DE LOS PILARES DE LA CONGREGACIÓN

En su Diario, el Obispo Eugenio se lamenta al recibir la impactante noticia de la muerte de uno de los Oblatos en los que más confiaba: el Padre Noël Francois Moreau, quien había fallecido de forma repentina en Córcega, donde era Rector del seminario Mayor.

“Al regresar a casa, ¡un rayo!, una carta del P. Lagier me anuncia la muerte de nuestro buen y venerable P. Moreau. Hay que postrarse y meditar profundamente en esta oración dominical: Pater noster, fiat voluntas tua. Esta pérdida es irreparable. Mi dolor llega al máximo. Fue uno de los pilares de la congregación. Su madurez en la edad (había nacido el 24 de agosto de 1794), su experiencia y aplicación al estudio, sin mencionar sus grandes virtudes, hicieron de él un hombre muy distinguido. Por eso el obispo y el clero de Ajaccio le escuchaban…

Murió como vivió: como santo religioso. La noche anterior a su santo tránsito pidió se colocara frente a él el retrato de nuestro venerable P. Albini, a quien invocaba con fervor y se decía feliz de haber sido su amigo y se encomendaba a sus oraciones. En su corta agonía, no hacía más que rezar y repetir los nombres de Jesús, María y José, como se le sugería cada tanto”.

Diario de Eugenio de Mazenod, Febrero 2, 1846, EO XXI

Vale la pena leer el artículo del P. Yvon Beaudoin sobre la vida misionera y logros del P. Moreau en el Diccionario Histórico, y adentrarnos en una parte de la vida Oblata en la época del Fundador: https://www.omiworld.org/es/lemma/moreau-noel-francois-es/

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ES UN SANTUARIO DE MARÍA, NUESTRA SANTA MADRE Y PATRONA, LO QUE SE TRATA DE REALZAR 

Para 1819, los Oblatos habían descubierto que el ministerio en los santuarios Marianos como lugares de misión, era uno de los aspectos del carisma que Dios les había dado.  Veintisiete años después, el santuario de Bon Secours se integró a la lista de centros misioneros de peregrinación, donde se predicaran misiones parroquiales y se estableciera un juniorado para fomentar las vocaciones Oblatas. Eugenio encomendó esa responsabilidad al Padre Dassy.

“La misión que te confío es de toda mi confianza y te he elegido para fundar nuestra nueva casa por conocer tu apego a la familia, tu celo y los recursos de tu espíritu para llevarlo a buen término”.

Carta al P. Toussaint Dassy, en Bon Secours, Francia, Febrero 24, 1846, EO X núm. 890

Yvon Beaudoin cita las minutas de la reunión del Consejo General, en la que se tomó la decisión:
Mons. Guibert, muy apegado a su familia religiosa, decidió confiarle la atención del santuario y la responsabilidad de las misiones en una parte de su diócesis. El consejo general aceptó con complacencia esa obra que respondía tan bien a los fines de la Congregación. Leemos en el acta de la sesión del 14 de enero de 1845: «Es un santuario de María, nuestra santa Madre y Patrona, lo que se trata de realzar y ahí nuestra Congregación está llamada a efectuar el mismo bien que en los otros lugares de peregrinación que se le han confiado […] Por su posición en los límites de las diócesis de Viviers, de Nîmes y de Mende, la casa presentará un amplio campo, digno del celo de aquellos de los nuestros que van a conformar el personal […]” (https://www.omiworld.org/es/lemma/notre-dame-de-bon-secours-1845-1994-es/)

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FUI YO QUIEN LA FORMÓ ARRANCANDO DE ELLA TODAS LAS ESPINAS, QUIEN LA HA FERTILIZADO Y QUIEN LA HA HECHO, COMO TODO EL MUNDO SABE, LO QUE ES HOY

 El Arzobispo de Aix en Provence había fallecido en julio y circulaban algunos rumores de que tal vez el Obispo Eugenio sería su sucesor. No lo ambicionaba, pues estaba entregado por completo a su Diócesis de Marsella.

