Para aumentar la inquietud de Eugenio, descubrió que tres de los obispos franceses que le habían dado cartas de beneplácito y aliento para entregar al Papa, habían cambiado de opinión y escrito al Papa para desanimarlo de dar su aprobación para los Oblatos!
5 de enero. – Empecé el día ofreciendo el santo sacrificio sobre la tumba de San José de Calasanz, con la intención de obtener por su intercesión las luces y fuerza necesarias para esta nueva lucha suscitada por el demonio contra nuestra santa obra. Salí de allí a casa del arcipreste Adinolfi… Su actitud me tranquilizó mucho. Me dijo que no era uno, sino tres que habían dado su aprobación, quienes habían escrito una fuerte carta conjunta que carecía de sentido común y era totalmente anticanónica: son sus comentarios. En primer lugar creyó que se trababa de una jugada de algún emisario de Ferrucci; pero había confirmado las firmas y no quedaba duda de que eran de los tres obispos. Me tranquilizó y dijo que desde el principio del asunto él, que está acostumbrado a tratar cosas parecidas, estaba sorprendido del avance sin obstáculos. Este no le sorprendió, pero tampoco le preocupó mucho. Yo había tomado fuertes resoluciones ante San José de Calasanz; las palabras del arcipreste añadieron esperanza a mi fe.
Los obispos de Aix, Gap y Digne habían escrito al Cardenal Castiglioni y al Papa el 8 de diciembre, diciendo que después de reflexionar, los estatutos de los Oblatos les parecían inaceptables, pues contenían varias disposiciones contrarias a los derechos de los obispos y las leyes civiles de Francia. Eugenio temía ahora que el Cardenal Castiglioni, el futuro Papa Pío VIII, hubiera hablado con el Papa, influenciándolo en forma negativa:
El cardenal Castiglioni habrá hablado al Santo Padre al respecto, y sabemos lo fácil que es causar una impresión cuando se recalca algo, sin que nadie pueda defenderlo.
Carta a Henri Tempier, Enero 5, 1826, EO VII núm. 216
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