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LA SATISFACCION AL VER REUNIDOS A HOMBRES DE TANTO Y TAN VERDADERO MÉRITO, QUE HAN HECHO TODO POR LA IGLESIA Y ARDEN EN DESEO DE HACER AUN MÁS POR LA GLORIA DE DIOS Y LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS
Eugenio se encontraba fascinado con la experiencia de la reunión de los Oblatos en el Capítulo General y escribe en su diario:
“No diré nada de lo que pasó en este memorable capítulo. El registro en sus actas conserva el recuerdo de lo más digno que hubo, pero nunca podrá reproducir el espíritu de caridad, las pruebas de apego a las reglas, a la congregación, al superior, la unidad en los proyectos y pensamientos, la dedicación, abnegación y la preferencia por cualquier tarea en cualquier parte del mundo.
Confieso no pude evitar un sentimiento de satisfacción al ver reunidos a hombres de tanto y tan verdadero mérito, que han hecho todo por la Iglesia y arden en deseos de hacer aun más por la gloria de Dios y la salvación de las almas”.
Diario de Eugenio de Mazenod, Julio 13, 1843, EO XXI
A casi 180 años de ello, el corazón de Eugenio debe continuar regocijándose al ver que el carisma permanece vivo y dando fruto en la Familia Mazenodiana.
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ESTAS SON LAS MARARILLAS DE LA PROVIDENCIA SOBRE NOSOTROS Y LA MAYOR RAZÓN PARA AGRADECER AL SEÑOR, QUIEN NOS HA DADO TAL VOCACIÓN PARA ALCANZAR CON UNA MAYOR FIDELIDAD LAS VIRTUDES APOSTÓLICAS QUE ESTA VOCACIÓN NOS EXIGE
Con estas palabras, como Superior General, Eugenio señaló la situación de la Congregación:
“Estas son las maravillas de la Providencia sobre nosotros y la mayor razón para agradecer al Señor, quien nos ha dado tal vocación para alcanzar con una mayor fidelidad las virtudes apostólicas que esta vocación nos exige».
Rey nos da los detalles:
“El P. Telmon, delegado de Canadá reportó los admirables efectos que la presencia de los miembros de la Congregación habían realizado en el Nuevo Mundo; en términos materiales, la donación de un bello establecimiento les había provisto de una propiedad para la comunidad y para un noviciado que ya contaba con varios individuos. Desde el punto de vista espiritual, catorce misiones, todas coronadas con éxito y los frutos más abundantes mostraban que Dios estaba con ellos. Varias diócesis vecinas habían solicitado fundaciones, y los Oblatos evangelizaban a los indígenas.
El P. Casimir Aubert, delegado de las misiones en Inglaterra, describió la fundación de la casa en Penzance, una población al suroeste del condado de Cornwall. El P. Young, sacerdote irlandés, había construido una iglesia en el lugar, ofreciendo encomendarla al celo de los Oblatos.
El Padre Daly llegó para abrir un noviciado. Los Obispos de Irlanda estaban interesados en nuestro establecimiento y el gran Sr. O’Connell deseaba contribuir. Recibió el escapulario de la Congregación y autorizó al P. Aubert utilizar su nombre en el lanzamiento de los prospectos para dar a conocer y solicitar ayuda.
Todos los demás superiores tuvieron turnos para reportar la situación material y espiritual de sus casas. De sus diferentes reportes, parece que durante este año, la pequeña Congregación Oblata predicó 65 misiones, sin contar algunos retiros y otras predicaciones ocasionales”.
REY II pp. 161 – 162
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NUESTRO SÉPTIMO CAPÍTULO GENERAL
Cada seis años los Misioneros Oblatos se reúnen en una importante junta llamada Capítulo General, en la que los representantes de cada provincia se unen para revisar la situación de la Congregación y evaluar su respuesta a las necesidades del mundo en ese momento particular. Se trata de la reunión de mayor decisión de los Oblatos y asegura la fidelidad a nuestro carisma y espíritu proveniente de Dios.
Rey, biógrafo del Fundador describe la reunión que tuvo lugar en julio de 1843 en Marsella.
“En mayo ya había enviado la carta oficial convocando al Capítulo General para el 10 de julio, que sería el séptimo realizado por la Congregación. Los días 11 y 12 de ese mes realizó una visita canónica a la comunidad del Calvaire, como una especie de preparación para la reunión general de sus hijos. Estuvo satisfecho por completo y se incrementó su deseo de ver a los Superiores y los delegados de todas las casas agrupadas en torno a él…
El 10 de julio los miembros del Capítulo se reunieron en el Seminario Mayor: 22 en total. Después de la Misa celebrada por el Superior General y entonando el canto de «Ven Espíritu Santo» se dirigieron a la sala de reuniones, donde tomando su lugar en el atril preparado en el centro del auditorio, el Fundador se dirigió a sus hijos.
