INSPIRADO POR UN MISIONERO QUE ENCONTRÓ A DIOS EN TODAS LAS COSAS

Tenía solo doce años cuando Dios puso en mi corazón los primeros y muy eficaces deseos de dedicarme a la misión, a trabajar por la salvación de las almas.

Carta a Ambroise Tamburini, EO XI núm. 1292

El Obispo Jeancard escribió: “Estando aún en Venecia, poco después de su Primera Comunión, solía leer ávidamente Les lettres édifiantes sur les missions de la Chine et du Japon [ed Cartas Edificantes sobre las Misiones en China y Japón]. . Tenía un gran deseo de dedicarse algún día a la conversión de los no creyentes.”   (Melanges p.11)

Estas cartas fueron escritas por misioneros Jesuitas, a quienes Bartolo Zinelli soñaba unirse. Los Jesuitas habían sido separados en Europa en ese tiempo, y Bartolo y su hermano esperaban que la Sociedad fuera restablecida para unírseles. Inspirados por Ignacio de Loyola, habían comunicado su espíritu de “encontrar a Dios en todas las cosas” al influenciable joven Eugenio, quien se convirtió en un admirador de por vida de  Ignacio y su estilo. Fue una herencia que dejó a su familia Oblata.

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“Dios no se encuentra lejos de nosotros. Dios está en la punta de mi pluma, mi palillo, mi pincel, mi aguja — y en mi corazón y pensamientos”   Teilhard de Chardin S.J.

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DE RUTINA A UNA FORMA DE VIDA

A lo largo de su vida, las notas de retiro y diarios de Eugenio están colmados de programas para una rutina espiritual disciplinada. Produjo programas espirituales para sí como sacerdote, misionero y obispo. Igualmente lo hizo para la congregación de los jóvenes y para los Misioneros Oblatos. Se trataba de un hábito de rutina espiritual adquirida de Don Bartolo Zinelli en Venecia.

En la escuela del santo sacerdote fue donde aprendí a despreciar las vanidades del mundo y disfrutar las cosas de Dios: alejado de toda disipación, de los jóvenes de mi edad, no pensaba en absoluto en lo que era objeto de todos sus gustos. Me confesaba todos los sábados y comulgaba todos los domingos. La lectura de buenos libros y la oración eran las únicas distracciones que permitía de mis estudios. Todos los días oía misa y ayudaba en ella, y cada día también recitaba el oficio parvo de la Santísima Virgen. De mis lecturas piadosas obtuve cierto gusto por la mortificación, y aunque aún era niño, me impuse ayunar todos los viernes y en cuaresma tres veces a la semana; mis padres no prestaban atención. Colocaba a menudo palos debajo de mi sábana, y los sábados, para asegurar despertarme temprano a fin de estar más tiempo en la iglesia, dormía en el piso, sobre una sencilla manta. Mi salud no lo resentía en absoluto, y continué con ello mientras estuve en Venecia.

Al mirar en retrospectiva a ese período de su vida, reconoció el inicio de su vocación al sacerdocio y vida religiosa.

Si relato esto, es para resaltar las gracias que me protegieron desde la más tierna infancia y cuánto tengo que humillarme por no haber sacado mayor provecho de ellas. De ahí data mi vocación al estado eclesiástico y tal vez a un estado más perfecto; y ciertamente de habernos  quedado un solo año más en Venecia, habría seguido a mi santo director y su hermano, ya sacerdote, en la Congregación religiosa que escogieron  y en la que  murieron ambos ejerciendo un celo heróico

Diario del Exilio en Italia, EO XVI

Fue un deseo que desapareció al dejar Venecia, y que la vista de la Cruz un Viernes Santo, casi una década después, reavivaría en él. En forma similar, la rutina aprendida de Don Bartolo, sería la base de su programa espiritual más adelante en su vida. “Regularidad” es una palabra que encontramos constantemente en los escritos de Eugenio como Oblato.

