HAY QUE SABER DEJAR ALGO A LA PROVIDENCIA

Cuando en 1841 los Oblatos discernieron que Dios les llamaba a establecer una comunidad misionera en Canadá, parecía algo imposible de realizar para una Congregación de 47 hombres que no podía cubrir sus muchos compromisos en Francia, y aun así confiaron en la Divina Providencia. Hemos visto cuánto lograron en cuatro años. Siguieron llegando solicitudes de más Oblatos, y la inquietud de Eugenio por no poder hacer más es evidente en esta carta al Obispo de Montreal:

“Por poco que esto siga así, mi muy querido Señor, pronto no va a quedar nadie en Francia de nuestra pequeña Congregación. Le envío tres sujetos más, y para corresponder al celo de nuestros Padres en Canadá, debí renunciar a abrir este año un establecimiento considerado necesario en la diócesis de Viviers con la esperanza de reclutar sujetos aptos para el servicio de la Iglesia en los ministerios que desarrolla la Congregación. Por tanto, hago más de lo que puedo para Canadá”.

La confianza de Eugenio en la providencia de Dios le hacía continuar atreviéndose a lo que parecía  imposible:

“…. Los comienzos son débiles en todas las cosas; a lo imposible nadie está obligado. Hay que saber dejar algo a la Providencia. Le ruego Monseñor inculcarlo a quienes sólo se fijan en las ideas de perfección, que impedirían realizar algo en este mundo”.

Finalmente menciona un viaje que realizaría a Roma para oficiar en la boda de su única sobrina y para también consultar con el Papa y otros miembros de la Curia sobre temas de la delicada relación Iglesia-Estado en Francia.

“Estoy a punto de salir a Roma, con tan poco tiempo que apenas puedo escribir estas líneas, reiterándole la seguridad de mi respetuoso y tierno afecto”.

+ C. J. Eugenio, Obispo de Marsella.

Carta al Obispo Bourget de Montreal, Julio 9, 1845, EO I núm. 58

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UN DÍA EN LA VIDA DEL OBISPO EUGENIO DE MAZENOD

“Fiesta de San Pedro. Ordenación general, la más numerosa hasta hoy. Di la tonsura a [13], las órdenes menores a [24], ordené a [9] subdiáconos, a ocho diáconos y tres sacerdotes. Cuatro capuchinos y un oblato recibieron desde la tonsura hasta el diaconado. La ceremonia empezó a las 6 y terminó a las 10:30, tiempo suficiente para que el Cabildo pudiera rezar su oficio y cantar la misa solemne.

A las 3 tuve que volver a salir, a St-Bamabé, donde primero di el sacramento de la Confirmación a los niños de la parroquia y luego bendije la primera piedra de la nueva iglesia y bendije en la plaza dos campanas; todo con un viento espantoso que no impedía a la gente mantenerse en pie, pero era muy incómodo. No sé hasta cuándo me pedirán hacer estas hazañas a las que accedo mientras puedo. De hecho, no estoy cansado en absoluto, pero ¡cuidado dentro de algunos años!”.

Por último ese día visitó a las Hermanas de la Compasión, que habían sido fundadas en Marsella para cuidar en una forma particular las necesidades espirituales de las trabajadoras domésticas.

“Antes de salir visité el establecimiento de las nuevas Hermanas de la Compasión y es evidente que Dios ayuda al buen Padre Barthès para triunfar en empresas en las que fracasaría el más hábil”.

No obstante, le he recomendado no descuidar la Obra de las Domésticas. Básicamente por esta obra  adopté a esta nueva orden, o mejor dicho, le permití formarse bajo mi auspicio y autoridad”.

Diario de Eugenio de Mazenod, Junio 29, 1845, EO XXI

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DONDE SE ENCUENTRE DIOS, AHÍ ES MI HOGAR

Al ser necesario, y como Superior General, Eugenio debía enviar a los Oblatos a diferentes lugares. Al contactar al Padre Jean Joseph Magnan sobre un posible cambio, su respuesta confortó a Eugenio.

