EL GRAN PRIVILEGIO DE NUESTRA MADRE, REINA Y PATRONA

El Padre Dassy había escrito un libro y consultado con Eugenio si debía utilizar el escudo Oblato en la versión impresa. La respuesta nos da una idea de la soltura de nuestro nombre. El título siempre había sido «Oblatos» y «María Inmaculada», aunque expresado en formas diferentes. Ver el artículo «Oblatos de María Inmaculada» en https://www.omiworld.org/es/lemma/oblatos-de-maria-inmaculada/

“No creo necesario colocar nuestro escudo en la obra. Creo será suficiente indicar al autor, como sacerdote de N.D. de l’Osier, pero debajo de la dedicatoria hay que poner tu nombre completo, como Oblato de la Inmaculada Concepción, con todas las letras; en latín dirías: E Congregatione Oblatorum B. V. Mariae sini labe conceptae, pues tal es el título que se nos ha dado en las cartas apostólicas de nuestra institución. Ese hermoso título no tiene más defecto que el de ser demasiado largo. Imposible adoptarlo en francés: de la Congregación de la Bienaventurada Virgen María concebida sin la marcha del pecado original. Hay que resumirlo en la expresión de Inmaculada Concepción, que la Iglesia ha adoptado para expresar el gran privilegio de nuestra Madre, Reina y Patrona, como está por otra parte, al comienzo de nuestras Constituciones…”

Carta al Padre Louis Toussaint Dassy, Noviembre 8, 1843, EO X núm. 822

Actualmente nuestro título es «Misioneros Oblatos de María Inmaculada», nombre que llevamos con honor y orgullo, como nuestro «Pasaporte al cielo», como escribió Eugenio en 1825.

Oblatos de la Santísima Virgen María. ¡Pero si es un título para el cielo! ¿Cómo no hemos pensado en ello antes?

Carta a Henri Tempier, Diciembre 22, 1825, EO VI núm. 213

“Eugenio “Parece darse cuenta de que, aunque siempre había amado a María, no había comprendido aún el papel esencial de ella en el proyecto de la Redención. Al buscar el patrono que mejor expresara el fin de su Congregación, es decir, una persona seguidora de Cristo, comprometida en el apostolado al servicio e instrucción de los pobres, no había pensado en ella. En Roma comprende lo que María es realmente. El nombre de la Congregación nace, pues, de un descubrimiento según el cual sus miembros, para responder realmente a las urgencias de la Iglesia, deben identificarse con María Inmaculada, “ofrecerse” como ella al servicio del proyecto salvífico de Dios.”

Casimir Lubowicki, “María” en el Diccionario de valores oblatos, https://www.omiworld.org/es/lemma/maria/

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CÓMO EL SEÑOR MOVIÓ EL ESPÍRITU Y EL CORAZÓN DEL SUMO PONTÍFICE PARA CONCEDERME LO QUE HASTA ENTONCES HABÍA NEGADO A OTROS

Dieciocho años antes, en 1825, Eugenio había ido a Roma para tratar de obtener el reconocimiento oficial y la aprobación de la Congregación Oblata, cuando el Vaticano no aprobaba ninguna congregación religiosa nueva. Eugenio recordaba ahora cómo había estado arrodillado ante el Papa describiendo con entusiasmo las maravillas que Dios realizaba a través de los Misioneros en Provenza. En algún momento durante el relato, el Papa cerró los ojos en oración, cuando “el Señor movió el espíritu y el corazón» del Papa. Eugenio relata lo sucedido.

Sería demasiado largo contarle, Eminencia, cómo el Señor movió el espíritu y el corazón del Sumo Pontífice para concederme lo que hasta entonces había negado a otros. Basta decir que el Santo Padre no se limitó a expresar su voluntad al arcipreste Adinolfi, que reemplazaba entonces al Secretario de la Sagrada Congregación de los Obispos y Regulares, diciéndole: “quiero aprobarla”, sino que se dignó elegir personalmente a los Eminentísimos Cardenales que debían examinar las Constituciones. Ellos, por unanimidad dieron un juicio favorable el 15 de febrero de 1826, solicitando al Santo Padre aprobarlas con Cartas Apostólicas. El 17 de febrero de 1826 el Papa aprobó el Instituto y las Constituciones y Reglas, y ordenó en forma breve la expedición de las Cartas Apostólicas. Como mencioné  antes, esas cartas fueron enviadas el 21 de marzo de 1826”.