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“Las rutinas son asuntos normales, naturales, sanos. La mayoría de nosotros nos bañamos y cepillamos los dientes todos los días. Es una buena rutina. Las disciplinas espirituales son rutinas. Es algo bueno. Pero una vez que las rutinas se vuelven rutinas, es necesario que cambies tu rutina.”   Mark Batterson

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UNA PUERTA QUE SE ABRE AL FUTURO

En el viaje en el cual acompañó a su madre y hermana de regreso a Francia, el diario del exilio narra dos incidentes en la vida de Eugenio, entonces de 13 años, que indicaron su dirección en el futuro.

Durante ese viaje Eugenio mostró lo que la gracia había hecho en él. Ante todo, colgó a su cuello un gran crucifijo como signo de su fe y profesión pública que estaba dispuesto a hacer, de ser necesario. La ocasión se presentó en la primera fonda donde pararon. Aunque el crucifijo estaba debajo del chaleco de Eugenio, era bastante grande y podía verse, haciendo a Eugenio objeto de bromas de mal gusto de los servidores de la fonda, pero Eugenio, lejos de apenarse, respondió a los insolentes con una valentía verdaderamente cristiana no esperada por los impíos, de un niño de trece años.

      Al llegar a Livorno, la familia se quedó unos días en el lugar. Eugenio notó que la empleada de la casa donde estaban era ignorante en la religión, por lo que se ocupó de explicarle el catecismo, y lo hacía en forma tan interesante, que la dueña de la casa asistía con gusto y gran provecho personal, según decía ella misma. El celo fue una de las características distintivas de la piedad de Eugenio, que así anunciaba el ministerio que algún día realizaría entre las almas más abandonadas.

Diario del Exilio en Italia, EO XVI

Semillas que apuntaban hacia una consciencia de la Cruz y a compartir las Buenas Nuevas de Dios con los demás – en las que Dios habría de colocar una vocación misionera. Todos somos invitados a reconocer las semillas de nuestra espiritualidad y dirección en nuestra vida, al reflexionar acerca de algunas acciones espontáneas en nuestra juventud.

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“Siempre hay un momento en la infancia cuando se abre una puerta que permite al futuro pasar.”   Graham Greene

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DE UNA FAMILIA DESBARATADA A UN PROFUNDO APRECIO POR LA IMPORTANCIA DE LA FAMILIA

En 1795 Eugenio tuvo oportunidad de hacer un breve viaje a Toscana acompañando a su madre, a la que los intereses de la  familia requerían en Francia. La hermana de su madre, la marquesa de Dons, había regresado con su hijo; la madre de Eugenio habría perdido los derechos a la herencia de su padre, de prolongar su permanencia en el extranjero. Era preciso se efectuara esa dolorosa separación; llevaba consigo su hija…
Al dejar a su madre y hermana, volvió a Venecia con su padre para reanudar sus estudios y ocupaciones en casa de los Zinelli, con quienes permaneció hasta que la familia salió para Nápoles.

La familia de la madre de Eugenio la presionó para volver a Francia y continuó interfiriendo en forma negativa en la relación con su esposo. En 1802 se divorció de él legalmente.

El padre de Eugenio estaba ocupado por completo, sin éxito, en tratar de obtener un ingreso en Venecia y no tenía mucho tiempo para cuidar de su hijo. El rompimiento de la vida familiar de Eugenio le llevó a beneficiarse del cariñoso ambiente en la familia  Zinelli

Cuatro años pasaron: el afecto de esa familia tan respetable que me había adoptado iba creciendo en proporción al apego que yo sentía por ella…
¿Cómo no habría de progresar en tan buena escuela? La familia en la que vivía era eminentemente cristiana, y D. Bartolo, quien se había encargado especialmente de mí, era un verdadero santo canonizable. …

Diario del Exilio en Italia, EO XVI

Este suceso en la vida de Eugenio dejaría una impresión: “perder” a su familia siendo adolescente le hizo apreciar y evaluar la vida familiar por el resto de su vida adulta: la importancia de la relación con su propia familia, su deseo por crear un sentido de familia entre su congregación de jóvenes, y su visión de los Oblatos como una familia. Fue una de las semillas que influenciaría el desarrollo y expresión de su espiritualidad – y la nuestra.