“Carta del P. Magnan, en la que expresa sentimientos de un perfecto religioso: Ubi Deus, ibi patria,. [ed Donde se encuentre Dios, ahí es mi país], y coloca su voluntad en mis manos”.

Diario de Eugenio de Mazenod, Mayo 24, 1845, EO XXI

Donde se encuentre Dios, ahí es mi país, el sentimiento de un verdadero misionero. En otras palabras, donde Dios esté presente, ese es mi hogar.

Eugenio le da una nueva misión, poniendo en práctica esas palabras:

“Me siento obligado a enviarte al seminario mayor de Marsella como profesor de moral. Te digo esto en secreto. Cuando pase por Lumieres te diré con precisión los tratados que podrás enseñar al comenzar. También estarás encargado de formar a los seminaristas en la piedad y el conocimiento de sus deberes, es decir, de asistir a la lectura espiritual y de comentar los ocho o diez minutos finales. Esas son las funciones del director espiritual. Podrás comenzar a hacer tu plan sobre el particular y preparar tus materiales”.

Carta al P. Jean Joseph Magnan, Junio 13, 1845, EO X núm. 874

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ERA PARA MÍ MÁS SANTO QUE LAS CATACUMBAS

Algunos de los primeros Oblatos fallecidos y algunos familiares de Eugenio habían sido sepultados en el “Enclos”, propiedad de la Sra. Mazenod en Aix en Provence. Ahora se construía una capilla en el cementerio de Aix y Eugenio participaba en la exhumación de los restos sepultados 25 años antes.

“Viaje a Aix. Hice exhumar los cuerpos que aun estaban en el Enclos: del P. Suzanne, del P. Arnoux, del Hermano Morandini y de Natalia de Boisgelin. Me fue muy doloroso, pero realicé este deber con el profundo respeto que me inspiró ver los restos de todos esos santos cuyas reliquias recogía, aunque también con un dolor difícil de expresar que no describiré, pues es demasiado terrible para relatar. No dejamos ni la menor partícula de las santas osamentas que vinimos a recoger”.

Eugenio había conocido a todos ellos y estaba convencido de que cada uno había llevado una vida piadosa y alcanzado la santidad.

“… era para mí más santo que las catacumbas, pues conocí las virtudes de las almas bienaventuradas que habían animado aquellos cuerpos. Los tres misioneros fueron colocados en una caja de nogal con tres compartimentos, y mi sobrina en otra pequeña caja separada. En unos días serán llevados al panteón que hice preparar en el cementerio, con los cuerpos de mi padre, de mi abuela, de Carolina [de Boisgelin] y del P. Marcou. De Aviñón se traerán los restos de nuestro muy querido Luis de Boisgelin, y trasladaremos también los restos de nuestros Padres Pons, Mie, Paris, Capmas y del hermano Dumolard. ¿No es verdad que se podría inscribir sobre la tumba que encierra esas santas reliquias: corpora sanctorum [ed. los cuerpos de santos]?”

Diario de Eugenio de Mazenod, Abril 21, 1845, EO XXI

¿Consideramos a algunos de nuestros seres queridos fallecidos ser santos? ¿Los tenemos presentes en la comunión de los santos?

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RECEPCIÓN DE ESTAS REFLEXIONES POR CORREO ELECTRÓNICO

El blog «Eugenio de mazenod nos habla» comenzó en mayo de 2010 y con él llegó un servicio gratuito ofrecido por Google para suscribirse a una versión de las reflexiones diarias por correo electrónico . Varias personas lo realizaron. Muchos se han puesto en contacto conmigo para saber cómo continuar con este servicio, y de eso viene esta respuesta.

Lamentablemente, Google ha interrumpido este servicio y ya no podemos disponer de un proveedor para enviar correos electrónicos. Hay servicios comerciales disponibles para hacerlo a un alto coste, pero como no hay ingresos asociados al blog, no hay posibilidad de recurrir a ellos.

