UN COMPROMISO HECHO ANTE DIOS, NO PUEDE SER DISUELTO A LA LIGERA

Cuando se supo la cuestión de la partida de Deblieu y Maunier de la comunidad, Eugenio insistió en que habían hecho votos como Misioneros y no podían dar la espalda a este compromiso ante Dios. Los consejeros (doctores en Ley de la Iglesia) del Obispo de Fréjus, concluyeron sin embargo que se trataba de votos privados que no tenían posición en la Iglesia y que por tanto el Obispo podía liberar a sus hombres de dicha obligación. Eugenio sin embargo, veía los votos vinculantes ante los ojos de Dios y no cambiaría su opinión.

Los doctores de Fréjus decidirán lo que quieran, el obispo hará lo que guste; yo, si Dios no me da otras luces, no desligaré al culpable… Unos votos hechos al pie del altar y en presencia de Jesucristo, que se pone como testigo; unos votos renovados en circunstancias que nadie de nosotros ha podido olvidar después de unos considerandos y unas protestas que jamás han sido hechas por nadie; unos votos ratificados una tercera vez en la alegría y en la satisfacción mayores, que se comunicaban a todos, no han sido unos votos pronunciados por sorpresa y sin reflexión. Lo repito, dispensará quien quiera; en cuanto a mí, a menos que Dios me de otras luces, no haré nada.

Carta a Hippolyte Courtès, Octubre 9, 1823, EO VI núm. 114

Leflon corrige el panorama: “Aún más, la Sociedad Misionera no estaba establecida canónicamente como sociedad religiosa; claro está que había sido aprobada por el vicario-general, Guigou, en 1816 y 1818, pero sólo como una comunidad de sacerdotes diocesanos. Ni la Regla ni los votos pronunciados en 1818 estaban aprobados por autoridad competente alguna. Entonces, se trataba solamente de votos privados, como todos los demás hechos en esa época, cuando la Ley Canónica reconocía sólo los votos solemnes como votos religiosos. En consecuencia, el derecho de dispensarlos correspondía al obispo, a quienes estos sacerdotes seculares habían prometido obediencia.”

Leflon II pág. 246

 

“El compromiso es una acción, no una palabra.” Jean-Paul Sartre

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PARA AYUDARNOS MUTUAMENTE A SOBRELLEVAR UNA DESGRACIA QUE NOS ES COMÚN

No todos en Aix estaban contentos con la partida de Eugenio, habiendo un sentido de pérdida e inseguridad en la comunidad, ocasionada por la ausencia de su fuerte personalidad. Marsella no fue la única diócesis al sur de Francia que se restauró después de la Revolución. Lo mismo sucedió en la diócesis vecina de Fréjus y el nuevo Obispo se encontraba en búsqueda de clérigos. Su atención se concentró en dos de los Misioneros en Aix y comenzó a exigir su regreso.

Yvon Beaudoin explica el antecedente: “Los Padres Deblieu y Maunier, primeros compañeros del Fundador, dejaron la Sociedad en octubre de 1823. Acusaron a los Padres de Mazenod y Tempier de haber aceptado el puesto de Vicarios Generales de Marsella, comprometiendo el futuro de la Sociedad, sacrificándolo por los intereses de una diócesis y de tal vez estar motivados incluso por la ambición personal (RAMBERT, I, 374). Sin embargo, esto fue sólo un pretexto, pues habían venido de la diócesis de Fréjus, que como la de Marsella, había sido recién restablecida. El nuevo Obispo, C. A. de Richery, llamó a los sacerdotes originarios de su territorio y declaró nulo cualquier compromiso adquirido en prejuicio de una tercera entidad, de los sacerdotes que habían prometido obediencia previa a algún obispo. Teniendo ya poca inclinación a las exigencias de la vida religiosa y de ahí en adelante sin el compromiso a sus votos y atraídos por la promesa de funciones importantes, los dos Padres se beneficiaron de las circunstancias de volver a Fréjus.” (Nota al calce EO VI núm. 114)

Hippolyte Courtès era ahora el superior de la comunidad de Aix y escribió a Eugenio para informarle de la inminente partida de Deblieu. Eugenio respondió:

Aunque la esperaba desde hace tiempo, mi querido amigo, la apostasía que me anuncias próxima a estallar, esta infamia es tan monstruosa que apenas puedo convencerme que sea posible.
He ahi en lo que ha concluido tanta paciencia y el aguante del sujeto más imperfecto que sea posible concebir…
Adiós querido mío, tus sentimientos son para mi corazón un verdadero alivio; pero en una circunstancia tan penosa, me cuesta mucho no poder rodearme de todos mis verdaderos hijos para ayudarnos mutuamente a sobrellevar una desgracia que nos es común, ya que pesa sobre la Sociedad.