Pero, según las Actas del Capítulo, «en cuanto el Superior General había dicho algunas palabras para agradecer al cielo los logros memorables en el seno de la congregación desde el último Capítulo, una emoción viva y tierna se apoderó de él y no la pudo ocultar. Su espíritu, comentó, había entrado a su corazón. Toda la asamblea compartió la misma emoción y cada uno trató de expresar su afecto más filial y amoroso hacia el amado padre. Ante la elevación de Guibert al episcopado y la fundación de las misiones en Canadá y las Islas Británicas, exclamó:
«Estas son las maravillas de la Providencia sobre nosotros y la mayor razón para agradecer al Señor, quien nos ha dado tal vocación para alcanzar con una mayor fidelidad las virtudes apostólicas que esta vocación nos exige”.
REY II pp. 161 – 162
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NUESTRO SÉPTIMO CAPÍTULO GENERAL
Cada seis años los Misioneros Oblatos se reúnen en una importante junta llamada Capítulo General, en la que los representantes de cada provincia se unen para revisar la situación de la Congregación y evaluar su respuesta a las necesidades del mundo en ese momento particular. Se trata de la reunión de mayor decisión de los Oblatos y asegura la fidelidad a nuestro carisma y espíritu proveniente de Dios.
Rey, biógrafo del Fundador describe la reunión que tuvo lugar en julio de 1843 en Marsella.
“En mayo ya había enviado la carta oficial convocando al Capítulo General para el 10 de julio, que sería el séptimo realizado por la Congregación. Los días 11 y 12 de ese mes realizó una visita canónica a la comunidad del Calvaire, como una especie de preparación para la reunión general de sus hijos. Estuvo satisfecho por completo y se incrementó su deseo de ver a los Superiores y los delegados de todas las casas agrupadas en torno a él…
El 10 de julio los miembros del Capítulo se reunieron en el Seminario Mayor: 22 en total. Después de la Misa celebrada por el Superior General y entonando el canto de «Ven Espíritu Santo» se dirigieron a la sala de reuniones, donde tomando su lugar en el atril preparado en el centro del auditorio, el Fundador se dirigió a sus hijos.
Pero, según las Actas del Capítulo, «en cuanto el Superior General había dicho algunas palabras para agradecer al cielo los logros memorables en el seno de la congregación desde el último Capítulo, una emoción viva y tierna se apoderó de él y no la pudo ocultar. Su espíritu, comentó, había entrado a su corazón. Toda la asamblea compartió la misma emoción y cada uno trató de expresar su afecto más filial y amoroso hacia el amado padre. Ante la elevación de Guibert al episcopado y la fundación de las misiones en Canadá y las Islas Británicas, exclamó:
«Estas son las maravillas de la Providencia sobre nosotros y la mayor razón para agradecer al Señor, quien nos ha dado tal vocación para alcanzar con una mayor fidelidad las virtudes apostólicas que esta vocación nos exige”.
REY II pp. 161 – 162
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NUNCA DEBEMOS DESEAR HACER MAS DE LO QUE INDICA EL SEÑOR
Un consejo pertinente para todos nosotros, cuando somos tentados a no ver las señales que Dios nos envía respecto a la responsabilidad que tenemos de cuidar de nosotros mismos.
“Por tu carta me entero con gran alegría que has sanado de tu enfermedad, pero con inquietud leo que enseguida te dispones a dar varios retiros. Nunca debemos desear hacer más de lo que indica el Señor. Al respecto, quisiera que escucharas el consejo de tu admonitor con toda sencillez, para no ser responsable ante Dios y la Congregación de las duras consecuencias que esto podría acarrear a tu salud, que nos es tan preciosa”.
Carta al Padre Eugene Guigues (en N.-D. de L’Osier, Francia). Julio 6, 1843
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SE PUEDEN ESPERAR FELICES FRUTOS DE SALVACIÓN EN INGLATERRA E IRLANDA
Continuando su carta a la Sociedad para la Propagación de la Fe, Eugenio hace alarde de los logros de los Oblatos en Inglaterra y Gales, y sus esperanzas de convertir a muchos al catolicismo. El vocabulario corresponde a esa época: recordemos que en el Siglo XIX se consideraba que los católicos fuera de la Iglesia no tenían salvación, por lo que era imperativo enfocarse en la conversión de las personas en un país predominantemente anglicano.
