NO ES POCO CONSUELO VER CÓMO EL SEÑOR DIRIGE Y ASISTE A LOS NUESTROS, REALIZANDO PRODIGIOS A TRAVÉS DE SU SANTO MINISTERIO

Eugenio se regocija con los logros de su familia. 

Es cierto mi querido P. Guigues que recibí una carta del P. Vincens, refiriéndose a los detalles de su misión y a los informes que habrías debido darme. Algo sé, pero eso no dispensa al P. Vincens de hacer un relato exacto de todo lo que se ha hecho, empezando con los desencantos de los primeros días, etc.
Nuestros dos misioneros deben estar contentos. ¡Qué partido han sacado de ese pueblo! No es poco consuelo ver cómo el Señor dirige y asiste a los nuestros, realizando prodigios a través de su santo ministerio. Allí es adonde van.
Las cartas que recibo de los Altos y Bajos Alpes están llenas de maravillas. Aquí en Auriol, donde cuatro de los nuestros predican la misión bajo la dirección del P. Guibert, es como en nuestros tiempos, cuando nuestros dos aprendices renuevan a un pueblo como el que me has descrito. No dejemos de agradecer a Dios tantos favores. Olvidaba mencionar lo que hacen en Suiza nuestros tres pobres abandonados.

Carta a Bruno Guigues, Enero 17, 1835, EO VIII núm. 502

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VAYAMOS DIRECTO AL OBJETIVO CON LA SENCILLEZ DE NUESTRO MINISTERIO

Los Oblatos predicaban las misiones parroquiales en los meses más fríos del año – en especial en las aldeas rurales, donde los habitantes estaban atareados en las primeras tres estaciones del año con sus cosechas. Aunque Eugenio no podía participar de forma directa en esas actividades, era el coordinador del espíritu y personal de las misiones, y era algo de suma importancia, pues la mayoría de los Oblatos eran aun muy jóvenes. En varias de sus cartas a principios de 1835 se mencionan las misiones en forma directa.

Lo que comentas sobre el efecto producido por los sermones en Grenoble me confirma la pauta que siempre he seguido de apartar a los nuestros de ese género, del que jamás ha brotado un acto de amor a Dios y menos aún una conversación. Mantengamos nuestras misiones, retiros y nuestras catequesis: con ello se comunica la gracia a las almas. Vayamos directo al objetivo con la sencillez de nuestro ministerio, y dejemos lo humano a quienes buscan algo diferente a Dios.

Carta a Bruno Guigues, Enero 17, 1835, EO VIII núm. 502

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PUEDES VER QUE LA SANGRE CORRE POR NUESTRO CUERPO

Como Superior de los Oblatos, era responsabilidad de Eugenio la vida religiosa, la misión y el espíritu de los Misioneros. Se mantenía atento al pulso de la congregación a través del contacto regular con cada uno y a través de los reportes y cartas esperadas de cada Oblato. 

No tomes a mal, mi querido P. Mille, si te escribo lacónicamente; lo hago muy a mi pesar, pues tengo miles de asuntos y mi correspondencia necesariamente se ve afectada. No es motivo para que no me escribas. Necesito al menos una carta al mes, sin contar los acontecimientos extraordinarios de misiones, retiros, etc.
Me despido y agradezco a tus colaboradores sus amables cartas. Les contesto abrazándolos y bendiciéndolos a todos.

Carta a Jean Baptiste Mille, Enero 15, 1835, EO VIII núm. 501

Reflexiona sobre ello con el Padre Aubert: 

Recibí una carta reconfortante del P. Vincens de Ntra. Sra. de L’Osier; el P. Mille, Superior de Ntra. Sra. de Laus, me escribió también; el P. Bernard sigue trabajando en Billens y los demás igualmente; acabo de mandar al P. Moreau para ayudar en los cursos (ed. Los Padres Guibert y Telmon habían sido enviados a Córcega para iniciar un establecimiento); puedes ver que la sangre corre por nuestro cuerpo.