Carta a Hippolyte Courtès, Octubre 9, 1823, EO VI núm. 114

“La fe es subir el primer escalón, aun cuando no veas toda la escalera.” Martin Luther King, Jr.

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UNA CRISIS

La segunda parte de 1823 fue una pesadilla para Eugenio. Su llegada y presencia en Marsella no sólo ocasionó fricción en ciertos grupos, sino que también hubo dificultades en Aix en Provence.

No inicio el capítulo de los lamentos y de las penas que sería inagotable…

Carta a Hippolyte Courtès, Agosto 13, 1823, EO VI núm. 112

Leflon nos da algunos detalles:

La instalación del Obispo Fortuné en la sede de Marsella parecía una garantía ideal para el futuro de la sociedad misionera del Padre de Mazenod, pues les aseguraba protección episcopal, que era absolutamente indispensable. Sin embargo, la misma razón que se suponía salvaría a la Sociedad del peligro externo, casi le destruyó al provocar una crisis dentro de la pequeña familia. La gran amenaza llegó de donde el P. de Mazenod menos la esperaba; sus colaboradores sintieron en efecto, que su superior se dedicaba mucho más a la diócesis que a ellos, cuando en realidad, la situación era muy diferente; tanto, que la gente de Marsella pronto lo acusaría, en forma completamente equivocada, de sacrificar los intereses de la diócesis por los de su Sociedad Misionera y de colonizar la diócesis en beneficio de su familia religiosa. Su prolongada estancia en París, del 15 de febrero al 31 de julio de 1823, tuvo como resultado en primer lugar, la desorientación de los pobres misioneros, quienes hasta entonces, habían estado bajo el hechizo de su fuerte personalidad y se habían acostumbrado a seguir su dirección en forma implícita.

En toda justicia, no se le podía acusar de la tardía llegada de la Bula Pontificia, que retrasó la consagración de Fortuné hasta el 6 de julio, a pesar de las urgentes notificaciones que recibiera del Ministro de Culto de ir a París inmediatamente después de su nominación, a finales de enero. Durante todo ese tiempo, la frecuencia y extensión de las cartas del Fundador deberían haber sido prueba suficiente de su constante diligencia y profundo afecto paternal; la relación por carta, sin embargo, sin importar cuán frecuente fuera, nunca es igual al contacto personal. El Padre Courtès a su vez, hizo todo lo posible en Aix por sustituirlo, pero no tenía el dinamismo, influencia ni autoridad del Fundador. Sin embargo y aun a pesar de ello, al asegurarles que su Superior General se reintegraría a la comunidad tan pronto como fuera posible, les indujo a practicar la paciencia. Al volver de París el 6 de agosto, en vez de retomar su residencia en Aix, dejó la ciudad con su tío, estableciendo su domicilio en Marsella, donde sus responsabilidades como archidiácono ocuparon mucho de su tiempo. Tempier, quien también había sido nombrado archidiácono, dejó la casa madre en forma permanente, lo que resultó en una vacilación inevitable.

Leflon II p.242-243

“No puede haber una gran desilusión donde no existe un profundo amor.” Martin Luther King, Jr.

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UN CAPÍTULO DE LAMENTOS Y PENAS

Desde el momento en que Eugenio llegó a Marsella como Vicario General de su tío, comenzó su sufrimiento. La diócesis había estado vacante por dos décadas y había mucho que cambiar y hacer. Esto implicaba incomodar a la gente que había estado cómoda y sin intención de cambiar por el bien común de la diócesis. El Obispo Fortuné era anciano y mientras que todas las decisiones eran tomadas por él, dependía de Eugenio y Tempier ponerlas en práctica – en ocasiones a un alto costo personal. Tres días después de su llegada a la ciudad, Eugenio escribió a Courtès en Aix

No inicio el capítulo de los lamentos y de las penas que sería inagotable. Marsella hubiese sido inaguantable para mí si me hubiesen visto llegar con agrado y si se me hiciera la justica que sé me merezco; juzga lo que debe ser cuando considero que Lucifer no hubiese sido más maldecido, si se hubiese presentado para arrancar sus almas… No creas sin embargo que todos esos clamores me intimidan, ni todo aquello con que se me amenaza. Es a los Príncipes, es al Rey, es al Papa que se debe escribir; los liberales se han encargado de esa última gestión.
Todo ese ruido, se hace para apoyar a tres sacerdotes, diré casi tres refractarios.