“La Congregación ha abierto un establecimiento en Inglaterra, en el condado de Cornualles. Esta obra comienza con la esperanza de ser un poderoso medio para la conversión de la población protestante del lugar. Todo augura que felizmente así será y varias conversiones ya han inaugurado la obra que desde su comienzo contó con una simpatía casi general. La iglesia de los misioneros construida en Penzance es espaciosa, aunque no está todavía pagada del todo; no se puede pedir nada a los protestantes, quienes sin embargo, asisten gustosamente a los oficios de la Iglesia Católica y escuchan la instrucción de nuestros sacerdotes. (Además, hay que construir la casa habitación y dejar de ser inquilinos). Este primer éxito dio lugar a la próxima apertura de una nueva fundación en Gales, según el deseo del Vicario Apostólico de ese distrito. Se pueden esperar felices frutos de salvación en Inglaterra e Irlanda.
Además, me pareció bien aceptar la apertura de otro establecimiento en Cork, Irlanda. Nuestros misioneros, que ya han hecho pruebas en ese país serán de ayuda, ya que su espíritu les hace particularmente aptos para el ministerio que se agrega al clero irlandés; es necesario que los nuestros recluten ahí obreros para el Alto Canadá, donde se habla inglés, y para las misiones de Inglaterra. No faltará quien realice su vocación a la perfección, de recibirlos siendo bastante jóvenes y proporcionarles una buena educación religiosa en un buen noviciado.
Sin embargo, las obras al otro lado del océano son demasiado vastas para que nuestra Congregación se baste únicamente con sus recursos. Necesitamos la ayuda de la Sociedad para la Propagación de la Fe, que solicito con gran confianza por lo ya realizado que ha sido de gran importancia, y que se nos considere en el reparto de los fondos destinados a las misiones extranjeras. Espero que desde este año se nos asigne ayuda que nos permita realizar lo que el Señor nos ha concedido iniciar, con su visible bendición.
Señores, acepten la seguridad de mi consideración, con el honor de ser su muy humilde y obediente servidor.
+ C. J. Eugenio, obispo de Marsella, S. G.
Carta a la Sociedad para la Propagación de la Fe, Junio 15, 1843, EO V núm. 82
El toque personal para alentar la generosidad de los benefactores:
“Otro misionero de nuestra Congregación de los Oblatos de la Inmaculada Concepción se presentará con ustedes y les contará maravillas de su misión en Irlanda e Inglaterra, en el condado de Cornualles. No me fue posible enviarle una carta de recomendación para ustedes, aunque se recomienda lo suficiente por sí mismo. Se trata de uno de los más distinguidos, que se ha ganado ya la estimación y confianza de los Obispos de Irlanda e Inglaterra con quienes ha tratado, y quienes ponen en él y sus compañeros la mayor esperanza para la conversión de los herejes del condado de Cornualles y del Principado de Gales. Se trata del P. Aubert, quien ya ha abierto una iglesia en Penzance, donde desde hace 300 años no se había visto ningún rito de nuestra santa religión. Diez conversiones son el preludio de lo que la gracia hará en esos lugares, pero necesitará la ayuda de su Consejo. Espero su bondad sabrá defender la causa de esos pobres herejes. La comunidad del P. Aubert consta actualmente de tres sacerdotes y cuatro novicios; viene a Francia para pedirme más individuos necesarios para abarcar las provincias dispuestas a recibirlo, y así responder a la apremiante insistencia de los Obispos que han puesto sus esperanzas en él. El P. Aubert les explicará mejor la situación. Espero verán que está en condiciones de aprovechar la ayuda de la Sociedad”.
Carta a la Sociedad para la Propagación de la Fe, Junio 3, 1843, EO V núm. 81
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LES CONTARÁ TODAS LAS MARAVILLAS REALIZADAS POR SU MINISTERIO
Establecer misiones de los Oblatos fuera de Francia requería personal y fondos. La Sociedad para la Propagación de la Fe fue generosa en la ayuda financiera otorgada. Para poder recibir una asignación anual, Eugenio debía enviarles un reporte de la situación misionera de los Oblatos. Evidentemente subrayaba sus logros para captar la generosidad de los benefactores. Hoy en día estas cartas nos dan un vistazo de algunos aspectos de las misiones que no siempre eran relatados en el Diario de Eugenio. Aun más, cuando era posible, la visita personal de algún Oblato a las oficinas de la Propagación significaba una gran diferencia en su disposición para otorgar un donativo.