Carta al Cardenal Fransoni, Prefecto de la Congregación para la Propagación de la Fe, Noviembre 6, 1843, EO V núm. 3

El discernimiento del Papa fue que la Congregación Oblata procedía de Dios y era presentada a través de la obra del Espíritu Santo y no de la invención de Eugenio. Hoy en día reconocemos: el carisma Mazenodiano como un don de la Iglesia y su misión de evangelización, siendo la herencia de todos los miembros de la Familia Mazenodiana.

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EN MIS DECISIONES SIEMPRE PREDOMINÓ LA COMPASIÓN Y SEGUÍ AYUDÁNDOLE

El siguiente extracto del Diario de Eugenio nos da una idea del cuidado que tenía por los miembros de su familia Oblata y cómo le preocupaba cuando no se comportaban bien.  El Padre Reinaud se había convertido en Oblato en 1830 y durante los 13 años siguientes había sido un exitoso profesor en el seminario en Córcega y Marsella. Era también muy ambicioso y al esperar ser nombrado obispo, en ocasiones se había comportado de formas muy engañosas para lograr su propósito. Eugenio escribió en su diario:

“No le respondí, porque de hacerlo, le habría expulsado de la congregación a la que ha deshonrado en los principios profesados, por sus dichos y con su conducta. Si hay desengaño a su ambición, es un justo castigo de Dios. Se equivocó al creer que nos  engañaba su duplicidad. Conocemos todas sus intrigas y si acepté se alejara, fue solo para evitar el escándalo inevitable e inmediato que se produciría”.

Había solicitado pasar algún tiempo alejado de la Congregación, a lo que Eugenio estuvo de acuerdo, esperando un cambio. Su madre tenía deudas y los Oblatos se hicieron cargo de su sobrevivencia.

¡Ojalá entonces se hubiera hecho justicia a ese malvado! Nos habríamos ahorrado muchas penas; en mis decisiones siempre predominó la compasión y seguí ayudándole, incluso dándole anualmente una suma considerable para alimentar a su madre, demasiado dada al vicio y proveerle de todo lo necesario. No me refiero a los gastos del viaje a Lyon y otras partes, y de lo que se habría podido hacer por su mal corazón que le llevaba a detestar a alguien en la congregación, como ha probado mil veces. Que calme sus comentarios. Se ha vuelto tan despreciable que está por debajo de cualquier reproche. Con dolor escribo estas líneas”.

Diario de Eugenio de Mazenod, Octubre 23, 1843, EO XXI

Finalmente fue expulsado de la Congregación al año siguiente. Se hizo sacerdote  diocesano y trabajó en Ceylán (Sri Lanka), donde para llegar a ser obispo de nuevo suscitó eventos que involucraban a los Oblatos, ¡fallando de nuevo!

Mi reflexión en este extracto va a las palabras «en mis decisiones siempre predominó la compasión y seguí ayudándole…». Sin importar los errores que cometieran los Oblatos, Eugenio siempre utilizó la compasión para ayudarles a enmendarlos y si no funcionaba, no le quedaba otra opción más que la acción más severa: la expulsión.

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ME COMENTAN QUE NO SON ESAS LAS ALMAS MÁS ABANDONADAS

Como sabemos, la Fundación de los Misioneros Oblatos fue para evangelizar a los más abandonados, normalmente en las áreas rurales. Así comenzaron en Canadá. Sin embargo, Eugenio se dio cuenta de que sería esencial contar con una comunidad base en dos grandes ciudades: Montreal y Quebec, que aportarían recursos financieros para el trabajo con los pobres en las zonas rurales.

“Me gustaría que nos estableciéramos en Quebec y Montreal…

Con la tendencia de todas las Congregaciones antiguas o nuevas de establecerse en todas partes, es imposible no estén en un lugar tan importante. Me comentan que no son esas las almas más abandonadas, pero no cuentan con que también harán mucho bien a quienes lo necesitan, aun sin estar abandonados”.

Carta al P. Jean Baptiste Honorat, Octubre 7, 1843, EO I núm. 27

Un recordatorio de que los «más abandonados» no necesariamente son siempre los pobres materiales, sino todos aquellos que no conocen a Jesucristo como su Salvador.

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OCUPÉMONOS DE NUESTROS ASUNTOS COMO DEBAMOS HACERLO: VERGÜENZA PARA QUIEN PIENSE MAL

Eugenio aconseja a los Oblatos en Canadá enfocarse en hacer lo correcto en vez de intentar agradar a los demás.

