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NO TE PONGAS NUNCA EN LA CORRIENTE DE AIRE CUANDO TRANSPIRES
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TODOS LOS NIÑOS DE LA CIUDAD, 1,700 SE REUNIERON PARA LA CONFIRMACIÓN
Eugenio de Mazenod era el Superior General de una Congregación Misionera en expansión, y al mismo tiempo Obispo de la segunda ciudad más grande de Francia. Aquí vemos solo una de sus actividades:
“Confirmación general en la catedral de 1,700 niños, todos los de la ciudad. Eran casi las dos cuando terminé. Debo aceptar que estaba muy cansado al final de la ceremonia; me faltaba la voz, lo que me obligaba a hacer un esfuerzo para decir las palabras sagradas. Dos horas después de volver a casa ya no sentía fatiga…”.
Diario de Eugenio de Mazenod, Mayo 31, 1844, EO XXI
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CON MARÍA INMACULADA DURANTE LA PAUSA
Les deseo a todos un fructífero Adviento y todas las bendiciones de la Navidad.
Le pedimos a María Inmaculada que nos acompañe durante este período.
María Inmaculada es la patrona de la Congregación. Dócil al Espíritu, se consagró enteramente, como sierva humilde, a la persona y a la obra del Salvador.
En la Virgen que recibe a Cristo para darlo al mundo del que es única esperanza, los Oblatos reconocen el modelo de la fe de la Iglesia y de la suya propia.
La tienen siempre por Madre. Viven sus alegrías y sufrimientos de misioneros en íntima unión con ella, Madre de misericordia.
Y dondequiera que los lleve su ministerio, tratan de promover una devoción auténtica a la Virgen Inmaculada, que prefigura la victoria definitiva de Dios sobre el mal.
Regla de Vida CC&RR Constitución 10
Les recuerdo que todas las 2497 meditaciones sobre los escritos de San Eugenio están siempre en el sito http://www.eugenedemazenod.net/esp/ – y que pueden investigar una palabra o un tema utilizando el “buscar” de la página de inicio.
Cada día los invito, tambien a leer “Inspiraciones Diarias”: https://www.omiworld.org/es/inspiraciones-diarias/
¡Feliz Navidad!
Frank Santucci OMI
Cátedra Kusenberger de Estudios Oblatos
Oblate School of Theology San Antonio, Texas
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LA INMACULADA CONCEPCIÓN: LA MADONNA OBLATA
«El 15 de agosto de 1822 se celebró la festividad en la Iglesia de la misión de Aix. El P. de Mazenod bendijo, en presencia de una gran congregación de sus jóvenes y otros fieles, una estatua de la Santísima Virgen, bajo la advocación de la Inmaculada Concepción. Es esta estatua la misma a la que recurrimos para largas y frecuentes oraciones: se ha convertido en uno de los objetos más preciados de los orígenes de la familia.» (Rey I, pág. 280)
Las cartas de Eugenio de 1822 han mostrado las muchas preocupaciones y dificultades que experimentaba. No menos importante entre ellas estaba su preocupación por la sobrevivencia y el futuro de su pequeño grupo de Misioneros. Fue en este espíritu que bendijo la nueva estatua en la capilla, la cual se convirtió en la oportunidad de una fuerte percepción dadora de vida. De inmediato escribió a Henri Tempier, quien se encontraba en Laus.
Creo también deberle un sentimiento particular que he sentido hoy, no digo precisamente más que nunca, pero ciertamente más que de ordinario.
Eugenio normalmente era reservado y no comentaba sus experiencias espirituales profundas. Su experiencia “más que de ordinario” estaba conectada con la vida de los Misioneros de Provenza, quienes atravesaban dificultades externas y cuya existencia en el futuro pendía de un hilo.
No lo definiré bien porque encierra varias cosas que se refieren sin embargo todas a un solo objetivo, nuestra querida Sociedad.
Luego describe la confirmación recibida de que la fundación de los Misioneros había provenido de Dios y Dios le había asegurado un futuro sólido para su grupo.
Me parecía ver, tocar con el dedo,
que encerraba el germen de muy grandes virtudes,
que podría hacer un bien infinito;
la encontraba buena,
todo me gustaba en ella,
amaba sus reglas, sus estatutos;
su ministerio me parecía sublime, como lo es en efecto.
Encontraba en su seno unos medios de salvación asegurados, hasta infalibles, del modo como se me presentaban a mí.
Carta a Henri Tempier, Agosto 15, 1822, EO VI n. 86
Esta fue la gracia que la Madonna Oblata había conseguido para Eugenio: la seguridad proveniente de Dios de que iba por el camino correcto y necesitaba perseverar, a pesar de todas las tormentas a su alrededor, que parecían amenazar la existencia de los Misioneros.