Como director de formación de los novicios, el P Casimir Aubert, era responsable de ayudarles a desarrollar su celo misionero y se esperaba compartiera con ellos las descripciones inspiradoras.

Hágalo saber a los jóvenes para su edificación. Eso animará su celo, pues hay que hablarles con frecuencia del fin principal del Instituto.

Carta a Casimir Aubert, Enero 11, 1835, EO VIII núm. 500

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ESOS EXABRUPTOS CAUSAN DAÑO Y TE PERJUDICAN MÁS DE LO QUE IMAGINAS

No todo era color de rosa en la vida de la comunidad. El P. Honorat era el incansable superior de la comunidad del Calvaire en Marsella y parecía estar en una época difícil. Como resultado, la comunidad la pasaba mal y Eugenio debió intervenir.

Quisiera de una vez por todas, mi querido P. Honorat, que calmaras tu ira  cada vez que haya un desacuerdo contigo. Quienes te pidieron ayer de mi parte el libro de teología que necesitaba el P. Telmon para preparar su clase, volvieron asombrados por tu forma de negarlo. No te diste cuenta de que había un novicio con ellos. Hoy la emprendes con el P. Sicard por haberte pedido de mi parte lo que necesita. ¿Crees de buena fe que esos Padres están obligados a soportar tu mal humor? Te aseguro quedaron muy poco edificados. El P. Sicard me dijo temió ser golpeado.
Te ruego moderarte más. Esos exabruptos causan daño y te perjudican más de lo que imaginas…

Carta a Jean Baptiste Honorat, 1834, EO VIII núm. 499

El Padre Honorat era una buena persona y generoso misionero, a quien Eugenio profesaba mucho respeto, por lo que el llamarle la atención requiere ser visto en contexto, como un recordatorio a todos nosotros de que no siempre estamos conscientes de las consecuencias de nuestras palabras bruscas, en especial si nos encontramos cansados y con exceso de trabajo.

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ES IMPORTANTE QUE LES CAUSE UNA GRAN IMPRESIÓN

Al prepararse los novicios para su primer retiro, se debe presentar su vocación a la luz de la Regla. El superior de la casa es quien da las pláticas en esa ocasión.

Deseo que en las pláticas de retiro, especialmente en el noviciado, se citen a menudo y textualmente las palabras de nuestras Reglas para acostumbrarse al respeto que cada quien debe profesarles y para que aprendan bien se trata del Código que señala nuestros deberes. Es el primer retiro general al que asisten nuestros novicios y es importante les cause una gran impresión: intente lograr ese cometido.

Carta a Hippolyte Courtès, Octubre 21, 1834, EO VIII núm. 494

Eugenio repite esta importante instrucción también al maestro de novicios:

… Escribí al P. Courtés que deseo que quien de las pláticas se apoye con frecuencia en el texto de nuestras Reglas, citando que son el Código de la Congregación. Ese método les acostumbra al respeto que las Reglas les merece e inculca mejor los preceptos.

Carta a Casimir Aubert, Octubre 21, 1834, EO VIII núm. 495

Hoy en día las Constituciones y Reglas siguen siendo para todos nosotros la luz que guía nuestra vocación Mazenodiana en cualquier estado de vida a la que somos llamados a vivirlas.

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SE NECESITARÍA UN MILAGRO PARA QUE ADQUIRIERA LAS VIRTUDES RELIGIOSAS

Como mayor responsable del espíritu y misión de los Oblatos y del bienestar de cada uno y como Superior General, Eugenio había descartado a dos jóvenes que deseaban ingresar al noviciado y hacerse Oblatos. Escribió al maestro de novicios, con la intención de hacer sus comentarios y advertencias.