“Quisiera además que tanto unos como otros se enfoquen más en sus asuntos. ¡Qué mala costumbre tienen todos de contar sus asuntos a todo el mundo! Sean corteses pero muy discretos. Ocúpense de sus asuntos sin preocuparse de lo que puedan pensar los demás. Frecuentemente me comentan la opinión de tales o cuales sacerdotes, ¿qué me importa lo que puedan pensar? ¿adónde iríamos de consultar los puntos de vista de tanta gente? ¿qué tienen que ver? ¿No es curioso verlos preocupados por el viaje de nuestro Padre que han enviado al Capítulo General: En una carta me decían haber tenido que explicar el por qué, el cómo, etc.? ¿Para qué esa complacencia? Una vez más, ocupémonos de nuestros asuntos como debamos hacerlo: vergüenza para quien piense mal…”

Carta al P. Jean Baptiste Honorat, Octubre 7, 1843, EO I núm. 27

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ES DEBER DEL SUPERIOR ENSALZAR A TODOS SUS HERMANOS, TAL COMO ES EL DEBER DE ELLOS ENSALZAR AL SUPERIOR

Continuamos la entrada anterior donde vimos a Eugenio corregir al Padre Honorat por haber compartido las fallas de algunos de los miembros de su comunidad con el obispo de la diócesis.

“Es deber de un Superior ensalzar a todos sus hermanos, tal como es el deber de ellos  ensalzar al Superior. Esa caridad mutua es en provecho del grupo entero, facilitando el bien que está llamado a hacer. Deja entonces cualquier preocupación y utiliza todo lo que recibes,  comprendiendo siempre lo humano, sin sorpresa ni pena”.

Carta al P. Jean Baptiste Honorat, Octubre 7, 1843, EO I núm. 27

Pude comprender el poder de estas palabras a través del antiguo Superior General, el Padre Marcello Zago uno de los sucesores de San Eugenio, cuando al haberme asignado a un puesto de responsabilidad y tomar una mala decisión respecto a algo por hacer que involucraba a otras personas y que no podía cambiarse por un año, me llamó y de forma firme me hizo consciente de los inconvenientes de mi decisión. Después de llamarme la atención, añadió: “Sabes que no estoy de acuerdo contigo, pero aun así apoyaré y defenderé tu decisión”. Al año académico siguiente pude corregirlo y nunca he olvidado esa lección de cómo una figura de autoridad se relaciona con, corrige, pero apoya a sus compañeros.

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LAS DIFICULTADES PUEDEN ARREGLARSE ENTRE HERMANOS, PERO QUEDAN PARA SIEMPRE EN LA MENTE DE UN EXTRAÑO

El Padre Honorat, superior de los Misioneros en Canadá, había confiado las dificultades en su comunidad al Obispo de Montreal. Al enterarse de ello, Eugenio no estaba feliz.

“Temo que en tus comunicaciones privadas con el Obispo hayas hablado demasiado abiertamente sobre tus hermanos y solo te preocupe haber puesto en el espíritu del prelado las dificultades de ese momento. De no ser así, sería muy enojoso, pues las dificultades pueden arreglarse entre hermanos, pero quedan para siempre en la mente de un extraño.

¿Qué caso tiene eso? Tal vez hayas encontrado alivio momentáneo por la confidencia, pero el daño hecho al individuo y de rechazo a la familia es irreparable”.

Carta al P. Jean Baptiste Honorat, Octubre 7, 1843, EO I núm. 27

Un importante recordatorio para todos nosotros.

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TEN UN POCO MÁS DE CONFIANZA EN DIOS, MI QUERIDO PADRE

A partir de 1816, siempre se hacía referencia a los escolásticos como «los Oblatos», incluso antes de que la Congregación entera recibiera ese nombre diez años después. En los 27 años de nuestra existencia hasta entonces, debieron mudarse a varios lugares para sus estudios y formación: Aix en Provence, Laus, Marsella, y después por un año, a Notre Dame de L’Osier. Ahora llegaba la hora de que tuvieran una casa permanente en Marsella, que Eugenio marcó en su diario.

“Carta al Padre Guigues para llamar a Marsella a todos los escolásticos para que hagan ahí sus estudios teológicos y filosóficos”.

Diario de Eugenio de Mazenod, Octubre 1°, 1843, EO XXI

Tanto el Padre Guigues como la comunidad local estaban molestos con la decisión, pues los jóvenes escolásticos daban vida y vitalidad al Santuario Mariano, donde seguiría el noviciado.

“Ten un poco más de confianza en Dios, mi querido Padre. Cuando los Oblatos hayan dejado l’Osier, llegarán novicios para reemplazarlos. Sabes bien que fue solo circunstancial que permanecieran ahí el año pasado, no podía ser permanente…

Todos nuestros Oblatos harán sus estudios filosóficos y teológicos en mi seminario en Marsella. Todo está listo para recibirlos, que lleguen cuanto antes”.

