Cada seis años los Misioneros Oblatos se reúnen en una importante junta llamada Capítulo General, en la que los representantes de cada provincia se unen para revisar la situación de la Congregación y evaluar su respuesta a las necesidades del mundo en ese momento particular. Se trata de la reunión de mayor decisión de los Oblatos y asegura la fidelidad a nuestro carisma y espíritu proveniente de Dios.
Rey, biógrafo del Fundador describe la reunión que tuvo lugar en julio de 1843 en Marsella.
“En mayo ya había enviado la carta oficial convocando al Capítulo General para el 10 de julio, que sería el séptimo realizado por la Congregación. Los días 11 y 12 de ese mes realizó una visita canónica a la comunidad del Calvaire, como una especie de preparación para la reunión general de sus hijos. Estuvo satisfecho por completo y se incrementó su deseo de ver a los Superiores y los delegados de todas las casas agrupadas en torno a él…
El 10 de julio los miembros del Capítulo se reunieron en el Seminario Mayor: 22 en total. Después de la Misa celebrada por el Superior General y entonando el canto de «Ven Espíritu Santo» se dirigieron a la sala de reuniones, donde tomando su lugar en el atril preparado en el centro del auditorio, el Fundador se dirigió a sus hijos.
Pero, según las Actas del Capítulo, «en cuanto el Superior General había dicho algunas palabras para agradecer al cielo los logros memorables en el seno de la congregación desde el último Capítulo, una emoción viva y tierna se apoderó de él y no la pudo ocultar. Su espíritu, comentó, había entrado a su corazón. Toda la asamblea compartió la misma emoción y cada uno trató de expresar su afecto más filial y amoroso hacia el amado padre. Ante la elevación de Guibert al episcopado y la fundación de las misiones en Canadá y las Islas Británicas, exclamó:
«Estas son las maravillas de la Providencia sobre nosotros y la mayor razón para agradecer al Señor, quien nos ha dado tal vocación para alcanzar con una mayor fidelidad las virtudes apostólicas que esta vocación nos exige”.
REY II pp. 161 – 162