… Por casualidad estaba en el Calvario cuando me encontré con los dos italianos que llegaron. Después de una larga conversación con ellos, llegué a la conclusión de que uno no tiene bastante capacidad, y el otro, poca virtud. Los dejé con el P. Albini, quien los enviará para tu juicio definitivo.
No quisiera te dejaras engañar, por eso te escribo hoy. En primer lugar, no creo posible admitir al que tiene poca inteligencia. Fue despedido del colegio de los Jesuitas precisamente por su falta de éxito en los estudios. Además tiene gran dificultad para expresarse. Creo no es para nosotros.
El otro tiene mala facha, una sonrisa socarrona y una actitud que hace suponer se cree un adonis. Creo no tiene idea de las virtudes religiosas…
En resumen, consideraría un milagro que lograra adquirir las virtudes religiosas y mucho temo que el ingreso al noviciado de un joven como él y sobre todo sin sombra de fervor, sea nocivo para quienes necesitan buenos ejemplos.

Después de todas las advertencias, Eugenio aconseja:

A pesar de todo, no digo que su exclusión sea definitiva. Si te sientes con ánimo de emprender su conversión y contar con un milagro, puedes intentarlo; pero debes estar atento, no fiarte y sobre todo no admitirlo antes de un mes de prueba muy seria.

Carta a Casimir Aubert, Octubre 2 y 3, 1834, EO VIII núm. 487

Nada me molesta tanto como despedir a la gente después de la ceremonia de ingreso al noviciado. ¿Por qué no tomar el tiempo necesario, para formar un juicio razonable sobre ellos? En caso de duda, no se debe admitir a ese joven. El proyecto que te proponía Vincens no me parece tan absurdo como a ustedes. La opinión tiene buen fundamento. 

Carta a Hippolyte Courtès, Noviembre 30, 1834, EO VIII núm. 496

¡Así, el Padre Aubert no necesitaba confiar en los milagros!

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EL COMPROMISO DEBE HACERSE TRAS UNA CUIDADOSA PREPARACIÓN

El año de noviciado en esa época, primer paso para convertirse en Oblato, había sido mudado a la casa de Aix. El recién nombrado maestro de novicios, Casimir Aubert, tenía 24 años. Al respecto, Eugenio escribió al superior de la casa, Padre Courtès, pidiéndole aconsejarlo:

Te recomiendo cuides la salud del maestro de novicios, que siendo aún muy joven y escuchando más a su celo que a sus fuerzas, podría fácilmente agotar su energía, que no es demasiada.

También recomienda al superior nunca perder de vista el papel del maestro de novicios:

El maestro de novicios debe dedicarse por completo a su cometido. Por tanto, nunca se le debe apartar de su ocupación principal: los novicios, a quienes debe por así decirlo, incubar como gallina a sus pollitos.

Debido a la importancia del proceso del noviciado, Eugenio debe ser parte de él:

No se admitirá nunca a nadie sin consultarme. Se me informará de todo al menos una vez al mes. En caso de duda se me consultará.

Carta a Hippolyte Courtès, Octubre 2 y 3, 1834, EO VIII núm. 486

Casi dos siglos después continúa el proceso, no solo para quienes desean ser misioneros religiosos, sino para muchos laicos que desean seguir el carisma y la misión de San Eugenio como miembros Asociados de la Familia Mazenodiana.  Es esencial para todos un tiempo adecuado de discernimiento, formación y preparación, antes de realizar el compromiso.

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SU ESTILO DE VIDA COMO UNA CENSURA NO EXPRESADA DE QUIENES SE HAN DESCARRIADO

Una de los primeras intenciones de los Misioneros en 1818 fue trabajar para reformar a los sacerdotes, en especial después de la devastación de la Revolución. Dieciséis años después vemos que este objetivo continúa y que nuestras comunidades estaban dispuestas a recibir sacerdotes. 

Será importante se ponga de acuerdo con el P. Vincens sobre los ejercicios para los eclesiásticos y los sacerdotes que lleguen a su casa para ese fin. 