“Señores,
La Congregación de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, de la que soy Superior General, después de haber evangelizado por bastantes años desde su aprobación por la Santa Sede en un gran número de diócesis del sur de Francia, ha emprendido realizar fundaciones más allá de los océanos. Hace dos años algunos fueron enviados a Canadá, donde son ya siete sacerdotes y seis hermanos coadjutores; allí han recibido en el noviciado a jóvenes eclesiásticos que quieren unirse a su ministerio. El bien que han realizado en la diócesis de Montreal y las limítrofes ha causado una gran impresión en esas regiones. El Sr. Obispo de Montreal alienta su esfuerzo a favor de los fieles entre quienes se han establecido y los demás obispos solicitan a su vez se establezcan en sus diócesis, sobre todo los Prelados del Alto Canadá. Pero su crecimiento en esas regiones depende mucho de los recursos puestos a su disposición”.
Carta a la Obra de la Propagación de la Fe, Junio 15, 1843, EO V núm. 82
Y añade un toque personal:
“La Providencia me permite agradecer la ayuda que la Propagación de la Fe ha otorgado a nuestros misioneros…
Creo que pronto podrán ver a uno de nuestros misioneros de Canadá, quien les contará las maravillas realizadas por su ministerio. Han hecho volver a un gran número de herejes y creo que quien venga a Europa sólo por algunos meses ha confundido a cinco o seis ministros en una disputa pública, que tuvieron la temeridad de provocar…
P. D. Permítame incluya una palabra para el P. Aubert. Olvidaba comentar que la enfermedad ha detenido a los dos misioneros que debían salir para Canadá, justo cuando debían embarcarse. Irán a su destino con alguien a quien espero y volverá en agosto. En caso de que el P. Aubert ya haya pasado, le ruego quemar el boleto…”
Carta a la Sociedad para la Propagación de la Fe, Junio 3, 1843, EO V núm. 81
El Padre Telmon había llegado a Francia para participar en el Capítulo General en Marsella y llevar a Canadá a tres refuerzos para la misión Oblata: el P. Allard y dos diáconos: J.-N.Laverlochère y Aug. Alexandre Brunet.
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PATALEABA VIENDO SE ACABABA EL PAPEL SIN DECIRME NADA DE USTEDES
Una de las mayores alegrías de Eugenio era recibir noticias de sus Oblatos, sobre ellos y su tarea misionera. Le frustraba el tiempo que tardaba en recibir las cartas provenientes de Canadá, lo que hacía especial cuando una llegaba.
“Desde mis últimas cartas mi querido P. Honorat, recibí en el mismo correo la de usted del 14 de abril y la del P. Telmon del 5 del mismo mes. Es un gran gusto el mismo día… Su carta me ha impactado.
Estando tan ávido de todos los detalles referentes a su comunidad, sus personas y actividades, tuve que contener mi prisa en la lectura de dos páginas donde solo trataba de las Religiosas de Jesús y María. Pataleaba viendo se acababa el papel sin decirme nada de ustedes. Por el amor de Dios, no me haga eso, diez líneas bastan para lo que no se refiera a ustedes”.
Carta a Jean Baptiste Honorat, Mayo 31, 1843, EO I núm. 19
En esos días las cartas normalmente eran de un hoja de papel doblada en cuatro, con la última mitad utilizada para escribir la dirección del destinatario antes de sellarse. No había sobre. Esto explica la frustración de Eugenio cuando las páginas contenían cosas no importantes en vez de noticias, además del alto costo del papel y el porte de cada una.
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REDESCUBRIR EL ESPÍRITU DE SU VOCACIÓN
El joven Padre Lucien Lagier tenía 27 años al llegar a Canadá. Era impresionable y fue influenciado indebidamente por la negatividad del P. Baudrand y cuando éste fue retirado, Lagier pudo aceptar sus defectos y errores.
Eugenio escribió al P. Honorat, superior en Canadá:
“Ese entendimiento, estima y amor atraerá al joven P. Lagier, quien necesita una buena dirección y buenos ejemplos. El P. Telmon puede serle muy útil en sus composiciones y es necesario le guíe con sencillez y agradecimiento, pues es un gran servicio para él ser formado en familia”.
Carta a Jean Baptiste Honorat, Mayo 31, 1843, EO I núm. 19
El acercamiento cariñoso tuvo éxito y el P. Lagier se convirtió en un exitoso y consumado predicador en Canadá y los Estados Unidos. Sin duda pudo lograr redescubrir el «espíritu de su vocación».
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