DESEARÍA   MULTIPLICARLES   AL   PRECIO   DE   MI   VIDA,  SABIENDO  EL  BIEN QUE PODRÍAN HACER

Podemos caer en el error de pensar que las quejas de Eugenio en las cartas anteriores mostraban a la congregación Oblata en caos, pero definitivamente no es así.

Las exigencias al ministerio de los Oblatos nunca cesaban. Los misioneros respondían con celo y rogaban a Eugenio enviar más Oblatos a sus comunidades y se quejaban cuando no era así. Eugenio responde: 

Te pido no añadir a la dificultad de mi posición y a la pena en mi alma, las penosas quejas que me hacen llegar todos a la vez, de todas partes. ¿Es culpa mía si no son más numerosos y si hay tan pocos capacitados? Desearía multiplicarles al precio de mi vida, sabiendo el bien que podrían hacer en todas partes y que no se hará por falta de obreros

Carta a Jean Baptiste Mille, Septiembre 15, 1836, EO VIII núm. 583

En la actualidad, con el florecimiento de los carismas en las familias en la Iglesia, la Familia Mazenodiana es una parte integral de la misión que el carisma de San Eugenio dio a la Iglesia.

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LA   EXTRAVAGANTE   PIEDAD   DE   ALGUNOS   QUE   QUIEREN   SERVIR   A  DIOS SIN SENTIDO COMÚN

“Ser” para “Hacer” significaba una vida en equilibrio: el celo por la misión desafiando a las necesidades corporales produce poco. Al escribir al superior de la comunidad de Aix, Eugenio insiste en el equilibrio. 

La obligación de las siete horas de sueño contra la extravagante piedad de algunos que quieren servir a Dios sin sentido común, va contra la razón, la justicia y una religión ilustrada. ¿Qué vamos a hacer? no se puede curar a los chiflados. Te recomiendo ordenes de mi parte al P. Aubert no dormir nunca menos de siete horas. Ese joven Padre necesita mucho sueño, no quiere convencerse de ello, pero ciertamente es así, lo he observado hace tiempo y otros lo han notado también. No admito excusas. Exijo absolutamente que obedezca esa prescripción.

Carta a Hippolyte Courtès, Septiembre 8, 1836, EO VIII núm. 582

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ME   ENTRISTEZCO   AL   VER   LA   ESCASA   GENEROSIDAD   EN ALGUNAS ALMAS

Viendo el liderazgo potencial en los Oblatos, Eugenio identifica las cualidades del “ser” que se transformaban en “hacer”: disponibilidad, regularidad al vivir la Regla de Vida, desapego y generosidad. 

Pero pronto me enfadaría al encontrar a quienes son impropios para los diversos empleos de confianza que desearía darles, fuera por falta de virtud o por no garantizar lo suficiente con una conducta prudente. Tienes actualmente a dos individuos que estarán disponibles para cubrir las necesidades más urgentes, pero ¿cómo están en cuanto a la regularidad? ¿Viven el espíritu de su santo estado? ¿Son indiferentes, están preparados para todo? Los había enviado a Laus para lograr más fácilmente lo que deben ser todos los miembros de nuestra Congregación. ¿Dónde están mis esperanzas? ¿Sería difícil estar a la altura de sus deberes? Me entristezco al ver la escasa generosidad en algunas almas.
Adiós, mi querido P. Mille; te bendigo y a toda la comunidad.

Carta a Jean Baptiste Mille, Agosto 23, 1836, EO VIII núm. 579

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YA   NO   RECONOZCO   MI   ESPÍRITU   EN   LAS   CASAS   QUE   ACABO   DE  VISITAR

Al fundarse la Congregación en 1816 se había dado inicio a un período de celo inspirador y generosidad desbordada en la generación fundadora. Veinte años después encontramos a Eugenio frustrado por el enfriamiento de la pasión inicial. La segunda generación de Oblatos no siempre tenía el mismo enfoque que la generación fundadora.

Eugenio recién había terminado una visita oficial a dos comunidades lideradas por superiores muy jóvenes. Escribe exasperado: 

Me causa dolor comparar lo que antes vivíamos con los abusos que nuestros jóvenes superiores locales han permitido en nuestras casas, y aprobado con su ejemplo. A fuerza de actuar según sus ideas, han llegado a hacer una Congregación nueva, hasta el punto en que ya no reconozco mi espíritu en las casas que acabo de visitar. ¿Por qué nadie ha pensado consultarme ni siquiera una vez?
¿No les he dicho varias veces a ustedes, los superiores jóvenes, que me he visto obligado a ponerles al frente de las comunidades antes de estar maduros para gobernar, y que su gran defecto ha sido seguir su propio espíritu, en vez de considerar lo que se hizo antes de ustedes? Si hubieran seguido nuestros pasos, no habrían consentido tantos abusos, que ahora me cuesta tanto desarraigar.