Al reflexionar en ello, me encuentro pensando con gratitud en la gente que me ha dado  apoyo en varios momentos de pérdida en mi vida.

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“Y siempre se ha sabido que el amor no conoce su propia profundidad hasta la hora de la separación.”   Khalil Gibran

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ESPIRITUALIDAD: HACER DEL SUEÑO DE DIOS UNA REALIDAD

Regresando a la época en Venecia, Eugenio siguió la mano de Dios cuando construyó la dirección de su vida a través de los demás:

¿Podré alguna vez agradecer lo suficiente la infinita bondad de Dios al haberme dado tal ayuda justo en la edad más difícil de la vida, época decisiva para mí, donde por obra de un hombre de Dios llegó a mi alma, preparada por su mano hábil y la gracia del Espíritu Santo de quien él era instrumento, los cimientos de la religión y piedad sobre los cuales la misericordia de Dios ha construido el edificio de mi vida espiritual?

El método utilizado por Don Bartolo fue sencillo: proporcionar un ambiente de cariño.

A partir de entonces, todos los días durante casi cuatro años iba después de la misa con esos maestros benévolos, que me hacían trabajar hasta mediodía. Después de la comida, D. Bartolo, cuya salud exigía muchos cuidados, venía por mí a casa para dar un paseo, que tenía como meta la visita a alguna iglesia, donde nos deteníamos a rezar. Al regreso reanudaba el trabajo,  hasta la tarde. Algunos sacerdotes se reunían a esa hora para rezar el oficio en común. Se iba luego al salón, donde algunos amigos de la familia tenían un honesto recreo. Después del café  la gente se retiraba, excepto yo, que en cierto modo formaba ya parte de la familia y cenaba con ella, rezaba el rosario y la oración según la costumbre del país, entonces tan bueno.

Diario del Exilio en Italia, EO XVI

Fue en esta cariñosa comunidad familiar que el joven adolescente creció y se desarrolló. En años posteriores, el Padre Eugenio utilizó el mismo método de proporcionar una comunidad amorosa como ambiente para el crecimiento de los miembros de su Congregación de los Jóvenes en Aix. Después fue el espíritu que deseó para las comunidades Oblatas.

La reflexión en la experiencia del joven Eugenio, me lleva a los sucesos, lugares y personas que contribuyeron a mi desarrollo. ¿Quién y qué me ayudó a descubrir un sueño y hacerlo realidad?

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“Puedes diseñar y crear, y construir el lugar más maravilloso en el mundo. Pero se requiere de personas para hacer que un sueño sea realidad.”    Walt Disney

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EL HIJO ES EL PADRE DEL HOMBRE

El valor en la expresión que “el hijo es el padre del hombre” es el principio guía de esta sección de nuestro estudio de la espiritualidad Mazenodiana. Para poder comprender la espiritualidad que hemos recibido a través de San Eugenio, es necesario entender lo que fue primordial en su desarrollo siendo joven.

Después de su estancia en el Colegio de Nobles en Turín, Eugenio de 11 años y su familia habían huido a Venecia, perdiendo muchas de sus propiedades en el proceso. Los tres años y medio que pasó en Venecia tendrían como resultado importantes momentos de formación en su desarrollo personal y espiritual.

El pastor de la parroquia, dándose cuenta de que la familia no podría costear la escuela para Eugenio y consciente del peligro al que el aburrimiento podría llevar al inquieto adolescente, arregló una “situación casual” con un joven sacerdote que vivía al cruzar la calle de la casa de los de Mazenod, el Padre (”Don” en italiano) Bartolo Zinelli. Eugenio nos cuenta la historia:

Un día me entretenía en la ventana que daba a la casa de la familia Zinelli. Don Bartolo apareció enfrente y hablándome dijo: “Señor Eugenio ¿no le da pena perder el tiempo divirtiéndose así en la ventana? –Ay, señor, respondí, es muy a mi pesar, pero ¿qué puedo hacer? Sabe usted que soy extranjero y no tengo ningún libro a mi disposición”. Ahí es donde él quería llegar. “Que por eso no quede, querido hijo, precisamente en mi biblioteca hay muchos libros latinos, italianos e incluso franceses, si usted gusta.
No deseo nada más”, le dije. Al instante Don Bartolo soltó la tabla que sostenía las hojas de la ventana, puso un libro encima y me lo pasó a través de ella. Lo leí con avidez; al día siguiente mi padre me aconsejó ir a devolverlo y dar las gracias a D. Bartolo. Todo esto estaba previsto.
Bartolo me recibió con la mayor bondad; me hizo recorrer su biblioteca, y de ahí pasé a donde estudiaba en torno a una mesa grande con su hermano, D. Pietro, que aún era diácono. “Todos nuestros libros están a su disposición”, me dijo D. Bartolo. Y luego añadió: “Aquí es donde estudiamos mi hermano y yo: ahí era el lugar de otro de mis hermanos a quien el Señor llamó con Él; si desea usted sucederle, no tiene más que decirlo; con mucho gusto le haremos continuar sus clases, que sin duda no ha terminado”. Puede imaginarse mi sorpresa y alegría. “Seré muy feliz, señor, y mi padre consentirá sin problema. –Pues bien, venga desde mañana, vamos a comenzar”…. A partir de entonces, todos los días durante casi cuatro años iba después de la misa con esos maestros benévolos

Diario del Exilio en Italia, EO XVI

El Padre Bartolo sería uno de los formadores más importantes en la vida de Eugenio.

El mirar a Eugenio, no es a través de contar una historia, sino de cómo Dios obró a través de los sucesos y personas en su vida – y permitir que ello cuestione nuestras vidas. En cuanto a mí, la invitación es a recordar algunos de los momentos importantes con las personas que marcaron una diferencia en la época temprana de mi vida – y reflexionar en cómo Dios actuó a través de ellos para mí, y agradecerlo.

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“Justo como el hijo es padre del hombre, así las impresiones de la propia juventud permanecen vívidas en el adulto.”   Gustav Stresemann

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LA ESPIRITUALIDAD ES NUESTRA VIVENCIA CRISTIANA, GUIADA POR EL ESPÍRITU SANTO

Continuando la narración de su tiempo en la escuela en Turín, Eugenio habla acerca de recibir el sacramento de la confirmación.

El tratamiento se prolongó mucho tiempo, tanto que, al llegar la época de la confirmación general, se temía que Eugenio no pudiera asistir. El Sr. cardenal Costa, arzobispo de Turín, tuvo la bondad de proponer darle la confirmación en privado. No fue preciso recurrir a ese favor y se confirmó con todos los demás el día de la Trinidad de 1792, en la iglesita contigua al arzobispado.
Eugenio mostró su piedad todo el tiempo que pasó en el colegio, manifestada en el gusto que siempre mostró por las ceremonias religiosas.

Diario del Exilio en Italia, EO XVI pág. 30

Nuevamente, el breve comentario no deja ver la riqueza detrás del evento. Después de su ordenación episcopal, el Obispo Eugenio celebraba constantemente el sacramento de la  confirmación y reflexionaba regularmente sobre su experiencia y su significado. Un ejemplo:

¿Qué necesidad hay de lenguas de fuego para ver, en cierto modo, la presencia del Espíritu Santo? En estas ocasiones su presencia es patente y quedo impregnado de ella hasta el punto de no poder contener mi emoción. Es necesario contenerme para no llorar de alegría y, a pesar de mis esfuerzos, muy a menudo lágrimas involuntarias revelan el sentimiento que me sobrecoge en toda la fuerza de la palabra

Diario, Febrero 18, 1844, EO XXI (aún sin publicación en español)

¿Cuáles son los frutos que mi confirmación ha generado en mi vida?

