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DESEO INSISTIR EN QUE NUESTROS PADRES NO VAYAN SOLOS A LAS MISIONES
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DE NO TERMINAR LOS ESTUDIOS A SU TIEMPO, SE ES UN IGNORANTE
Era notorio el efecto que los Oblatos habían tenido desde su llegada al Este de Canadá tres años antes, y se recibían solicitudes de misioneros de varios lugares. Eugenio se veía presionado para responder a las invitaciones y enviar nuevos Oblatos a las misiones en Canadá. Había cometido el error de enviar a un par de escolásticos que habían prometido terminar sus estudios, pero que se habían involucrado tanto en el ministerio, que no lo hicieron.
“Vuelvo a su proyecto de ordenar a los diáconos para Pascua. Hablé con el P. Tempier, pues él sabe mejor que yo el tiempo que han dedicado a los estudios, sobre todo a los teológicos. Hablamos de hasta casi la falta de estudios literarios del Hermano Laverlochère…
No es de suponer que haya estudiado mucho desde que está en Longueuil. Sé que lo han dedicado a las lenguas indígenas y es de pensarse que lo ha hecho con dedicación y en detrimento de los demás estudios. Es inútil creer que estudiarán más adelante; de no terminar los estudios a su tiempo, se es un ignorante. En las misiones, más que en cualquier otro sitio, hay que ser instruidos, ya que no se tiene siempre la ayuda de los libros a consultar.
Que la teología sea enseñada como se debe y no se descuide tampoco la composición, porque un misionero debe evitar predicar sin sentido común, sin estilo, sin método y sin doctrina”.
Carta al Padre Jean Baptiste Honorat, Marzo 1°, 1844, EO I núm. 32
Tal vez sea un importante recordatorio para nuestros estudiantes actualmente
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SIN IMPORTAR QUÉ TAN BELLAS SEAN LAS PALABRAS DE UN PREDICADOR, SON VACÍAS, SI NO LAS ACOMPAÑA UNA INTENSA ORACIÓN DIARIA
En la predicación de las misiones, Eugenio siempre insistía en la gran importancia de dar testimonio del estilo de vida de los misioneros como medio básico de conversión para la gente. La oración regular es la única forma de lograr una vida íntegra, que luego se refleje en las palabras y los hechos.
Sin importar qué tan bellas sean las palabras de un predicador, son vacías si no las acompaña de una intensa oración diaria.
“Si un hombre que medita a diario y hace exactamente dos exámenes diarios y media hora de oración ante el Santísimo no corrige sus imperfecciones ni progresa en la perfección de su estado, lo creo digno de compasión y muy cerca de su perdición, por mucho que predique para convertir a los demás…”
Carta al Padre Jean Baptiste Honorat, Marzo 1°, 1844, EO I núm. 32
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EL JOVEN FABRE
El joven Fabre, el mejor del seminario fue recibido como novicio.
Diario de Eugenio de Mazenod, Febrero 17, 1844, EO XXI
Con este sencillo comentario, el diario de Eugenio nos presenta a José Fabre, de 20 años de edad, quien había sido seminarista diocesano en Marsella por 2 años y ahora comenzaba su formación para convertirse en Misionero Oblato. En los siguientes 17 años estuvo en contacto contínuo con el Obispo Eugenio y el Padre Tempier, quienes le estimaban, y a través de ese contacto cercano pudo impregnarse de su espíritu Oblato. Al fallecer Eugenio, José Fabre, de 37 años ya, le sucedió como Superior General.
Al ser elegido como sucesor de Eugenio, concluyó el Capítulo de 1861 diciendo:
“Siento la ayuda de nuestro muy amado Fundador, ¡no nos ha dejado!
Estuve en su lecho de muerte y le dije: “Siempre estará entre nosotros”. “Sí”, contestó él, y ha mantenido su promesa.
Él permanece entre nosotros por medio de la Santa Regla que nos dejó, que es la expresión de su amor por Dios y la salvación de las almas; es el testamento glorioso de su enorme corazón y al observarla encontraremos toda nuestra fuerza”.
La primera circular del Padre Fabre a los Oblatos como Superior General contiene una invitación a todos nosotros, los miembros de la Familia, inspirada por el espíritu de San Eugenio:
“Estemos unidos en espíritu y corazón, y seremos fuertes para hacer lo que sea bueno; estemos unidos en el recuerdo de un Padre por siempre querido”.
Para mayores detalles, ver: https://www.omiworld.org/es/lemma/fabre-joseph-es/
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¿QUÉ PODER HA PODIDO PRODUCIR TAN ADMIRABLE RESULTADO?
