La elección de los primeros misioneros en ir a Canadá requería discernimiento de parte de Eugenio y su consejo Oblato.
“Le aseguro, mi muy querido hijo, que atribuí a un buen motivo el ofrecimiento que me hizo para ser elegido para fundar nuestro primer establecimiento en Canadá. Agradezco al Señor la disposición que la gracia le inspiró, pero dudé, recordando la carta que me escribió al anunciarle que había sido destinado para formar parte de la comunidad de Lumiéres…
Después de recordar las dificultades ocasionadas por la actitud del P. Bermond, Eugenio continúa:
“Comprenderá que para una misión lejana como la de Canadá, hay que estar bien preparado; hay que contar con la solidez de las virtudes religiosas de quienes estarán a miles de kilómetros de mí. ¿Quién puede prever las dificultades que se presentarán, por parte de los hombres o de los acontecimientos?.
Hay que haberse fortalecido en la práctica de la humildad, de la abnegación, ahondar en la obediencia, que es el fundamento de todo el edificio religioso, estar dispuesto a sobrellevar las imperfecciones de los demás y sobre todo, renunciar a la voluntad propia, para someterse a la del Superior, sin esfuerzo, sin tristeza, sin el menor murmullo.”
Así, Eugenio concluye:
Me agradecerá, mi querido hijo, que le sea sincero acerca de mis pensamientos. Tranquilíceme y será parte de una segunda colonia.”
Le abrazo y le bendigo.
Carta a Francois Bermond, Agosto 19, 1841, EO I núm. 4
«Eso es motivo de alegría para ustedes, aunque durante un tiempo tengan que soportar muchas dificultades que los entristezcan. Tales dificultades serán una gran prueba de su fe, y se pueden comparar con el fuego que prueba la pureza del oro. Pero su fe es más valiosa que el oro, porque el oro no dura para siempre. En cambio, la fe que sale aprobada de la prueba dará alabanza, gloria y honor a Jesucristo cuando él regrese.»
(I Pedro 1: 6-7)
“Mi querido Padre Luciano, dé gracias a Dios. Escuché su deseo y le he elegido para formar parte de la comunidad que va a plantar el estandarte de la Congregación, que es el de la cruz, en otra parte del mundo. Confío plenamente en que usted y sus compañeros serán dignos de su vocación, que harán mucho bien y que honrarán a la Congregación con su abnegación, su celo y su regularidad.”
· Nuestra fe se hace más profunda cuando afirmamos que Dios está justo a nuestro lado en medio de este lío. Sabemos que con Dios, todas las cosas sirven para el bien de los que Le aman. Nada queda al margen de la capacidad creativa de Dios de sacar el bien de esto. Lo creemos y renovamos nuestra oblación de vivir para el Reino de Dios.
El Papa León XII aprobó formalmente nuestras Constituciones y Reglas el 17 de Febrero de 1826. Hasta el día de hoy, tras ser revisadas y adaptadas en estos 195 años, siguen “indicando a cada Oblato el modo de caminar siguiendo las huellas de Jesucristo” (C. 163). El Prefacio de las CCyRR expresa la visión que ardía en el corazón de Eugenio: inspirado por su amor a Cristo, reunió a otros para que abrazaran una vida de santidad, anunciando a Cristo a los pobres y trabajando para reconstruir la Iglesia. La vida de virtud de estos predicadores fue esencial para que su predicación fuera efectiva.