Carta a Hippolyte Courtès, Agosto 13, 1823, EO VI núm. 112

 Yvon Beaudoin explica en el antecedente de su carta:

M. Rodet y los Misioneros de Francia establecidos en Marsella habían hecho campaña en contra del nombramiento del Obispo Fortuné de Mazenod. Él, después de haber consultado a M. l’abbé Jean Marie de la Mennais, Vicario General del Gran Almoner, pidió a M. Rauzan llamar a sus misioneros. A la entrada del nuevo Obispo a la diócesis el domingo 10 de agosto, los Misioneros de Francia aún se encontraban en el lugar y algunos de sus simpatizantes organizaron demostraciones públicas en su contra. Su resentimiento se enfocaba especialmente al Padre de Mazenod, a quien hacían responsable de las medidas tomadas por el Obispo Fortuné, aun cuando realmente era la decisión personal del último, de proceder en tal forma. (Nota al Calce 2 en EO VI núm. 112)

 

“Te acostumbras al rechazo y no lo tomas a manera personal.”     Daniel Craig

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ABANDONARÉ MI ALMA AL ESPÍRITU DE DIOS

Finalmente, toda la documentación había sido completada y Fortuné de Mazenod fue ordenado obispo en París el 6 de julio de 1823. Eugenio en su carta a Tempier el día anterior al evento, le dice:

Por esta vez, usaré un derecho cuyo nombre apenas encuentro, tanto he perdido la facultad de utilizarlo; me he reservado mi libertad. Colocado en la tribuna gozaré a gusto de un espectáculo estremecedor para mí y abandonaré mi alma al espíritu de Dios para que dirija los sentimientos según su beneplácito con la esperanza de sacar tanto provecho como consuelo.

Carta a Henri Tempier, Julio 5, 1823, EO VI núm. 110

En nuestra exploración cronológica de los escritos de Eugenio, este texto nos recuerda que Eugenio y su tío habían permanecido en París por más de 5 meses para arreglar el restablecimiento de la Diócesis de Marsella y la ordenación de Fortuné. Sin embargo, aún más importante es la actitud de oración con la que Eugenio llegó a la ceremonia de la ordenación. Habría tenido fuertes emociones, pero optó por eliminarlas y estar receptivo a lo que Dios deseaba inspirarle durante la ceremonia.

“Lo que sembremos en la tierra de la contemplación, alcanzaremos en la cosecha de la acción”. Meister Eckhart

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QUE PUEDA GOZAR DEL NACIMIENTO DE UN HOMBRE Y DE UN SANTO EN LA FAMILIA QUERIDA DE DIOS

El padre y fundador de los Oblatos se regocijó al recibir una carta de Joseph-Hippolyte Guibert, en la que le informaba hacer superado la crisis, encontrarse en paz y seguir su vocación.

La carta que habéis tenido la ocasión de escribirme y que el P. Courtés ha incluido en la suya me ha consolado algo, porque descubro en medio de vuestras expresiones y de los buenos sentimientos que demostráis, los signos muy marcados de esa gracia que os ha prevenido, y a la que no queréis ser infiel…
Adiós mi muy querido amigo; pido a Dios que después de haber probado los dolores del alumbramiento, pueda gozar del nacimiento de un hombre y de un santo en la familia querida de Dios y de la cual el padre os ama en proporción de lo que contáis a su corazón.

Carta a Joseph-Hippolyte Guibert, Junio 26, 1823, EO VI núm. 109

 

‘Trata de dar tu día a Dios. Continúa diciendo “Se hará tu voluntad, no la mía”. Da todo tu corazón y tiempo a Dios y permítele decirte qué hacer, adonde ir, cuándo y cómo responder. Dios no quiere que te destruyas. Estar exhausto y deprimido no son señales de que estés haciendo la voluntad de Dios. Dios es gentil y amoroso. Dios desea darte un profundo sentido de seguridad en Su amor. Una vez que te hayas permitido experimentar ese amor por completo, podrás discernir mejor a quién se te envía en Su nombre”.   Henri J. M. Nouwen

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LA PROPAGACIÓN DE NUESTRA SOCIEDAD ES INAGUANTABLE PARA EL ODIO QUE HA PROFESADO A LAS ALMAS QUE NOS ESFORZAMOS EN SALVAR

Es, pues, sumamente importante, es urgente hacer que vuelvan al redil tantas ovejas descarriadas, enseñar a los cristianos degenerados quién es Jesucristo, y, arrebatándolos al dominio de Satanás, mostrarles el camino del cielo.    

Prefacio de las CC&RR

Fue en el espíritu de estas palabras, que Eugenio había escrito en el Prefacio de nuestra Regla de Vida, su respuesta a la crisis vocacional de Guibert en el noviciado.