Cada día el blog aparece en inglés, francés, español y polaco en el sitio correspondiente. También lo publico en Facebook y Twitter, y el sitio OMIWORLD lo lleva cada día. En todos los casos hay que ir directamente al sitio para acceder a él.

A pesar del esfuerzo que implica acceder a «San Eugenio habla», un GRAN AGRADECIMIENTO a los lectores que lo siguen regularmente. Hay mucho trabajo en cada entrada, y espero que algunos encuentren beneficioso conocer mejor a San Eugenio para aprender de él cómo vivir nuestra relación con nuestro Salvador como sus cooperadores en llevar el Evangelio a los que más lo necesitan.

Frank Santucci OMI

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EL CONSUELO DE CELEBRAR EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN

En la época de Eugenio, solo el obispo podía dar el sacramento de la confirmación, así que el Obispo Eugenio lo hacía de forma regular en las parroquias, normalmente a gran cantidad de niños. Sin embargo, cada lunes celebraba el sacramento en la capilla de su residencia, generalmente a adultos. Esta entrada en su diario nos da una idea de su ministerio y del consuelo que le proporcionaba.

“Es increíble. De nuevo acabo de administrar el sacramento de la confirmación a una veintena de adultos, y así es cada lunes desde que soy obispo. ¡Qué buena idea me fue inspirada! Todos los obispos de las grandes ciudades deberían hacer lo mismo, y experimentarían el mismo consuelo que yo, pues es presumible que el gran número de personas de todas las edades y condiciones que se presentan con gusto en mi capilla particular, jamás se animarían a mezclarse con los niños en las confirmaciones generales. Lo que me sorprende es que haya tantos cada semana. Hoy confirmé, entre otros, a un padre con su hijo de 25 años, a un lisiado sin piernas que tiene unos 35 años, muy bien conocido entre los artesanos; así también a varios otros hombres, y entre las mujeres a señoras del mercado, de quienes desde hace un tiempo he confirmado a docenas de ellas cada vez…”.

Diario de Eugenio de Mazenod, Abril 14, 1845, EO XXI

El flujo regular de señoras del mercado se debía a la influencia y determinación de Babeau de devolver a sus colegas a practicar su fe

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APROVECHÉ LA OCASIÓN PARA DESTACAR EL VALOR DE ESOS POBRES JÓVENES 

El Padre Fissiaux, un sacerdote en la Diócesis de Marsella, había enfocado su ministerio a los jóvenes de la ciudad. Contando con la bendición y aliento del Obispo Eugenio, fundó la Sociedad de San Pedro en Cadenas para Hermanos, que se dedicaban a trabajar con los delincuentes juveniles (ver http://www.eugenedemazenod.net/esp/?p=3761). Entre sus obras se encontraba la penitenciaría  industrial, donde se evitaba que la corrupción de las prisiones de adultos estuviera entre los jóvenes, capacitándolos en la industria y agricultura, para que al volver a la sociedad contaran con habilidades de utilidad.

El Obispo Eugenio describe una de sus visitas a la penitenciaría:

“Visita al penal. Fui recibido, según la costumbre, al son de las bandas y por toda la comunidad. Celebré la santa misa y di la comunión a unos cincuenta detenidos y a todos los hermanos [directores del centro]. Tras la misa, administré el sacramento de la confirmación a los detenidos que habían comulgado. Aproveché la ocasión para destacar el valor de esos pobres jóvenes, haciéndoles notar que la justicia divina era menos rigurosa que la justicia humana, y que si habían obtenido de Dios una sentencia de absolución, lo debían a la religión que había llegado con ellos a sus prisiones. Luego fui a la enfermería donde confirmé a otros trece jóvenes, entre ellos a dos musulmanes convertidos. En suma, la mañana fue de mucho consuelo y muy atareada”.

Diario de Eugenio de Mazenod, Abril 10, 1845, EO XXI

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NO HAY QUE TENTAR A DIOS EXIGIENDO DEMASIADO A LA DEBILIDAD HUMANA

Eugenio acababa de nombrar al P. Jacques Santoni como Maestro de Novicios en Francia y le aconseja acerca del discernimiento sobre la idoneidad de sus novicios.

