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NO PUEDO CONSENTIR QUE NUESTROS PADRES VAYAN SOLOS A NINGUNA MISIÓN
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RECUERDE QUE DONDE ESTÉN, DEBEN SER SIEMPRE LO QUE SON
En Francia, Eugenio conocía a todos los Oblatos y no tenía duda de su afecto por ellos como padre de la familia misionera. Nunca había conocido al canadiense Alexandre Taché, y deseaba supiera que era un miembro querido de la familia, aun cuando no se hubieran conocido antes.
“Vuelvo al P. Taché, a quien aun no conozco bien. Espero me envíe una cartita; a falta de la persona, ver las líneas escritas por quien no se puede ver, pero al que ya se ama por la gran unión de la caridad que hace de todos nosotros un solo corazón y una sola alma. Le encargo expresamente mi querido hijo, expresarle todos los sentimientos que sabe tengo por los hijos que Dios me ha dado”.
Como miembros de la familia Misionera Oblata, los Padres Aubert y Taché debían llevar un estilo particular de vida.
“Hasta hoy forman una pequeña comunidad, pero no importa; apeguémonos a la Regla lo mejor posible. Aunque sean solo dos, nada impide que hagan mucho en común; sus meditaciones de mañana y tarde, su oficio y exámenes. Cumplan con su deber, y quienes habitan en la casa del Obispo quedarán edificados. Recuerde que donde estén, deben ser siempre lo que son”.
Carta al P. Pierre Aubert, San Bonifacio, Canadá, Febrero 21, 1846, EO I núm. 61
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¡NECESITAMOS HOMBRES Y ME ENVÍAN NIÑOS!
Alexandre Taché, Oblato canadiense, tenía 22 años y era escolástico cuando Eugenio lo envió a St Boniface. En su carta al P. Pierre Aubert sobre él, Eugenio le dijo:
“No esperé su carta para arreglar se le enviara un sacerdote y escribo de nuevo para que le envíen uno para reunírsele, pues se encontraba fuera cuando mis instrucciones llegaron a Longueuil.
Sin embargo, creo que el querido compañero que ha ido con usted a fundar la misión del Río Rojo, ha sido ordenado al sacerdocio y ha hecho también su profesión ante usted, como lo había autorizado. Es hermoso hacer los votos en el campo de batalla, frente al enemigo que se llega a combatir desde tan lejos. Tuve presente todo ello el 17 de este mes, y se mencionó en la reunión de todos nuestros Padres y Hermanos que renovaron ante mi y en presencia de N. S. Jesucristo la consagración hecha al Señor, en épocas más o menos remotas”.
Carta al P Pierre Aubert, St Boniface Canadá, Febrero 21, 1846, EO I núm. 61
“Los dos misioneros y las Monjas Grises salieron el 25 de junio a bordo de un barco perteneciente a la Compañía Hudson Bay, llegando a San Bonifacio el 25 de agosto, después de viajar sesenta y dos días. Sorprendido al ver al joven novicio, se supone que el Obispo Provencher expresó: “¡Necesitamos hombres y me envían niños!”. https://www.omiworld.org/es/lemma/tache-mons-alexandre-obispo/
El Obispo Provencher ordenó al diaconado a ese «niño» tan pronto llegó, y al sacerdocio en octubre de 1845; al día siguiente el Padre Aubert fue testigo de su oblación perpetua en San Bonifacio. Cinco años después, Alexandre Taché se convirtió en Obispo y sería el mayor impulso para el establecimiento y crecimiento de la Iglesia al Oeste de Canadá.
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25 DE ENERO DE 1816 – RECORDANDO LA HISTORIA DE LA FUNDACIÓN
Aquí Eugenio está escribiendo a los novicios y escolásticos que estaban en Billens, Suiza, para escapar de los peligros de la persecución antirreligiosa del gobierno de Luis Felipe.
Los tan importantes primeros días de vida comunitaria para los Misioneros eran, obviamente, una historia repetida a menudo con todo detalle. En sus memorias, el P. Tempier, lo describe como: “Este memorable día no lo olvidaré a lo largo de mi vida”.
El narra la historia de los comienzos de su familia religiosa, y extrae una conclusión unida con el voto de pobreza y la llamada a la sencillez.