Al reflexionar en el poderoso efecto de la misión parroquial que recién terminaba, el Obispo Eugenio se maravilló ante la conversión de las personas que normalmente nunca iban a la iglesia y que a menudo estaban en su contra…
¿Qué poder ha podido producir tan admirable resultado? Había que ver a aquellos que hace un mes, o quizá quince días, no se habrían atrevido a santiguarse al entrar en la iglesia, si acaso entraban; hoy, domingo de Quincuagésima, llamado por los mundanos domingo de carnaval, se mostraron como discípulos del Salvador ante toda la ciudad a la que habían más o menos escandalizado hasta ahora; no solo cantaron las alabanzas a Dios y de agradecimiento durante toda la procesión, sino se gloriaron de su conversión, llevando en su ojal la cruz, signo visible de su reconciliación con Dios, que solo guardaron al retirarse a casa”.
Diario de Eugenio de Mazenod, Enero 21, 1844, EO XXI
Al escribir al Padre Tempier, Eugenio comparte los mismos sentimientos:
“Imagina que ayer a mi llegada, encontré en la iglesia de St-Cannat a mil hombres reunidos, cantando en agradecimiento. Confirmé a más de 200. Mil comulgaron. Por la tarde una inmensa procesión compuesta de aun un mayor número de hombres llegaron al lugar y a la plaza del Calvario, que junto con las calles aledañas se halló colmada, así como todas las ventanas, balcones y tejados alrededor…
Cada hombre llevaba en su ojal una cruz colgada de una cinta que no quisieron quitar durante todo el día; y esos hombres que hace unos días se hubieran ruborizado al hacer la señal de la cruz al entrar a la iglesia, se atrevieron a llevarla por todas las calles de la ciudad y el puerto ¿No es admirable? ¡Si hubiera que hablar de las mujeres! Sabemos lo que son capaces de hacer en ese caso”.
Carta al Padre Henri Tempier, Febrero 19 1844, EO X núm. 834
Qué bello poder compartir estos sentimientos del enorme corazón pastoral de Eugenio, de los cuales surgió la Familia Mazenodiana.
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¿QUÉ NECESIDAD HAY DE LENGUAS DE FUEGO PARA VER, EN CIERTO MODO, LA PRESENCIA DEL ESPÍRITU SANTO?
Continuamos con la descripción del Obispo Eugenio de su experiencia ante el poder de Dios en acción en la conversión de las personas al concluir la misión parroquial.
“Sí, mil hombres hacían resonar la bóveda del templo con los cantos más emotivos y apropiados a la alegría que la abundante gracia del Señor llevó a todos. Al no poder dirigir la palabra a aquella inmensa asamblea debido a mi afonía, pedí al P. Loewenbruck me supliera. El padre dijo lo que era preciso, se cantó luego el Veni, Creator, y más de 200 hombres y 100 mujeres recibieron el sacramento de la confirmación. Había que ver el recogimiento de todos los confirmandos, todos adultos, de todas las edades y condiciones. Jóvenes de los veinte a los treinta años; muchos hombres de edad madura y también numerosos ancianos se presentaron con la actitud más respetuosa. ¿Qué necesidad hay de lenguas de fuego para ver, en cierto modo, la presencia del Espíritu Santo? En esas ocasiones su presencia es evidente y me lleva al punto de no poder contener la emoción. Necesito forzarme para no llorar de alegría y, pese a mi esfuerzo, muy a menudo las lágrimas la delatan.
Después de ofrecer el santo sacrificio, me retiré tras mi acción de gracias, dejando al párroco distribuir la santa comunión a esa ferviente asamblea de cristianos, pues mi estado de salud no me permitía esa dicha que tanto aprecio”.
Diario de Eugenio de Mazenod, Enero 21, 1844, EO XXI
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YA NO SUPE SI ESTABA EN EL CIELO O EN LA TIERRA Y BROTARON EN MÍ LÁGRIMAS DE ALEGRÍA Y AGRADECIMIENTO
Según leemos en esta entrada de su diario, la clausura de las misiones parroquiales en Marsella era uno de los mayores consuelos para el Obispo Eugenio.
“No quise se llamara a un médico, pues me habría retenido en cama, y necesitaba salir de ella para cumplir la voluntad del Padre celestial. Hoy sería la comunión general de los hombres en Saint-Cannat, fruto de la misión que el P. Loewenbruck está dando desde hace cinco semanas. Cierto número de ellos y también muchas mujeres me esperaban para el sacramento de la confirmación, que habían descuidado recibir. Habría sido preciso estuviera en agonía para faltar. ¡Qué hermoso deber que cumplir! ¿Quién me habría remplazado para ese ministerio? Por otro lado, cómo privarme de la gran dicha que tiene un obispo, a quien Dios da la gracia de sentir lo que es el verdadero pastor para su rebaño en semejante circunstancia?