“No se probará lo suficiente a los individuos para exponerse al desagrado de reconocer demasiado tarde que nos hemos equivocado sobre su mérito. Sin embargo, no hay que tentar a Dios exigiendo demasiado a la debilidad humana; quiero decir que ningún individuo está preparado para ser sometido a pruebas extraordinarias;

Después Eugenio dice que es comprender y vivir los valores del Evangelio como Oblatos lo que se debe probar en las vidas de los novicios.

“pero todos tienen que pasar por las que tienden a formarlos en las virtudes que están obligados a practicar: la obediencia, la pobreza, la renuncia a sí mismo, la indiferencia que se exige hacia todo aquello en relación a las ocupaciones, los lugares, las personas, etc.”..

Carta al Padre Jacques Santoni, Marzo 18, 1845, EO X núm. 867

En nuestro idealismo de la vida cotidiana, nos recuerdan no llevar a los miembros de nuestra familia, compañeros de trabajo, feligreses, etc., más allá de sus límites.

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SEAMOS DIGNOS DE NUESTRA GRAN VOCACIÓN Y SIGAMOS EN NOMBRE DEL SEÑOR, QUIEN SE ENCARGA DE RECOMPENSARNOS

El Padre Bermond era necesario en Canadá, a pesar de su reacción, y Eugenio le informa de su partida inminente.

“No comparto, mi querido P. Bermond, los temores que me ha expuesto. No tema pues mi querido amigo y deje eso para responder al llamado de nuestros Padres de Canadá. Su salida está fijada para el 9 o 10 de julio. Venga a Marsella cuanto antes y tendremos tiempo para conversar. Le ruego, dejar de lado todo pensamiento y más que nada rechazar todo recuerdo de lo que le haya causado alguna pena. En nombre de Dios, suavice su corazón y descanse en paz sobre la estimación y afecto que no le han faltado jamás en el mío, aunque haya creído lo contrario. Seamos dignos de nuestra gran vocación y sigamos en Nombre del Señor, quien se encarga de recompensarnos… En su viaje tendrá como compañeros al P. Molloy y otro Oblato, y sus ángeles guardianes bendiciendo sus pasos de “Evangelizantium bona”..”..

Carta al P. Bermond, Junio 14, 1845, EO I núm. 55

Al escribir al Padre Guigues, el Superior Oblato en Canadá, Eugenio presenta un panorama positivo.

“El P. Bermond tiene excelentes cualidades. El P. Vincens estaba muy satisfecho con él en l’Osier y me ha dado de él la mejor opinión. Muéstrele confianza y amistad y estoy seguro que estará satisfecho con él…”.

Carta al P. Eugenio Guigues, Julio 6,1845, EO I núm. 57

De hecho, el Padre Bermond realizó un buen trabajo en los 14 años que permaneció en Canadá. Sin embargo, ocasionó algunas dificultades en su relación con algunos Oblatos, pero lo veremos más adelante.

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NO PODRÉ RESPONDER A ESA INDIGNA CARTA SINO CON REPROCHES Y PREFIERO GUARDAR SILENCIO

¡La respuesta del Padre Bermond respecto a ser enviado a Canadá sorprendió a Eugenio!

“Me proponía enviar a América al P. Bermond y le envié sobre el particular una carta llena de bondad que sólo mereció una respuesta insolente por completo. Paso la impertinencia de la carta, pero lo más deplorable es la estúpida ignorancia de los deberes sagrados. Menciona que los votos no le obligan a obedecerme y parte de ahí para su lamentable razonamiento en el que solo ve a través de la sinrazón de su amor propio herido. No podré responder a esa indigna carta sino con reproches y prefiero guardar silencio”. 

Carta al Padre Ambroise Vincens en N.-D. de L’Osier, Mayo 11, 1845. EO X núm. 872

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