“Me han asegurado que ciertos sacerdotes de Aix, temiendo que fuera nombrado arzobispo, se reunieron para hacer un escrito contra mí y alejar esa desgracia. Esa pobre gente se hubiera ahorrado el trabajo, si pudieran saber cuán lejos está de mi pensamiento este cambio, como cualquier otro…”

El análisis que hace de su diócesis no era ocioso ni un alarde, sino evidencia de lo que se había logrado en la segunda ciudad más grande de Francia.

“Pueden estar tranquilos, pues no hay arzobispado en el mundo que me tiente y prefiero mi diócesis a la que todo me une, pues fui yo quien la formó arrancando de ella todas las espinas, quien la ha fertilizado y quien la ha hecho, como todo el mundo sabe, lo que es hoy”

Carta al P. Hippolyte Courtès en Aix en Provence, Julio 27, 1846, EO X núm. 908

Nueve años antes había resuelto:

“tendré que encariñarme con este pueblo como un padre con sus hijos. Tendré que consagrarle mi vida y todo mi ser; deberé solo pensar en su bien, temiendo no hacer lo suficiente por su dicha y santificación, preocupándome por abarcar todos sus intereses espirituales y en cierto modo, su bienestar temporal. En una palabra, tendré que estar dispuesto a sacrificar mi comodidad, mis gustos, el descanso y la vida misma”.

Retiro en preparación para tomar posesión de la sede episcopal de Marsella, Mayo 1837, EO XV núm. 185

Sin duda, la completa oblación de Eugenio por su pueblo daba frutos.

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¡QUÉ HERMOSOS DÍAS SON PARA UN OBISPO LAS CLAUSURAS DE MISIÓN!

El Obispo Eugenio también había instituido la práctica regular de predicar misiones en las parroquias de su diócesis y siempre buscaba estar presente en las ceremonias de clausura para celebrar los diferentes sacramentos. En su diario describe una de ellas.

22 de marzo “[Clausura de la misión de S. Antonio] ¡Qué hermosos días son para un obispo las clausuras de misión! No se me agradezca el nunca rehusar estar en ellas. Ver a una parroquia reconciliada con Dios, recibir de su pastor el cuerpo de Jesucristo, dirigir palabras edificantes a esa parte de mi rebaño, cumpliendo así el gran deber de predicación de los obispos, dar la confirmación a hombres que de otra forma no la recibirían, es un consuelo que recompensa toda fatiga. Creería cometer un pecado mortal si pudiendo tan fácilmente dar el Espíritu Santo y hacer perfectos cristianos, me abstuviera por razones triviales a acceder a los deseos de las almas que me fueron confiadas”.

Diario de Eugenio de Mazenod, Marzo 22, 1846, EO XXI

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ESTE SENTIMIENTO ESTÁ EN MI CADA VEZ QUE LLEVO EL SANTO SACRAMENTO

Durante la adoración en una de sus iglesias, el Obispo Eugenio expresa su devoción personal a la Eucaristía.

“Aun recitando con el mayor fervor posible los salmos y los cánticos, me entregaba a una especie de confianza filial suplicando al buen Maestro no permitiera separarme de él en la eternidad. Me parecía imposible que, habiendo tenido la dicha de verlo y contemplarlo tan de cerca y hacer que lo adoren rindiéndole yo mismo ese deber, no me concediera seguirlo y tenerlo eternamente.

El pensar sobre mis pecados tendría que asustarme, pero me parece en esos momentos que la misericordia de mi Salvador anula todo temor y que solo hay lugar en mi corazón para la confianza y el amor. Este sentimiento está en mi cada vez que llevo el santo sacramento”.

Diario de Eugenio de Mazenod, Marzo 15, 1846, EO XXI

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