Mañana celebro en aniversario del día en que, hace dieciséis años, dejé la casa materna para ir a vivir en la misión. El P. Tempier había tomado posesión de ella unos días antes. Nuestro alojamiento no era tan magnífico como el castillo de Billens y, por desprovistos que estéis de cosas, más los estábamos nosotros. Mi catre estaba en el pequeño pasillo que lleva a la biblioteca, que entonces era una sala grande que servía de dormitorio al P. Tempier y al otro que ya no se halla entre nosotros. Era también nuestra sala de comunidad. Una lámpara era todo nuestro alumbrado y, cuando nos acostábamos se la colocaba en el umbral de la puerta para que nos sirviera a los tres.

La mesa que adornaba nuestro refectorio la formaban dos tablas, colocadas sobre dos viejos toneles. Nunca hemos tenido la dicha de ser tan pobres desde que hicimos voto de serlo. Sin saberlo, aquello eran los preludios del estado perfecto en el que vivimos tan imperfectamente. Adrede apunto esta especie de indigencia muy voluntaria, ya que hubiera sido fácil acabar con ella trayendo lo que hiciera falta de la casa de mi madre, para deducir que Dios nos dirigía desde entonces y muy atinadamente, sin que pensáramos todavía en los consejos evangélicos que íbamos a profesar más tarde. Practicándolos es como hemos conocido su valor.
Os aseguro que no perdíamos nada de nuestra alegría; al contrario, como ese nuevo modo de vivir contrataba tan al vivo con el que acabábamos de dejar, nos reíamos con gana a menudo. Debía este buen recuerdo al santo aniversario de nuestro primer día común. ¡Qué feliz sería si lo continuara con vosotros!
Carta a Jean-Baptiste Mille et a los novicios et escolásticos, el 24 de enero 1831, E.O. VIII n.383
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OBSERVACIONES QUE INFLUENCIARON POR COMPLETO LA EXISTENCIA DE ALGUIEN
El Obispo José Norberto Provencher de la Colonia del Río Rojo (Manitoba) requería sacerdotes para desarrollar las obras de su diócesis y se puso en contacto con el Superior de los Oblatos en Canadá, el Padre Guigues, solicitando su ayuda. El Padre Guigues dudó al no tener ningún misionero que pudiera mover de sus compromisos, por lo que Eugenio actuó rápidamente, nombrando al P. Pierre Aubert y a un joven canadiense, Alexandre Taché para ser los dos primeros Oblatos en St Boniface.
Yvon Beaudoin nos dice:
» Al terminar sus estudios regulares ingresó al seminario mayor en Montreal el 1° de septiembre de 1841. Camino a la catedral el 3 de diciembre, fiesta de San Francisco Xavier, vio a los primeros seis Oblatos, que habían llegado a la ciudad el día anterior. Más adelante, al escribir sobre el suceso, dijo que sus ojos se fijaron con particular atención en sus personas y sus cruces Oblatas. Mi mirada sostenida en los Padres Honorat y Telmon contribuyó en gran medida a la dirección de toda mi vida”.
Casi acababa de terminar teología cuando el Obispo Ignace Bourget lo nombró regente en el Colegio Chambly (1842-1843) y en enero de 1844, profesor de matemáticas en el seminario de San Jacinto. Alexandre comenzó su noviciado en Longueuil el 5 de octubre de 1844. El maestro de novicios, Padre Juan Francisco Allard, tuvo una impresión favorable de él. Escribió al Obispo de Mazenod: “El Hermano A. Taché, de una de las familias más distinguidas del país, disfruta por doquier de buena reputación por sus aptitudes: buena memoria, sensatez, buen juicio, intelecto excepcional, facilidad de palabra. Todas esas cualidades exacerbadas por su sabiduría, excelente educación y cortesía refinada, le hace sobresalir en todos los estratos de la sociedad. Es además humilde y prudente y sus declaraciones siempre van al punto”. (https://www.omiworld.org/es/lemma/tache-mons-alexandre-obispo/)
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ENARBOLAR EL SIGNO DE LA SALVACIÓN, LA CRUZ DEL SALVADOR JESÚS
El Padre Pierre Aubert había estado ya en Canadá por dos años y en 1846 el Superior General lo nombró superior y fundador de la primera misión Oblata al oeste, en San Bonifacio.
“Mi muy querido Padre Aubert, me queda poco tiempo para escribirle y desearía conversar con usted un día entero….
Sí, mi querido amigo, le quiero como a un hijo y le considero un apóstol, como representante de toda nuestra familia, la vanguardia del ejército que debe echar al demonio de sus últimos atrincheramientos y enarbolar el signo de la Salvación, la Cruz del Salvador Jesús en esas regiones donde nunca fue conocido el verdadero Dios. Está continuamente presente en mi espíritu y muy dentro de mi corazón. Cómo quiere que olvide a quien he elegido entre tantos otros para esa gran misión. Siento sus preocupaciones como si fueran propias”.
