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MI PUERTA ESTÁ MUY ABIERTA Y ESTOY A LA DISPOSICIÓN DE TODO EL MUNDO
Como Obispo de la segunda mayor ciudad de Francia y Superior General de una Congregación misionera en expansión, Eugenio tenía poco tiempo para sí mismo, como vemos en los siguientes dos extractos.
“Me dejé llevar, mi querido Padre Honorat, escribiendo una interminable carta a nuestro buen Padre Telmon. Me envió una tan amable desde el punto de vista de los sentimientos y tan interesante en cuanto a los asuntos, que no debía menos que corresponder a todos sus comentarios. Me encerré bajo llave e hice el sordo a las treinta y seis mil llamadas a mi puerta, siguiendo mi tarea como si estuviera solo en el mundo”.
Carta a Jean Baptiste Honorat, Abril 27, 1843, EO I núm. 17
Y al Obispo de Montreal:
“Por haber querido hacer tiempo para contestar a detalle la enternecedora carta que tuvo la bondad de escribirme, me vi obligado a diferirla hasta hoy para alejarme de las molestias incesantes y diarias de Marsella y venir a refugiarme en la campiña. Me decía siempre: en cuanto tenga una hora a mi disposición, la dedicaré a mi venerable amigo. La experiencia prueba que no la tendré nunca en el centro de mi inmensa población, mientras no cambie de sistema. Mi puerta está muy abierta y estoy a la disposición de todo el mundo: para los enfermos que hay que confirmar, las ceremonias religiosas tan numerosas en mi ciudad episcopal. Le comento esto, Monseñor, para explicar el retraso que mi corazón me reprochaba por tener a la vista su carta pendiente de respuesta. Por eso me siento aliviado hoy en mi soledad, tomando la pluma para conversar con usted. A media legua de la ciudad, espero nadie me molestará”.
Carta a Ignacio Bourget, Obispo de Montreal, Mayo 30, 1843. EO I núm. 18
Para él lo más importante fue siempre estar cerca de su gente en Marsella y de los Oblatos.
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AL TENER LA PLENITUD DE LOS DONES CELESTIALES NECESARIOS PARA EL GOBIERNO DE ESA CONGREGACIÓN
Eugenio termina de citar la carta que el Obispo de Montreal le dirigió acerca de los Oblatos:
«Por lo demás monseñor, lo que le digo de ningún modo es una queja, sino sólo ponerle al corriente de lo que aquí sucede».
Luego se refiere al estado especial de gracia que tenía Eugenio como Superior General:
“Porque, al tener usted la plenitud de los dones celestiales necesarios para el gobierno de esa congregación, tiene el estado especial de gracia para dar a todos y cada uno de sus miembros el movimiento y la vida. En esa perspectiva, creo mi deber rogarle insistir en las recomendaciones que les hace…».
A continuación sigue una lista de recomendaciones, que concluye con:
«Una vez más, si hago estos comentarios, solo es para que esté en condiciones de ejercer mejor sobre sus hijos de Canadá su acción eficaz, cuya virtud se sentirá siempre más allá de los mares”.
Eugenio comenta:
“¡Qué admirable carta! Aunque complaciente conmigo, llena mi alma del mayor agradecimiento hacia el santo prelado que se tomó la molestia de escribírmela”.
La carta del Obispo de Montreal dirigida a Eugenio que hemos analizado en las últimas entradas señaló algunas de la fallas de los Oblatos que requerían atención. La forma en que lo hizo es una lección en sí misma, a lo que Eugenio comentó:
“¡Cuánta moderación, amabilidad y cuánta caridad! Con tantos temas insatisfactorios, no presentó ninguna queja; incluso recalcó la tarea y virtudes de quienes se muestran tan imperfectos y por debajo de su santa misión, según la primera parte de su carta. Aunque también ¡qué lección en las recomendaciones que sugiere les haga!”
Al ver algunas de las equivocaciones, Eugenio se encuentra desconsolado pues temía que sus sueños de éxito de la vida religiosa y misionera de sus hijos estuviera en peligro y solo les llevara al fracaso.
