YA NO SUPE SI ESTABA EN EL CIELO O EN LA TIERRA Y BROTARON EN MÍ LÁGRIMAS DE ALEGRÍA Y AGRADECIMIENTO

Según leemos en esta entrada de su diario, la clausura de las misiones parroquiales en Marsella era uno de los mayores consuelos para el Obispo Eugenio.

“No quise se llamara a un médico, pues me habría retenido en cama, y necesitaba salir de ella para cumplir la voluntad del Padre celestial. Hoy sería la comunión general de los hombres en Saint-Cannat, fruto de la misión que el P. Loewenbruck está dando desde hace cinco semanas. Cierto número de ellos y también muchas mujeres me esperaban para el sacramento de la confirmación, que habían descuidado recibir. Habría sido preciso estuviera en agonía para faltar. ¡Qué hermoso deber que cumplir! ¿Quién me habría remplazado para ese ministerio? Por otro lado, cómo  privarme de la gran dicha que tiene un obispo, a quien Dios da la gracia de sentir lo que es el verdadero pastor para su rebaño en semejante circunstancia?

Sin creer que fuera un acto heroico, me vestí con mi hábito de ceremonia y salí de la cama para ir a la iglesia, donde tantos cristianos renovados se reunían al pie del altar aguardando la gracia que recibirían al reconciliarse con Dios. ¡Qué conmovedor espectáculo! Contaba con un gran número de asistentes, pero al poner pie en el umbral de la puerta, vi la nave repleta de hombres que se postraron para recibir mi bendición y al llegar al presbiterio me postré yo mismo para adorar a nuestro Señor y agradecerle tal resultado a mi ministerio. Mil voces se alzaron a la vez para cantar al Señor, exaltar su poder y dar testimonio de su alegría. Así, ya no supe si estaba en el cielo o en la tierra y brotaron en mí lágrimas de alegría y agradecimiento”.

Diario de Eugenio de Mazenod, Enero 21, 1844, EO XXI

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