Carta al Padre Pierre Aubert en St Boniface, Canadá, Febrero 21, 1846, EO I núm.61
Gastón Carriere nos da más detalles:
El padre Aubert dejó el Oeste en 1850 y residió hasta 1857 en el obispado de Bytown (Ottawa), donde fue vicario general de 1851 a 1856, superior de la casa del obispado de 1854 a 1857 y capellán de las Hermanas Grises de la Cruz (hoy llamadas Hermanas de la Caridad de Ottawa) de 1855 a 1857. Fue con este último título que trabajó en la construcción de la comunidad. Nombrado superior de la casa San Pedro Apóstol de Montreal en 1857, el padre Aubert actúa en calidad de teólogo de Mons. Ignace Bourget, obispo de Montreal, en el tercer concilio provincial celebrado en Québec, en 1863… Enfermo, regresó a Francia en 1865 y fue nombrado superior del Santuario de N.-D. de Lumières. Elegido asistente del Superior general dos años más tarde, permaneció en París hasta su muerte. Como asistente, el padre Aubert fue un consejero prudente e intermediario entre el Superior general y las autoridades canadienses. Ninguna decisión importante se tomaba sin ser consultado. Se interesó especialmente por las obras de los Oblatos en Canadá y también por el asunto de los soldados zuavos pontificios. En 1870, el padre Aubert acompañó a Mons. Guigues al concilio Vaticano I como teólogo”. (Gastón Carriere: https://www.omiworld.org/es/lemma/aubert-joseph-pierre-blaise-es/)
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FELIZ NAVIDAD!
Habrá una pausa en estas reflexiones hasta el 23 de enero
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EN PREPARACIÓN PARA LA NAVIDAD CON SAN EUGENIO
Uno de los momentos especiales de oración para Eugenio era poder unirse con sus seres queridos ante la presencia de Dios. En la tradición de los Oblatos hemos llegado a conocer este ejercicio como “oraison.” Siendo seminarista en París escribió a su madre una mañana de Navidad, describiendo cómo había estado unido a ella en la Misa de Medianoche, a pesar de la distancia que les separaba.
¡Ah! mi querida mamá ¿puede creer que he estado con usted anoche? Y meditando tanto sobre la santa Madre de nuestro Dios, que acaba de recibir gran consuelo al dar al mundo a su Salvador, y al mismo tiempo sentir tan vivamente la pobreza, la indigencia y la miseria en la que vio a su divino Maestro humillado por amor a los hombres, ¿cómo no acercarme a usted tan tiernos sentimientos?
Sí, mi buena madre, hemos pasado juntos la noche al pie del altar, que para mí era el pesebre de Belén; juntos ofrecimos nuestros dones al Salvador, pidiendo nacer en nuestros corazones y fortalecernos en nuestras debilidades, etc.
Bien conoce mi corazón formado del suyo, así que debe bien saber que el sentimiento sigue vivo, tanto como en el de usted.
Carta a su madre, Diciembre 25, 1809, EO XIV núm. 37
¿A quiénes me uno frente al pesebre de Belén este año?
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CUANTO AGRADECIMIENTO DEBE LLENAR NUESTROS CORAZONES
Jueves de la cuarta semana de Adviento
En aquel tiempo, dijo María: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador… porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre, y su misericordia llega de generación en generación a los que lo temen.
Lc 1:46 – 50
Qué consolador es verle resucitar triunfador de la muerte y del infierno, y cuanto agradecimiento debe llenar nuestros corazones al pensar que ese buen Maestro ha querido hacernos partícipes de su resurrección destruyendo en nosotros el pecado y dándonos nueva vida.
San Eugenio a su madre, 4 abril 1809, EO XIV n 50
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SIEMPRE HE SIDO HOMBRE DE DESEOS
Miércoles de la cuarta semana de Adviento
Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.
Lc 1:44-45
“No soy profeta, sin embargo, siempre he sido hombre de deseos, que algunas veces han sido escuchados y cumplidos. Esta vez los hago a Dios por ustedes, mis queridos hijos, para que les lleguen todas las bendiciones y colme sus almas de gracia y consuelo.”
Carta a los primeros Oblatos en ir a Canadá, Octubre 9, 1841, EO I núm. 9
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