Cómo queréis, mi querido amigo que fuese de otro modo, convencido como estoy de que Dios os ha concedido el ser oídos en nuestras oraciones, que os ha llamado como a los apóstoles, con las señales más seguras de una vocación verdaderamente divina para seguirle y servirle en el ministerio que se acerca más al que ha prescrito a los apóstoles, a cuyos trabajos ha querido asociaros. ¿Os habría visto ceder a las pérfidas instigaciones del espíritu muy tentador, al eterno enemigo del bien, sin que un corazón se desgarrara?
… La astucia y la malicia del enemigo se mostraban a mí con más evidencia que cualquier otra, porque venía al descubierto su rabia, más notable todavía en razón de las circunstancias. La propagación de nuestra Sociedad es inaguantable para el odio que ha profesado a las almas que nos esforzamos en salvar y que arrancamos en gran número a su tiranía. Veía a dos y hasta tres obispos hacer gestiones para llamaros junto a ellos; la guerra iba a ser para él más mortífera que nunca… Le bastaba de momento apartaros del camino que el Señor os había señalado;

 Carta a Joseph-Hippolyte Guibert, Junio 26, 1823, EO VI núm. 109

 

“Nadie debe sorprenderse ante la dificultad de la fe, de haber algo en tu vida a lo que te resistes conscientemente o desobedeces el mandamiento de Jesús. ¿Existe algo en tu vida a lo que te rehúsas a entregarte a su mandato, alguna pasión pecaminosa, tal vez, o alguna animosidad, alguna esperanza, quizá tu ambición o tu razón? … ¿Cómo puedes estar en comunión con él, cuando en algún momento de tu vida escapas de él?”     Dietrich Bonhoeffer

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DISCERNIENDO LA VOLUNTAD DE DIOS A TRAVÉS DE BUSCAR OPINIONES EXTERNAS

Lo confieso, mi muy querido Guibert, su carta me había sensiblemente afectado… Cómo queréis, mi querido amigo que fuese de otro modo, convencido como estoy de que Dios os ha concedido el ser oídos en nuestras oraciones, que os ha llamado como a los apóstoles, con las señales más seguras de una vocación verdaderamente divina para seguirle y servirle en el ministerio que se acerca más al que ha prescrito a los apóstoles, a cuyos trabajos ha querido asociaros. 

Joseph-Hippolyte Guibert, quien era novicio en ese entonces, atravesaba una crisis en su vocación y le había comunicado de ello a Eugenio. Eugenio se encontraba aún en París y consultó con el Superior Provincial Jesuita su opinión respecto al discernimiento en el que se encontraba Guibert.

Abrumado he puesto en Dios mi confianza, he invocado su santo Nombre, y aunque no pudiera dudar de la conducta que había que guardar, fui inspirado al dirigirme al principal superior de una Orden para quien los caminos de Dios no son desconocidos; conocéis el resultado de esa gestión. La decisión no permite la menor duda, ni deja la menor inquietud. Vuestra conducta está ahí bien señalada, y no soy yo quien habla; pero debo decirlo, se habla tal como yo pienso. 

Carta a Joseph-Hippolyte Guibert, Junio 26, 1823, EO VI núm. 109

 Eugenio escribió entonces a Hippolyte Courtès, maestro de novicios y superior interino en Aix:

Por seguro que estuviese de que el demonio le tendía una celada, estaba contento de conocer la opinión de un hombre experimentado en los caminos de Dios, absolutamente extraño y no siendo por consiguiente influenciado por ninguna consideración ni afecto particular.
Habiendo oído tal vez veinte veces: “no hay duda de que está llamado, no hay duda de que está llamado”; “que se guarde de salir, es una celada del enemigo”.
Me han dicho a ese propósito las cosas más prudentes y más razonables del mundo… “Díle bien claro, que no hay nada más común que esas pruebas, que las rechace como rechazaría unos pensamientos contra la fe o contra la pureza”.

 Carta a Hippolyte Courtès, Junio 15, 1823, EO VI núm. 108

 

“El discernimiento es el llamado de Dios a la intercesión, nunca a la búsqueda de errores”. Corrie Ten Boom

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TUVE NECESIDAD DE DESCARGAR MI CORAZÓN EN EL SENO DEL AMIGO COMÚN

Cuando Eugenio enfrentaba situaciones difíciles, se volvía de inmediato a Jesús en la oración. Se refiere a ello en términos de acercarse en forma instintiva a un amigo.

mi muy querido Guibert, su carta me había sensiblemente afectado. Hasta el punto de que no tuve la fuerza de escribiros y tuve necesidad de descargar mi corazón en el seno del Amigo común, único confidente que pudiera elegir en este dolor

Carta a Joseph-Hippolyte Guibert, Junio 26, 1823, EO VI núm. 109

Al escribir a alguno de los miembros de su familia misionera, puede hablar de “nuestro amigo común” – el vínculo que une a todos los Oblatos es Jesucristo, a quien todos somos invitados a considerar como nuestro amigo común.

