Eugenio se había enterado de que tres obispos de Francia habían enviado una carta en conjunto al Vaticano para retirar su apoyo para la aprobación de los Oblatos, y se había apresurado a reunirse con el Cardenal Pedicini, para ver la carta y defender a los Oblatos.
Corrí a casa del cardenal Pedicini, quien aún tenía nuestro expediente en las manos. Grandes elogios. No encuentra ni una palabra que corregir; todo está previsto, todo es admirable, todo es santo.
«Pero, Monseñor, ¿esa cierta carta? Vengo para responder a ella». «Ahí la tiene; léala en voz alta». Y no me dejaba refutarla, pues él mismo lo hacía, a medida que yo iba leyendo, citando las palabras en nuestro libro. En efecto, es algo penoso y vergonzoso, por el honor de nuestro episcopado. Es una terrible carta del buen obispo de Gap, escrita por su secretario, firmada por el arzobispo de Aix, el obispo de Digne y él mismo.
Carta a Henri Tempier, Enero 5, 1826, EO VII núm. 216
Las objeciones presentadas por los tres obispos estaban ya resueltas en el texto de la Regla de los Oblatos. De hecho, el intento de los obispos les resultó contraproducente, pues puso en claro en Roma la necesidad de tener la aprobación papal, para proteger a los Oblatos de este tipo de ataques destructivos en el futuro.
La conducta del obispo de Gap es inexplicable… Hay que admitir que el demonio ha empleado un medio muy conveniente para lograr sus fines, utilizando a un obispo para atacar el bien que teme por muchos motivos. Pidamos a Dios que no triunfe el enemigo; pero comprenderás que, a pesar de la resignación que me esfuerzo por mantener, no puedo librarme de momentos muy difíciles…
Carta a Marius Suzanne, Enero 25, 1826, EO VII núm. 220
“Espero que nuestra sabiduría crezca con nuestro poder y nos enseñe que, mientras menos utilicemos el poder, éste mayor será.” Thomas Jefferson