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“Mi espiritualidad y vida Cristiana son guiados por el Espíritu Santo….Ella [la espiritualidad] es vivir la vida cristiana bajo la inspiración del Espíritu Santo a través de los dones que el espíritu que habita dentro produce en nosotros para nuestra santificación  personal y nuestra contribución a la vida de la comunidad.”   Walter Burghardt, S.J

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UNA ESPIRITUALIDAD A CONSTRUIRSE EN LA FORTALEZA SOBRENATURAL DEL ESPÍRITU SANTO

El diario del exilio de Eugenio, escrito en tercera persona, muestra la base de su espiritualidad por su relación de por vida con el Espíritu Santo:

En el intervalo entre su primera comunión y su confirmación, es decir, entre el Jueves Santo y la Trinidad [3 de junio] de 1792, Eugenio dio otra prueba de la delicadeza de sus sentimientos y de su firmeza de carácter. Es digno de notar debido a su edad. El niño tenía de nacimiento un lobanillo en el ángulo del ojo izquierdo. Sus padres, temiendo que si crecía, quedara desfigurado, decidieron hacérselo extirpar por el doctor Pinchinati, primer cirujano del rey. No fue difícil obtener el consentimiento del niño, demasiado razonable para resistir el deseo de su familia. Se fijó el día y su madre debía llegar de Niza la víspera, para asistir a la dolorosa operación. Eugenio quiso ahorrarle verle sufrir y pidió con insistencia al R.P. Rector, le permitiera adelantar la operación para que su madre la encontrara ya realizada al llegar. El R.P. Rector, encantado por la delicadeza del sentimiento, lo concedió con mucho gusto.
      Todos los preparativos se hicieron en las habitaciones del P. Rector que deseaba asistir a la operación. Llegó el primer cirujano del rey, acompañado de sus alumnos y felicitó al niño por su valor, que mostraba una decisión que a todos tenía encantados. Allí fue donde Dios le guardaba  una pequeña humillación, quizás merecida por confiar demasiado en su fuerza. Cuando se habían colocado sobre la mesa todos los instrumentos del estuche del doctor y el niño los vio, creyó se le atravesaría la cabeza y su valor le abandonó: hubo que recoger todo el instrumental y el operador se retiró con sus alumnos.
      Eugenio volvió muy confundido a su cuarto, y por un impulso de fervor se arrodilló invocando  a Nuestro Señor Jesucristo, a quien probablemente no había rezado antes. Contó se dirigió al Espíritu Santo con gran confianza y esa plegaria ferviente agradó al Señor, pues el niño se levantó con nuevo valor y entrando a la habitación del P. rector, le pidió llamar al doctor, pues estaba resuelto a sufrir la operación, por dolorosa que pudiera ser. El P. rector, admirado del cambio, hizo llamar al Sr. Pinchinati, quien se dispuso enseguida a iniciar la operación. Esta fue muy larga, dolorosa y hasta espantosa, por la cantidad de sangre de la vena que hubo que cortar para extraer el lobanillo, cortado varias veces, prolongando mucho la operación. La fuerza sobrenatural que Eugenio obtuvo del Espíritu Santo con la oración, se mostró no solo en la resolución de tener la operación, sino en el valor que tuvo todo el tiempo: no lanzó ningún grito ni queja. Su madre llegó esa misma tarde y quedó conmovida, como es de imaginar, por la atención de su hijo, al ahorrarle la pena de verle sufrir.

Diario del Exilio en Italia, EO XVI pág. 30

En su vida personal y en su ministerio, Eugenio mostraría esta gran confianza en la fortaleza sobrenatural de los dones del Espíritu Santo, para liberarlo. ¿Estoy consciente de que “donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2 Corintios 3:17)?

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“La fortaleza no proviene de ganar. Los problemas desarrollan tu fortaleza. Al atravesar adversidades y decidir no rendirte, ésa es la fuerza.”   A. Schwarzenegger

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UN CORAZÓN AGRADECIDO POR LA ESPIRITUALIDAD BASADA EN LA EUCARISTÍA

La primera comunión de Eugenio, en el Colegio de Nobles en Turín, tuvo una nota concisa en el Diario de su exilio:

Parece que sus maestros, especialmente el P. Scati, quedaron también contentos con su sensatez, pues le permitieron hacer la primera comunión antes de cumplir los diez años. Tuvo esa dicha el jueves santo [5 de abril] de 1792.