Sin creer que fuera un acto heroico, me vestí con mi hábito de ceremonia y salí de la cama para ir a la iglesia, donde tantos cristianos renovados se reunían al pie del altar aguardando la gracia que recibirían al reconciliarse con Dios. ¡Qué conmovedor espectáculo! Contaba con un gran número de asistentes, pero al poner pie en el umbral de la puerta, vi la nave repleta de hombres que se postraron para recibir mi bendición y al llegar al presbiterio me postré yo mismo para adorar a nuestro Señor y agradecerle tal resultado a mi ministerio. Mil voces se alzaron a la vez para cantar al Señor, exaltar su poder y dar testimonio de su alegría. Así, ya no supe si estaba en el cielo o en la tierra y brotaron en mí lágrimas de alegría y agradecimiento”.
Diario de Eugenio de Mazenod, Enero 21, 1844, EO XXI
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EN ESA CLASE DE REUNIONES ES DONDE SE COMPRENDE CUÁL ES LA COMUNICACIÓN DEL ESPÍRITU SANTO ENTRE EL PADRE Y LOS HIJOS ESPIRITUALES QUE LA GRACIA ACABA DE REGENERAR
Como recordamos, en sus primeros años de existencia, la principal tarea evangelizadora de los Oblatos era la predicación de las misiones parroquiales, por lo que no es de sorprender que veamos cuán importantes eran para el Obispo de Mazenod en su diócesis. El Obispo Bourget en Montreal estaba convencido de ello también. Eugenio le escribe al respecto:
“He leído con gran interés la carta pastoral que dirigió en ocasión de una misión en cada parroquia favorecida por esta gran gracia. Sé que esto le consuela y bendigo a Dios por ello. Se trata de una justa recompensa al gran celo por la salvación de sus fieles”.
Eugenio luego describe su costumbre de asistir a las ceremonias de clausura en cada misión parroquial predicada en su diócesis para bendecir la renovación espiritual que acababa de suceder.
Yo también la recibo, en la clausura de todas las misiones que se dan anualmente en mi diócesis. Es en esa clase de reuniones donde se comprende cuál es la comunicación del Espíritu Santo entre el Padre y los hijos espirituales que la gracia acaba de regenerar. No comprendo cómo los demás Obispos se privan de esa dicha”.
Carta al Obispo Bourget, Obispo de Montreal, Febrero 15, 1844, EO I núm. 31
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SOLO DIOS LOGRA ESAS MARAVILLAS
El cuidado del Obispo de Mazenod por los pobres de su diócesis no tenía límite y estableció grupos para responder a las muchas necesidades espirituales y materiales de todo tipo de personas. Aquí tenemos un ejemplo tomado de su Diario.
“Ayer hizo un año en que establecí a las Hermanas de San Vicente de Paúl para el servicio de los pobres de nuestras parroquias ¡Quién me habría dicho que un año después, estarían cumpliendo el servicio de la Misericordia, tras la gran ira de los administradores y la oposición de todos esos señores!”
Yvon Beaudoin explica el motivo de la alegría de Eugenio: «En 1758, siete benefactores de Marsella formaron una hermandad para distribuir los fondos recolectados a una asociación. Dicha hermandad se estableció primero en la iglesia des Accoules (Le Calvaire), bajo el nombre de N.-D. de la Miséricorde [Nuestra Señora de la Misericordia]. Esta obra recibió numerosas donaciones, adquirió varias instalaciones y distribuyó muchos fondos… En 1843, algunos administradores quisieron apelar a varios religiosos reconocidos, pero uno de ellos, Pélissier, se opuso. Sin embargo, se logró un acuerdo el 13 de septiembre de 1843 con las Filles de la Charité [Hijas de la Caridad], quienes se establecieron en dos casas en la calle Fonderie-Vieille.»
“Así es como el Señor, dueño de los corazones, cambió el de ellos de modo que se convirtieran en los más poderosos promotores de un bien no previsto. La administración adoptó a las Hermanas y pronto ellas se encargarán de todo el bien realizado, terminando así los enormes abusos que existían. Sólo Dios logra esas maravillas”.
Diario de Eugenio de Mazenod, Enero 21, 1844, EO XXI
Los «enormes abusos» se refieren a la forma en la que la ayuda provista por el gobierno en algunas ocasiones no llegaba a los pobres, sino terminaba en otras manos. Ahora que las Hermanas estarían a cargo de la distribución de fondos, se aseguraría que los pobres recibieran la ayuda.
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