De acuerdo a esta experiencia de nuestro Fundador, nuestra Regla de Vida nos dice:

Los Oblatos realizan la unidad de su vida sólo en Jesucristo y por Él. Están comprometidos en tareas apostólicas muy variadas y, al mismo tiempo, cada acto de su vida es ocasión de un encuentro con Cristo que por ellos se da a los otros, y por los otros, a ellos.

CC&RR, Constitución 31

 

“Nací sólo para Dios. Cristo se encuentra más cerca de mí que mi padre, madre o hermana –una relación cercana, un Amigo más cariñoso; y me regocijo de seguirle y amarle. ¡Bendito Jesús! Eres todo cuanto quiero – predecesor en todo lo que habré de pasar como cristiano, ministro o misionero”. Henry Martyn

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¿Y VOSOTROS, TAMBIÉN QUERÉIS ABANDOMARME?

Tan convencido estaba Eugenio de que la vocación del Oblato y el vivir según las Reglas eran los medios seguros de alcanzar la vida eterna, que no le era posible comprender cómo alguien podría siquiera considerar dejar este estilo de vida. Una vez que alguien había pronunciado los votos de oblación, Eugenio veía como apostasía si salía de la Sociedad y dejaba de vivir su compromiso. Para hacer esta realidad aún más dolorosa, Sébastien Deblieu se encontraba en el proceso de salir. Tenía 34 años y era uno de los miembros fundadores de los Misioneros en 1816, por lo que su deseo de salir había sido una sacudida para todos en la Sociedad.

A todo cuanto tiene de amargo en sí el desgarrador pensamiento de esa nueva traición se une el temor del mal que sientes, tú que sientes tan vivamente y cuya alma paciente puede abrumar al cuerpo tan débil.

Carta a Hippolyte Courtès, Mayo 27, 1823, EO VI núm. 105

El anuncio de esa apostasía me ha afectado más sensiblemente que la muerte del P. Jourdan… Estar obligado a consagrar a Satanás a aquel que habíamos puesto y dirigido por los caminos del cielo, es horroroso. Queda uno impresionado por esas especies de golpes como del rayo, y se encuentra uno como en el estado de esos príncipes de nuestros días que después de una nueva defección miran a su alrededor para ver quien se marchará primero.

Al mismo tiempo, el primero que había deseado convertirse en Hermano Oblato, Claude Ignace Voitot, había decidido salir del noviciado antes de hacer sus votos. El novicio Joseph Guibert también atravesaba una crisis y se preguntaba si debía continuar.

Tal vez hiciésemos mejor comparándonos, en este caso, con nuestro divino Maestro que preguntaba a los apóstoles que quedaban todavía con él después de la vergonzosa defección de los Cafarnaitas: ¿“Y vosotros, también queréis abandonarme”? perjurio [ed. Juan 6, 67]
.
Por dolorosa que sea nuestra posición, compa dezco infinitamente más a los traidores, que sin detenerse por la palabra infalible de aquel que ha dicho que ninguo de aquellos que retroceden del camino, después de haber puesto la mano en el arado son aptos para el reino de los cielos,[ed. Lucas 9, 62], meditan en secreto, consienten interiormente y ejecutan por último un execrable perjurio…
Me he limitado a suplicar al Señor durante la procesión de hoy, que aparte esa desgracia de nosotros y más todavía de aquel que la medita y que por eso mismo no es inocente.

Carta a Hippolyte Courtès, Junio 1°, 1823, EO VI núm. 106

Pablo había tenido un sufrimiento similar cuando sus compañeros abandonaron su estilo de vida:

Pues Demas me ha abandonado, habiendo amado este mundo presente, y se ha ido a Tesalónica;” 2 Timoteo 4:10

Bernabé quería llevar también con ellos a Juan, llamado Marcos, 38 pero Pablo consideraba que no debían llevar consigo a quien los había desertado en Panfilia y no los había acompañado en la obra.” Hechos 15:37-38

Entonces Jesús dijo a los doce: ¿Acaso queréis vosotros iros también? 68 Simón Pedro le respondió: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.’ Evangelio de San Juan 6:67-68.

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