“Ni una palabra se dice sin fundamento, es la verdad real y llana. Es el espejo fiel de una realidad innegable. Mi corazón está afligido. Están convencidos de un mal comportamiento en todo. Ninguno queda exento de reproches bien merecidos. Todos han contribuido a desacreditarse a sí mismos y a la congregación, de la que dan una pobre imagen en el nuevo mundo”.
Diario de Eugenio de Mazenod, Marzo 20, 1843, EO XXI
Su «pesadilla» nunca se hizo realidad y los misioneros dieron frutos admirables.
Lo que sobresale para mí es cómo el Obispo Bourget pudo ver el bien en cada persona y sus posibilidades, sin nunca permitir que las fallas eclipsaran su bondad. Eugenio reconoce esto en su respuesta:
“¡Vaya carta a la que debo contestar! Me inclino ante el corazón que la ha escrito. Monseñor, nunca podría expresarle hasta qué punto me conmovió y generó mi admiración y agradecimiento. Permita que desahogue mi corazón con sencillez y franqueza, sin halagos: en cada línea pude admirar la generosidad del obispo, la bondad de un padre, la entrega de un amigo. Quisiera que aquéllos a quienes se menciona tuviesen siempre a la vista esta admirable carta, que se grabó en mi alma…
Me siento feliz por el bien que hacen en su diócesis y el testimonio que desea dar de ellos me colma de alegría, pero no basta, si entiendo que no le causen ninguna inquietud ni preocupación, y me atrevo a pensar que así será…”
Carta a Ignacio Bourget, Obispo de Montreal, Mayo 30, 1843. EO I núm. 18
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CON SU ARDIENTE FORMA DE SER, HA COMETIDO ERRORES CON LA MEJOR INTENCIÓN DEL MUNDO
El celo del Padre Telmon por el Evangelio era con “C”, aunque su experiencia era solo en Francia, y al llegar a Canadá no comprendía las iglesias protestantes. El Obispo Bourget continúa narrando a Eugenio:
«El P. Telmon, con su ardiente forma de ser, ha cometido errores con la mejor intención del mundo. Por desgracia entró en una disputa pública con ministros protestantes y aunque los haya derrotado por completo y resultado de ello un gran bien, tuvo en otros aspectos molestas consecuencias y sobre todo quedó la impresión de que no había salido victorioso. Sus enemigos tuvieron la desvergüenza de cantar victoria y muchos católicos que lo vieron no tenían bastante instrucción para percibir la solidez de sus argumentos y la futilidad de los adversarios, lo que es siempre muy difícil para la gente no acostumbrada a la controversia”.
En el Siglo XIX los Oblatos (y la Iglesia en general) no estaban familiarizados con el concepto del ecumenismo y eran motivados por la doctrina de «fuera de Iglesia no hay salvación».
“En otra ocasión quemó biblias y libros protestantes sin ocultarlo. Así, esto se volvió un asunto de Estado, hasta el punto en que los diarios de Estados Unidos y Canadá, coludidos con el error, se aferraron a ello y tratan de sublevar el espíritu contra los misioneros católicos que, según ellos, han cometido el horrible sacrilegio de profanar la santa Biblia. Si ese buen padre consultara un poco a las personas experimentadas del país, no expondría la religión a quedar comprometida ni pondría a los obispos en un gravísimo aprieto”.
Diario de Eugenio de Mazenod, Marzo 20, 1843, EO XXI
El movimiento ecuménico entró al pensamiento y práctica de la Iglesia apenas en el Siglo XX, así que no juzguemos demasiado a quienes actuaron según la mentalidad de su época. A pesar de sus errores, Pierre Telmon fue un misionero increíble que llevó a muchos a conocer a Jesucristo en Francia, Canadá, el este de los EU y Texas, como veremos más adelante.
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EL PADRE HONORAT ES TAN SANTO QUE DIOS NO DEJARÁ DE BENDECIR TODAS SUS OBRAS
Así, el Obispo de Montreal escribió al Superior de los misioneros, el Padre Jean Baptiste Honorat.
«Algunos de sus padres juzgaron que su superior no tenía el tacto necesario en este país, donde hay que tener cuidado con muchas cosas en las desafortunadas circunstancias en que nos encontramos.”
