Citando a San Pablo, Eugenio envió a sus misioneros con un arrojo evangélico.
Por lo demás, hermanos, confíen en el Señor y en la fuerza de su poder. Porten la armadura de Dios, manténganse erguidos llevando la verdad en su interior con la coraza de la justicia y sus pies listos para la evangelización, para que el Señor les permita anunciar la palabra con gran firmeza, para liberar del pecado a los hijos de la Iglesia y llevarles de nuevo a la santidad; y que por su boca de a conocer el misterio del Evangelio a quienes lo ignoran.
Carta de Obediencia a los primeros Misioneros Oblatos en ir a Canadá, Septiembre 29, 1841, EO I núm. 8

En las dificultades actuales, recordemos que las palabras de Pablo siguen vigentes para nosotros y nos invitan a llenarnos de valor:
Por lo demás, que el Señor los conforte con su fuerza poderosa.
Revístanse de las armas que les ofrece Dios para que puedan resistir a las acechanzas del diablo. Porque nuestra lucha no es contra adversarios de carne y hueso, sino contra los poderes, contra las potestades, contra los que dominan este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que tienen su morada en las alturas.
Por eso deben empuñar las armas que Dios les ofrece, para que puedan resistir en los momentos adversos y superar todas las dificultades sin ceder terreno.
Manténganse pues, en pie rodeada su cintura con la verdad, protegidos con la coraza de la rectitud, bien calzados sus pies para anunciar el evangelio de la paz. Tengan en todo momento en la mano el escudo de la fe con el que pueden detener las flechas encendidas del maligno; usen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.(Efesios 6:10-17)
En nuestros días, el mismo espíritu lleva a la Familia Mazenodiana a ser misioneros en cualquier situación en la que nos encontremos. Dios nunca nos abandonará.
“Mi querido Padre Luciano, dé gracias a Dios. Escuché su deseo y le he elegido para formar parte de la comunidad que va a plantar el estandarte de la Congregación, que es el de la cruz, en otra parte del mundo. Confío plenamente en que usted y sus compañeros serán dignos de su vocación, que harán mucho bien y que honrarán a la Congregación con su abnegación, su celo y su regularidad.”
· Nuestra fe se hace más profunda cuando afirmamos que Dios está justo a nuestro lado en medio de este lío. Sabemos que con Dios, todas las cosas sirven para el bien de los que Le aman. Nada queda al margen de la capacidad creativa de Dios de sacar el bien de esto. Lo creemos y renovamos nuestra oblación de vivir para el Reino de Dios.
El Papa León XII aprobó formalmente nuestras Constituciones y Reglas el 17 de Febrero de 1826. Hasta el día de hoy, tras ser revisadas y adaptadas en estos 195 años, siguen “indicando a cada Oblato el modo de caminar siguiendo las huellas de Jesucristo” (C. 163). El Prefacio de las CCyRR expresa la visión que ardía en el corazón de Eugenio: inspirado por su amor a Cristo, reunió a otros para que abrazaran una vida de santidad, anunciando a Cristo a los pobres y trabajando para reconstruir la Iglesia. La vida de virtud de estos predicadores fue esencial para que su predicación fuera efectiva.