Diario del Exilio en Italia, EO XVI  pág. 32

Lo breve de la nota no indica la importancia del evento o de la Eucaristía para él, como una de las bases de su espiritualidad. El Obispo Ricard, quien fue seminarista diocesano en Marsella, recordó:

Un Jueves Santo –según recuerdo personalmente – nos encontrábamos en la Catedral de Marsella. El obispo (Eugenio de Mazenod) oficiaba con la gentil dignidad y recogimiento que le hacía afamado entre todos los obispos, sus contemporáneos. De forma imprevista le vimos llorar, y aunque intentaba, no podía ocultarlo. Los seminaristas que rodeaban el trono del Obispo, impactados por la emoción del Obispo, se conmovieron al verlo. Él lo notó, y volteando hacia uno de ellos, quien escribe estas líneas, cuya miopía hacía más obvia su mirada:

“Joven” dijo con esa sencillez que le ganaba corazones, “no te asombres de esa forma – hoy es el aniversario de mi primera comunión.”

Mgr Antoine Ricard : « Monseigneur de Mazenod, évêque de Marseille, fondateur de la Congrégation des Missionnaires Oblats de Marie Immaculée », chapitre II, L’exil, p. 12..

Cuarenta y siete años después de su primera comunión, alababa a Dios por

“las grandes luces e inspiraciones que Dios ha querido darme desde hace muchos años sobre el admirable sacramento de nuestros altares, como reparación del poco fruto que he obtenido de las impresiones extraordinarias que a menudo me ha dado el Divino Salvador…”

Diario, Marzo 17, 1839, EO XX

En notas posteriores tendremos la oportunidad de analizar más profundamente este aspecto de su espiritualidad. Hoy, este texto puede ser una invitación para recordar nuestra   primera comunión, como uno de los pasos en la formación de nuestra espiritualidad personal.

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“Un corazón agradecido es el inicio de la grandeza. Es una expresión de humildad. Es la base para desarrollar virtudes como la oración, fe, valor, alegría, felicidad, amor y bienestar.” James E. Faust

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ESPIRITUALIDAD: LA IMPORTANCIA DE MIRAR ATRÁS

Al tiempo que estoy convencido de que el punto focal de la espiritualidad de Eugenio es su comprensión de la Cruz como fuente de energía y misión a lo largo de su vida, es  importante verlo como parte de un trayecto espiritual y no como un suceso aislado. La travesía espiritual de Eugenio dio inicio en su juventud y todas sus experiencias contribuyeron a conformar su enfoque. Su recuerdo más antiguo registrado es:

Dios había puesto en mí, diré, casi como un instinto para amarle, aun cuando no estaba todavía formada mi razón, y me complacía ya estar en su presencia, elevar mis débiles manos hacía El, en escuchar su palabra en silencio, como si la hubiese comprendido.
Naturalmente vivo y petulante, bastaba me llevaran ante los altares para lograr en mí la dulzura y la más perfecta tranquilidad; tanto disfrutaba entonces las perfecciones de mi Dios por instinto, como he dicho, pues a esa edad no podía conocerlos.

Notas del retiro en preparación para la ordenación sacerdotal
Diciembre 1-21, 1811, EO XIV núm. 95

A la edad de 29 años recordaba sus experiencias religiosas siendo niño y su sentido instintivo de la presencia de Dios. Sería una característica de su espiritualidad, que le acompañó como adulto.

Es importante que cada uno de nosotros hagamos lo mismo: recordar nuestras experiencias religiosas anteriores y las re-examinemos a la luz de nuestro viaje actual. Descubriremos patrones de una expresión espiritual, enraizadas en las experiencias previas.

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“Hay tres formas principales de adquirir conocimiento… la observación, la reflexión y la experimentación. La observación recoge hechos; la reflexión los combina; la experimentación verifica el resultado de la combinación.”   Denis Diderot

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