Yvon Beaudoin nos explica las «desafortunadas circunstancias»: «Sin duda el Obispo Bourget se refiere a la insurrección de 1837-1838, y como resultado, al Acta de Unión del Bajo y Alto Canadá, votada en el Parlamento inglés en 1840. A través de esta Acta, los canadienses franceses perdieron mucha de la autonomía en su propia provincia. Afortunadamente, Lord Elgin, gobernador general de 1847 a 1854, encontró absurda la idea de anglicizar a los canadienses franceses, revocando la cláusula de la prohibición del francés en el Acta de la Unión.»
El Obispo continuó:
“En efecto, él ha cometido ciertas imprudencias, de las que su corazón recto y sencillo no le permitió prever las consecuencias. Me consultaron sobre si sería conveniente pedir su regreso a Francia, aconsejándoles no hacer nada y apoyarse en la Providencia, que arreglaría todo. Espero no seré defraudado en mi expectativa. El Padre Honorat es tan santo que Dios no dejará de bendecir todas sus obras. Los consejos que le he dado fueron siempre recibidos con respeto y veo con consuelo que está sobre aviso para no dar pie a quienes se aprovechan al querer menospreciar algo que no les agrada.”
Diario de Eugenio de Mazenod, Marzo 20, 1843, EO XXI
Eugenio respondió al Obispo Bourget:
“Sin duda el P. Honorat es tal como le describe, un ángel de candor y sencillez, excelente religioso, lleno del espíritu y las virtudes de su estado. En ocasiones es estricto y su voz también contribuye algo, pero eso es en la superficie porque es bueno y siempre estará accesible a los comentarios que su excelencia quisiera darle…”
Carta a Ignacio Bourget, Obispo de Montreal, Mayo 30, 1843. EO I núm. 18
Aun cuando cometamos errores y en ocasiones tomemos malas decisiones, Dios no dejará de bendecir nuestras buenas intenciones cuando busquemos enmendarnos.
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UN SOLO CORAZÓN Y UN SOLO ESPÍRITU
Al analizar la estrada en el diario de Eugenio respecto a la situación en Montreal, surgen algunas lecciones importantes.
“Pero la carta del obispo de Montreal encierra reflexiones justas y emite un juicio demasiado prudente para que me resista a transcribirlo. Después de decir las cosas más amables y paternales hasta la tercera página, continúa:
“Ahora, monseñor, voy a ponerlo al corriente de las pequeñas penas que se han notado en esos hombres de Dios ¿y dónde no las hay, pues Dios las ve hasta en sus ángeles? En primer lugar, no han tenido la ventaja de verse y vivir suficiente tiempo juntos para lograr la simpatía y cordialidad que forman el Cor unum et anima una de toda comunidad. La falta de esta armonía perfecta ha sido notoria para los sacerdotes locales e incluso para algunos laicos. Algunos lo han lamentado y otros han hecho de ello el objeto de sus bromas. Felizmente, las cosas están mucho mejor en este aspecto.”
Diario de Eugenio de Mazenod, Marzo 20, 1843, EO XXI
Eugenio responde ante la situación:
“En primer lugar, en lo que se refiere a las dificultades internas, creo haberlas terminado al pedir al P. Baudrand volver, alguien cuyo espíritu no sabe doblegarse ante las circunstancias. De haber hecho más caso a mis recomendaciones, habría evitado su inclinación a juzgar y valorar todo y a todos, según sus ideas propias. Habría desconfiado de ellas y de su inexperiencia, y no hubiese tenido la tonta pretensión de criticar a su superior ante unos extraños, y menos aun se habría atrevido a decir que ese superior no era apto para el cargo recibido. Es él quien se mostró inepto para la misión con la que se le honró. Lo retiro, seguro de que la unión y cordialidad reinarán en la comunidad al no estar ya allí para enturbiarla con sus pretensiones y rumores. Perdone mi error; no formé personalmente a ese individuo, aunque habría creído que comprendería mejor su tarea.”
