El Cardenal Castiglioni, habiendo recibido la carta de queja de los tres obispos franceses, había de hecho puesto a prueba a Eugenio. En la entrevista de dos horas lo había provocado, fingiendo estar en contra de su causa, para poder conocer sus verdaderos sentimientos. Eugenio nos cuenta:
Me apresuré a ir al Quirinal, donde habita Mons. Marchetti; estaba cerca de San Pedro, cerca del castillo Sant’Angelo, es decir, al otro extremo de la ciudad. Al llegar al lugar me encontré otra sorpresa.
«Adivine —me dijo— a qué vino ayer el cardenal Castiglioni. Vino a recomendarme muy fervientemente su causa, y le elogió en gran medida».
Esto me sorprendió. ‘Pero si objetaba a todo lo que le planteaba, etc.». ¿No será —pensé— que el Papa insistió en su decisión? Es una idea que me vino a la mente. Pues debo decirle que el Papa quedó tan complacido con mi presentación, que dijo al prosecretario de la Congregación:
«Estoy encantado con esta institución; nos hace falta en Italia y me gustaría establecerla en mis Estados». Como fuera, Mons. Marchetti me aseguró conocer al cardenal Castiglioni y sabía le había hablado con sinceridad. Esto va bien.
Carta a Henri Tempier, Enero 5, 1826, EO VII núm. 216
“Un verdadero líder es la persona que a pesar de lo desesperado de una situación, da esperanza a los demás.” Daisaku Ikeda