Carta al P. Bruno Guigues, Octubre 2, 1843, EO X núm. 816

El Padre Henri Tempier sería su director de formación. Con los escolásticos en su ciudad, Eugenio pudo tener un contacto regular con ellos y compartirles el espíritu de su carisma y celo misionero, que en nuestros días, al estudiar su vida y escritos como miembros de la Familia Mazenodiana, continúa llenándonos de su espíritu.

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EL ESPÍRITU SANTO DERRAMÓ A MANOS LLENAS SOBRE EL NUEVO OBLATO LA UNCIÓN DE SUS DONES

Leonard Baveux fue un sacerdote Sulpiciano de 47 años, ordenado en 1828. Al conocer a los Oblatos en Montreal descubrió estar llamado a la vida misionera, por lo que se unió a ellos y el 2 de agosto hizo su compromiso de por vida a través de la oblación perpetua, escribiendo a Eugenio al respecto. Leemos en el diario de Eugenio:

“Carta del Padre Léonard [Baveux] al día siguiente de su profesión en la que expresa la de la forma más conmovedora la dicha encontrada. El señor obispo de Montreal le dirigió un discurso muy paternal; en esa hermosa ceremonia también estuvo presente el señor obispo de Kingston. La capilla estaba llena de amigos y párrocos, así como un Padre Jesuita. Las lágrimas de nuestro Padre Léonard hicieron brotar las de todos los asistentes”.

Diario de Eugenio de Mazenod, Septiembre 19, 1843, EO XXI

Más tarde, en una carta al Obispo de Montreal, Eugenio se refirió a su participación en la ceremonia de oblación.

“Acabo de recibir carta del P. Leonard, escrita al día siguiente de su profesión, ¡Qué consuelo recibir el relato de todo lo sucedido esa hermosa mañana! Y a juzgar por su relato, parece que el Espíritu Santo derramó a manos llenas sobre el nuevo Oblato la unción de sus dones. Después de agradecer al Señor, deseo expresarle Monseñor, cuán conmovido estoy por su paternal caridad hacia mis queridos hijos, que son suyos también. ¡Las palabras que les dirige, demostrando su bondad con ellos, les hacen un bien incalculable y son felices de tener un Padre como usted! Es por ello que estoy sin preocupación, a pesar de la distancia que les separa de mí. Es como si estuviera junto a ellos”.

Carta al Obispo Bourget de Montreal, Octubre 1°, 1843 núm. 26

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NO PUEDES CREER EL GUSTO QUE ME DA TODO CUANTO ME RECUERDA A LOS HIJOS QUE DIOS ME HA DADO

Separado por el Océano Atlántico de sus Misioneros en Canadá, Eugenio estaba constantemente unido a ellos en el pensamiento y en la oración de oraison. El Padre Dandurand le había enviado un dibujo de la casa donde se estableció la comunidad oblata.

Os agradezco, mi querido P. Dandurand, el plano que me ha-béis mandado. Me basta para tener una idea de los lugares que habita una porción tan querida de mi familia. Eso me da tiempo para esperar que me prepararéis un plano más cuidadoso que pueda enmarcar y colocar en mi gabinete. No podéis creer el gusto que me da todo cuanto me recuerda a los hijos que Dios me ha dado.

El amor del Fundador por sus hijos era mucho más que una emoción humana. Amaba a sus oblatos porque vivían según el carisma que Dios había dado a la Congregación. Se regocijaba por la manera en que amaban a Jesús Salvador y hacían una oblación de sus vidas para llevar a los más abandonados al mismo amor. Ahora les recordó las condiciones necesarias para mantener esta relación.

Dedicaos todos a hacer nuestra comunidad bien fervorosa. La fidelidad a las Reglas, la exacta disciplina, el soporte mutuo, la buena voluntad para hacer prontamente y con agrado todo cuanto la obediencia pide, son esas virtudes cuya práctica hace la religión un verdadero paraíso terrenal. Sé que lo habéis comprendido des-de el ingreso en la Sociedad y me alegro en el Señor bendicién-doos de todo corazón.

Carta al padre Damase Dandurand, 11 de agosto 1843, EO I n 23

Hoy, a través de la comunión de los santos, Eugenio sigue rezando por «sus hijos»: todos los miembros de todas las categorías de su familia mazenodiana que siguen amando a Jesús como su Salvador y dándolo a conocer a los que más lo necesitan.

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