Carta a Ignacio Bourget, Obispo de Montreal, Mayo 30, 1843. EO I núm. 18
Eugenio siempre había insistido en SER hombres de Dios y en la necesidad de una comunidad de apoyo centrada en Cristo como la sine qua non de HACER el trabajo misionero de evangelizar con éxito. El error de la primera comunidad a este respecto confirmó la sabiduría de Eugenio: «ser» para “hacer». ¿Qué tan a menudo cometemos este error al formar a un nuevo equipo para una tarea en particular y fallamos en que los miembros crezcan en la unidad, en el «ser» antes de ir a «hacer» con los demás?
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A PESAR DE ESO, DIOS HA BENDECIDO SU MINISTERIO
Evidentemente, los seis primeros misioneros Oblatos que llegaron a Canadá no estaban preparados para trabajar en un nuevo continente y cultura. Su experiencia era de la iglesia en Francia y habían trabajado bajo la guía constante de Eugenio. Ahora todo había cambiado para ellos: un país distinto, un ambiente cultural completamente diferente y la correspondencia con Eugenio que tardaban meses en recibir. Es evidente que estos seis hombres lejos de ser perfectos, cometerían errores y ya hemos visto algunos de ellos en las entradas anteriores.
Eugenio escribió en su Diario:
“Carta del señor obispo de Montreal. La leí enternecido, con admiración y agradecimiento. No puedo transcribirla pues tiene al menos ocho páginas, pero es preciosa como documento y describe en detalle a la comunidad de Canadá. Conoce todas sus dificultades y las juzga con moderación paternal, sin dejar de observar que desde el comienzo el comportamiento de nuestros padres ha sido de una extraña imprudencia. Han mostrado toda su imperfección, no solo ante el obispo que está inclinado a disculparlos, sino ante el clero y hasta de los laicos.”
Eugenio no puede dejar de mostrar su preocupación:
“¡Es de dar pena! Frustrar así todas las esperanzas, abusar de mi confianza, no hacer ningún caso a mis recomendaciones de mejorar, de soportarse mutuamente, de apoyarse frente a los de fuera; en lugar de ello, traicionarse y denigrarse, no respecto a las virtudes, sino sobre su carácter, sus conocimientos, etc.”
Sin embargo, Eugenio no puede dejar de reconocer el buen trabajo que estaban logrando.
“A pesar de eso, Dios ha bendecido su ministerio «por el honor de su nombre» [ed. Ps 78:9] y como resultado de la protección que se digna dar a nuestra Congregación.”
Diario de Eugenio de Mazenod, Marzo 20, 1843, EO XXI
Un ejemplo más en la historia de nuestra Familia Mazenodiana en el que Dios se vale de instrumentos débiles para que el Evangelio de cosecha para el prójimo.
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NUEVAMENTE LOS NUESTROS SON INSTRUMENTOS DE LA MISERICORDIA DE DIOS EN ESOS LUGARES
Como sabemos, el ministerio principal de los Oblatos en Francia era la predicación de las misiones parroquiales y al final de cada una, se enviaba un reporte a Eugenio. Aunque habían pasado ya 27 años desde el inicio de este ministerio, Eugenio seguía maravillándose de cómo Dios utilizaba a los misioneros como instrumentos de su misericordia.
“El P. Vincens me envió la carta del P. Burfin donde le narra las bendiciones recibidas en la misión que acaba de dar con el P. Lavigne en la diócesis de Grenoble. Nuevamente los nuestros son instrumentos de la misericordia de Dios en esos lugares. ¿No hay motivos para agradecer el ser escogidos para hacer tanto bien en la Iglesia? ¿Por qué no hacer la recapitulación de esos hechos? La gente quedaría maravillada y sería un título del que la congregación podría estar orgullosa.”
Diario de Eugenio de Mazenod, Marzo 13, 1843, EO XXI
Al escribir al Padre Guigues, Eugenio sigue entusiasmado:
“Pero ¿dónde no hace el bien nuestra Congregación? Gracias a Dios, es prodigioso. Las diócesis de Aix, Aviñón, Marsella, Fréjus, Ajaccio, Valence y Grenoble pueden dar fe. Que me muestren en Francia alguna Congregación que actúe en tantos lugares a la vez y le acompañen en todos ellos las mayores bendiciones de Dios. Agradezcamos al Señor y pidámosle como recompensa que nos permita hacer aún un bien mayor, enviándonos un gran número de individuos aptos para la obra que su Iglesia nos ha confiado.”