Carta a Jean Baptiste Mille, Agosto 23, 1836, EO VIII núm. 579

Doscientos años después, la Familia Mazenodiana sigue teniendo la responsabilidad de mantenerse enfocada en el carisma de fundación y la visión que nos da. ¿Reconocería Eugenio su espíritu en nuestra comunidades actuales?

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LA COMUNICACIÓN   FRATERNA Y DE   CONFIANZA PRODUCE   UN ESPÍRITU DE FAMILIA

Escribiendo al Maestro de Novicios, el Padre Casimir Aubert, Eugenio revisa el avance de los novicios y concluye con un consejo para uno en particular, dando una importante lección a todas las comunidades. 

Procura que Gignoux siga una regularidad razonada, lo lograrás conversando con él, tratando la verdadera perfección. No descuides tampoco la comunicación fraterna y de confianza con los demás, que siempre produce buen efecto y terminan por formar un espíritu de familia aún en quienes no lo han tenido desde el principio. Adiós, muy querido hijo, te quiero y bendigo.

Carta a Casimir Aubert, Junio 13, 1836, EO VIII núm. 577

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LO  MENOS  QUE  PUEDO  HACER  ES  CONSOLARTE, SI  NO  CON  MI PRESENCIA, AL MENOS CON MIS PALABRAS

El papel de Eugenio como Superior General era mantener a quienes estaban a su cuidado enfocados en el espíritu de su vocación, a la luz del carisma recibido por él. Esto incluía mantener enfocados a quienes luchaban.

Esta carta va al Padre Hippolyte Courtès, responsable de la comunidad de Aix, quien era maltratado por el obispo local y las autoridades eclesiásticas.

 Todos los días esperaba una carta tuya, querido hijo, para escribirte. Siento que en tu posición, lo menos que puedo hacer es consolarte, animarte, si no con mi presencia, al menos con mis palabras. ¿Quién nos diría que después de veinticinco años de trabajo arduo y de entrega, quedaríamos como suplentes que esperan misericordia, qué digo, que sólo piden ser colgados? Eso no puede durar, pero hay que adoptar la máxima del difunto Sr. Emery: alargar la correa para que no se rompa, los hombres vienen y van. Es sabia esa máxima que mi antiguo maestro puso constantemente en práctica; por opuesta que sea a mi carácter, te animo a adoptarla, o mejor dicho, te felicito por seguirla. La Providencia desea que crezcamos en medio de las dificultades. Apenas empezábamos a respirar en un lado cuando nos aprietan de otro. Esperemos…

Es tiempo para que la comunidad se una en esperanza confiada: 

No te preocupes, a cada día lo que haya que hacer. Una vez más reúne a tu pequeña comunidad para encomendarle de mi parte rezar más, vencer al mal con el bien, alegrarse de ser humillados, renunciar a toda pretensión, no digo personal, pues supongo que no existe entre ustedes, y preferir la humildad a la gloria cuando Dios quiere llevarnos por ese camino. Que nadie se engañe, obrar de otra forma sería solo ilusión.

Carta a Hippolyte Courtès, Junio 8, 1836, EO VIII núm. 576

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EN   CUANTO   UNO   DE   LOS   NUESTROS   ES   NOMBRADO   SUPERIOR   DE  UNA COMUNIDAD, SE VUELVE DUEÑO ABSOLUTO

Los responsables de las diferentes comunidades Oblatas eran todos muy jóvenes y llenos de celo e ideas innovadoras. Eugenio mantenía correspondencia regular con ellos para alentarles y guiarles. Sin embargo, condenaba cualquier abuso de poder cuando se tomaban decisiones sin consultar. 

Hay algo muy curioso: me sorprende ver que en cuanto uno de los nuestros es nombrado superior de una comunidad, se vuelve dueño absoluto, dispone de todo, lo compone todo a su modo, sin preocuparse en pedirme orientación ni de consultar a los consejeros que le da la Regla. De hecho, nuestros superiores locales se consideran mucho más independientes que el Superior General, que nunca actúa sin oír a quienes están a su lado…

Al insistir en la consulta con él, Eugenio no actuaba como un entrometido controlador, sino como Superior General. El matiz es importante, pues se conecta con el carisma dado a la Iglesia por el Espíritu Santo, del cual es custodio el Superior General. De ahí que todas las decisiones en relación a la vida comunitaria y la misión debieran hacerse a la luz del carisma.

