NO PUEDO CONSENTIR QUE NUESTROS PADRES VAYAN SOLOS A NINGUNA MISIÓN
Eugenio había pensado que los Padres Aubert y el recién ordenado Taché vivirían en una comunidad desde donde realizarían su ministerio, y se alarmó al saber que no era así:
“No deja de alarmarme lo que me dice el P. Allard relativo al Río Rojo. Nuestros dos Padres, me dice, van a quedar separados un año entero, pero no lo entiendo ni puedo consentir que nuestros Padres vayan solos a ninguna misión. Todo debe estar subordinado a esto. Le ruego presentarlo a los Señores Obispos, y tómelo como norma de conducta”.
Carta a Eugenio Guigues en Canadá, Julio 30, 1846, EO I núm. 67
Los desafíos a los misioneros y los miles de personas sin evangelizar lo hicieron imposible, como nos narra Yvon Beaudoin.
“El Padre Taché pasó parte del invierno en St Boniface y el resto en Baie-Saint-Paul, donde aprendió lo básico del idioma de los saulteaux. El 8 de julio de 1846 salió en compañía de un sacerdote diocesano, el Padre Laflèche, para fundar una misión en Île-à-la-Crosse. Pasaron el invierno en la estación de la Compañía Hudson Bay y estudiaron el idioma cree. Posteriormente el Padre Laflèche trabajó con los indios cerca de la estación de comercio y el Padre Taché, durante los veranos de 1847 a 1850, realizó largos viajes a Lago Caribú y Lago Athabasca. El 25 de marzo de 1847, el Obispo de Mazenod escribió al Padre Guigues: “Suspiro al pensar en tan joven sacerdote, que terminaba apenas el noviciado y fue separado por tan gran distancia de nuestros compañeros”.
La preocupación de Eugenio se multiplicaría y repetiría constantemente a lo largo de su vida: la comunidad apostólica y el celo misionero eran dos aspectos esenciales de su carisma, pero ¿cómo mantener el equilibrio entre estos dos conceptos básicos, cuando la necesidad de evangelización de las personas era tan apremiante?
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