Carta al P. Eugenio Guigues, Abril 12, 1843, EO X núm. 792
Una invitación para mantener nuestro sentido de asombro ante el continuo trabajo de Dios a través de las personas que nos rodean.
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EL SALVADOR ME ELIGIÓ COMO INSTRUMENTO DE SU MISERICORDIA
La comunidad Oblata en Vico, Córcega, se había enterado de la visita de Eugenio a África y de la terrible tormenta a su regreso, por lo que le escribieron preocupados.
“Se han alarmado demasiado por el peligro de mi travesía de África. El vendaval que nos obligó a hacer escala en Palma fue un impulso del Espíritu Santo que nos llevó ahí para reconciliar con Dios a cinco cristianos que sin la ayuda, habrían muerto en pecado.”
Beaudoin nos explica:
«A la vuelta de Argelia el viento sopló tan fuerte que arrastró el navío hacia las islas Baleares. Los pasajeros descendieron un día en Palma y al haber visto que un navío esperaba en la ensenada el fin de una cuarentena, Mons. de Mazenod envió a él al P. Tempier y al abate Gregoire, sacerdote de Marsella. El P. Tempier confesó a varios enfermos, de los cuales algunos murieron poco después.»
“Así que sólo debo agradecer al Señor, quien me eligió como instrumento de su misericordia con las almas que sin duda tenía predestinadas para la gloria.”
Carta al Padre Semeria en Vico, Córcega, Febrero 18, 1843, EO X núm. 790
En ocasiones, lo que parece una desgracia resulta ser un instrumento que Dios utiliza para el bien…
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LO ESENCIAL ES CONFIAR EN DIOS Y PEDIRLE ILUMINE A QUIEN GOBIERNA
“Carta del P. Guigues. Siempre insistente en las reflexiones que presenta a favor de su casa en l’Osier, está muy lejos de aceptar que se envíe de ahí al hombre que es necesario en otra parte y tiene el valor de pedir dos más. Solo preocupado de la prosperidad de su casa, censura al padre Aubert por haberse atrevido a formar a dos en Inglaterra y en Irlanda.”
Diario de Eugenio de Mazenod, Febrero 18, 1843, EO XXI
Eugenio le respondió de inmediato que para el bien futuro de las nuevas misiones que se abrían en Canadá, Inglaterra e Irlanda, era esencial el sacrificio de los Oblatos en Francia y que las nuevas misiones se fundaran con solidez, para que luego pudieran crecer con los candidatos locales que se unieran a los Oblatos.
“Sé que no tengo la dicha de que compartas mi punto de vista. Por mucho que te diga, te obstinas en considerar sólo las cosas desde donde te encuentras.
Según piensas, todo debe girar en torno al interés local que te sientes llamado a defender…
Así, aun reconociendo que sería ventajoso contar con suficiente personal para nuestras casas, creo que antes que rechazar la oportunidad encontrada por nuestra Congregación de estar en tres grandes Reinos, es mejor dejarlas momentáneamente incompletas, sabiendo que no hay un solo miembro en la Sociedad que no quisiera de algún modo multiplicarse para conseguirlo y ampliar el bien inmenso que está llamada a realizar. Es un esfuerzo pasajero, que se verá coronado cuando muy pronto esos países lejanos se basten a sí mismos.
No querría que censuraras al P. Aubert por cumplir su tarea con inteligencia y dedicación. Como en la vida, siempre hay momentos penosos en las fases de una Congregación, y lo esencial es poder confiar en Dios y pedirle ilumine a quien gobierna, sin poner obstáculos a las decisiones que debe tomar por el interés general, aunque sea alguna desventaja para tal o cual localidad.”
Carta al Padre Eugenio Guigues (en Notre Dame de L’Osier, Francia), Febrero 18, 1843, EO X núm. 789
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