No actúan así por pretensión, pero se dejan llevar por una especie de inercia, de costumbres que han visto, diría que casi institucionalizadas en otros sitios, y así echan raíces los abusos. Es hora de que todo se regularice, y al no hacerse como debería ser, me ocuparé personalmente.

Carta a Casimir Aubert, Mayo 18, 1836, EO VIII núm. 572

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EL  “ESTAR”  EN  COMUNIDAD  SOBREPASA  AL  “HACER”  EN  LA  MISIÓN

El Santuario de Nuestra Señora de Laus se preparaba para la afluencia de la época de peregrinaciones del verano, manteniendo a los Oblatos sumamente ocupados en su ministerio pastoral a los peregrinos.

Ya llega la fiesta de Pentecostés, recomienda en mi nombre a toda la comunidad redoblar la vigilancia para que la concurrencia de tantos visitantes no sea una especie de disipación, que no sería edificante en quienes no sólo se espera ver llenos de celo, sino también muy sencillos y devotos…

Eugenio les recuerda del principio que constantemente insistía para la vida de los Oblatos: “ser” para “hacer.”

La fuente de toda actividad, la meta de todo ministerio y la fortaleza para perseverar provenía solo de su vida comunitaria como religiosos.  La “regularidad”, fiel observancia de la Regla de Vida era el “ser” de los Oblatos, de donde los peregrinos obtendrían abundantes gracias.

Te suplico hacer de ese propósito una firme recomendación. Que se demuestre que el religioso, obligado a dedicarse a un ministerio exterior, encuentra en el hábito de la regularidad adquirida en la comunidad, una sobreabundancia de gracias y una ayuda que no desmiente ni engaña lo que esperan los fieles, que se exige a él más que a cualquier otro en lo sobrenatural de su trabajo obligado

Carta a Jean Baptiste Mille, Mayo 18, 1836, EO VIII núm. 571

“SER” para “HACER” resume el Evangelio para todos, no solo para los Oblatos.

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ESE  DESBORDAMIENTO  DEL  QUE  QUERÍA  QUE  PARTICIPARAN  LOS NUESTROS

El Padre Casimir Aubert compartía su progreso con Eugenio, su padre espiritual, quien respondió:

Los detalles que compartes sobre tu interior me son muy agradables. He agradecido a Dios de corazón por la felicidad que te concede; tus proyectos me parecen bien…

Los talentos recibidos deben ser compartidos con los demás. El Evangelio es un ejemplo de ello.

Sin embargo, tu aptitud para las ciencias es un don de Dios y pienso que no debes desperdiciarlo. Ponerlo en segundo lugar, sí; enterrarlo sin utilizarlo, no; te aconsejo también no centrar en ti la relación con Dios, para que puedas saborear su dulzura. Haz uso generoso de tus riquezas, compártelas con los demás. Atráelos, empújalos si hace falta, con la fuerza que te dan la luz y la gracia que has recibido. Y no sólo debes actuar con tus escasos novicios, sino con todos los que te rodean, especialmente con aquellos que he puesto bajo tu dirección. Sabía que serías fiel y contaba sin duda con ese desbordamiento  del que quería participaran los nuestros. 

Carta a Casimir Aubert, Enero 3, 1836, EO VIII núm. 554

Cualquier talento que Casimir Aubert tuviera, debía compartirlo con quienes habían sido encomendados a su cuidado: “¡No cobren nada…a ustedes tampoco les costó nada!” (Mateo 10:8)

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COMPRENDÍ TODO LO QUE EL ESPÍRITU DE DIOS TE INSPIRÓ EN ESA OCASIÓN

El Padre Casimir Aubert era Maestro de Novicios en el Santuario de Notre Dame du Laus. Debido a su juventud, Eugenio mantenía un ojo paternal sobre él y su ministerio con los novicios. Dos de los jóvenes de quienes había sido responsable de formar habían hecho su oblación perpetua unos días antes.

¡Que carta tan consoladora mi querido hijo, la que acabo de recibir de ti! Fui en espíritu a su santuario y comprendido todo lo que el espíritu de Dios te inspiró en esa ocasión. Justo era que ofrecieses tú mismo al Señor a quienes preparaste con tanto trabajo. Bendito sea Dios por la confianza que te da su buena disposición.

Carta a Casimir Aubert, Enero 3, 1836, EO VIII núm. 554

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