El modelo del estilo de vida de la comunidad de los Oblatos y el testimonio que daban era observado por los sacerdotes locales como una censura no expresada a su mal estilo de vida. 

Me he enterado con dolor, aunque sin sorpresa, que la disposición de algunos sacerdotes de la vecindad ha cambiado hacia ustedes. Les recomiendo hacer caso omiso y continuar con las mismas atenciones, aunque sin modificar en nada lo que les sorprende, es decir, ser cada vez más regulares, siempre apartarse de la disipación que los demás han adoptado; a la larga, se ganarán la aprobación de incluso aquellos que ven en su conducta una censura no expresada de la suya…

Considerando que el P. Guigues solo tenía 29 años y que sus dos compañeros también eran jóvenes, Eugenio les aconseja: 

Recuerden que hay que compensar su juventud y diría su aspecto aniñado, con mucha seriedad exterior, que no excluya la cortesía.

Carta a Bruno Gigues, Octubre 6, 1834, EO VIII núm. 488

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EL OBISPO DE LA LOCALIDAD RESPONDE A LA VIDA Y MINISTERIO DE BRUNO GIGUES Y SU COMUNIDAD

El éxito de la misión de los Oblatos dependía en gran medida de la buena voluntad del obispo local. Eugenio le recuerda al P. Guigues y su comunidad la importancia de ello para Notre Dame de l’Osier. 

Hay que agradecer siempre al Sr. Obispo de Grenoble, quien ha mostrado su buena disposición con ustedes. Conserven siempre con él una relación de confianza que su bondad aprecia y demuestren que no hay en su diócesis sacerdotes más abnegados que ustedes. No basta en serlo, es preciso que lo sepa. Merece esa tranquilidad.

Carta a Bruno Gigues, Octubre 10, 1834, EO VIII núm. 490

Al escribir al P. Aubert, Eugenio se ufana del éxito que la comunidad de l´Osier ha tenido al cultivar una buena relación con el Obispo de Grenoble.

Guigues me ha comentado cosas muy reconfortantes sobre la relación de su comunidad con el Sr. Obispo de Grenoble, quien ha elogiado a él y sus cofrades ante todo el clero reunido para los ejercicios. Hasta le ha dado carta blanca para ir al noviciado, si así lo desearan. ¡Es verdaderamente maravilloso!

Carta a Casimir Aubert, Octubre 11, 1834, EO VIII núm. 491

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EUGENIO RESPONDE A LA VIDA Y MINISTERIO DE BRUNO GUIGUES Y SU COMUNIDAD

A los pocos meses de haber iniciado el ministerio de los Oblatos en el santuario fue evidente el resultado, con un incremento en el número de peregrinos y una mayor devoción.

Como ustedes, también agradezco al Señor las gracias prodigadas en la casa de l´Osier.  Es una gran satisfacción enterarme nuevamente de que la devoción en el santuario va en aumento.

Luego Eugenio subraya el motivo: la calidad de la vida religiosa y el testimonio de los misioneros, resultado de la regularidad y fidelidad a su Regla de Vida, asegurando la fidelidad a su vocación y al Salvador, quien les llamó.

Es una gran recompensa que Dios concede a su celo y abnegación. La regularidad interior y su fidelidad a la Regla les ha atraído esa gracia que reconocen. Sigan así, sin desanimarse …

Carta a Bruno Gigues, Octubre 9, 1834, EO VIII núm. 489

Al día siguiente, Eugenio les escribe nuevamente, para expresar su alegría y satisfacción:

Me admira cuanto comenta. Den gracias a Dios y a la Santísima Virgen, y sigan haciéndose dignos de esa poderosa protección con una vida ejemplar, que lleve a lo lejos el olor de Jesucristo y pruebe abiertamente que aún hay hombres que en medio de la desmoralización que ha contagiado hasta al mismo clero, han sabido comprender el camino del divino maestro y seguir fielmente sus consejos.

Carta a Bruno Gigues, Octubre 10, 1834, EO VIII núm. 490

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