Doscientos años después, continuamos cosechando el fruto de esta confianza con que nuestra Madonna Oblata nos “sonrió”
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VEO UNA NUEVA ERA PARA NUESTRA CONGREGACIÓN EN EL NUEVO MUNDO, SI COMO ESPERO, SU EJEMPLO ES IMITADO
El Padre Pierre Aubert respondió de inmediato sobre su nueva asignación con una carta de aceptación que conmovió profundamente a Eugenio.
“Mi querido hijo, acabo de recibir su carta del 7 y me ha causado tal alegría que no puedo dejar de expresarle mi gran satisfacción. No me extenderé, pues el P. Guigues saldrá dentro de unas horas, al terminar las cartas que quiero que lleve. Querido hijo, colocaré su preciosa carta muy cerca de mi corazón. Veo una era nueva para nuestra Congregación en el nuevo mundo, si como espero, su ejemplo es imitado y si sus buenos sentimientos son transmitidos a todos aquellos que han recibido la misma misión que usted”.
Carta al P. Pierre Aubert, Junio 10, 1844, EO I núm. 40
Para mayores detalles de los logros del P. Pierre Aubert, ver: https://www.omiworld.org/es/lemma/aubert-joseph-pierre-blaise-es/
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LE ASIGNO A ESA HERMOSA MISIÓN
“El P. Guigues irá acompañado de un Padre y un Diácono de la Sociedad. Con la ayuda de Dios se enviarán más, de ser necesario, pero quisiera tomar un tiempo de respiro”.
Carta al Obispo Bourget de Montreal, Junio 7, 1844, EO I núm. 37
¡Cómo han cambiado los tiempos! El Padre Pierre Aubert fue informado de su nombramiento para ir a Canadá el 7 de junio, y tuvo seis días para prepararse y unirse al Padre Guigues para el viaje.
“Mi querido Padre Aubert: estaba lejos de pensar cuando le escribí el otro día, que le escribiría de nuevo tan pronto para confiarle una misión de tanta importancia. Acabo de recibir varias cartas de Canadá; el horizonte se extiende cada vez más. A los establecimientos que ya hay en la diócesis de Montreal, hay que añadir los que nos ofrecen en la de Kingston, tanto para el trabajo con los indígenas, como para los grandes depósitos de madera. No es posible abandonar a los pueblos donde nuestros Padres hacen ya tanto bien. Y he aquí que inesperadamente el Sr. Obispo de Quebec solicita a gritos a nuestros misioneros para su inmensa diócesis. Es de suma importancia responder a su invitación, pues somos los primeros que ha llamado. Conforme a esta nueva situación, no puedo enviar solo al P. Guigues; hace falta que otros Padres lleguen con él, mientras me es posible enviar otros a esas regiones que suspiran esperando la Buena Nueva.
“Voy a ordenar diácono al H. Garin para acompañar al P. Guigues y a usted a esa hermosa misión. Prepárese para salir el miércoles y estar en Lyon el jueves por la mañana en la dirección que le ha dado el P. Guigues, quien llegará al mismo tiempo con su otro compañero y seguirán su camino juntos hacia Paris y el Havre, donde embarcarán.
Les acompaño con mi bendición paternal, lamentando no poder formar parte del grupo. Adiós, mi querido hijo, le abrazo de todo corazón”.
Carta al Padre Pierre Aubert, Junio 4, 1844, EO I núm. 36
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EL PADRE BRUNO GUIGUES: «ALTER EGO» DEL FUNDADOR
Al escribir al Obispo de Montreal para informarle del nombramiento del Padre Guigues, Eugenio se refiere a él como su «alter ego».
“Así entonces, no basta que envíe a algunos más para formar con mayor facilidad las comunidades solicitadas; considero un deber hacer el mayor sacrificio para organizar convenientemente una especie de provincia de nuestra Congregación en América. Para ello he elegido a un hombre distinguido y que ha salido airoso en una administración difícil.
Además, goza de gran consideración, tanto dentro de la Congregación como fuera de ella…
Encargo esa misión al P. Guigues, con las facultades más extensas; sería de algún modo el “alter ego” que tendría autoridad sobre todos los miembros de nuestro Instituto, sin importar quiénes sean, y sobre todas las comunidades de la Congregación en América. Será él con quien los Obispos deberán tratar en todo lo referente a los servicios que deseen de la Congregación en los establecimientos que deseen formar en sus diócesis, etc…”.
Carta al Obispo Bourget de Montreal, Junio 7, 1844, EO I núm. 37
Este «alter ego» era el representante del Superior General en todos los asuntos administrativos, aunque era también un Oblato permeado por el espíritu del carisma recibido por Eugenio, que aseguraría su continuidad.
“En una palabra, nuestro Visitador Extraordinario podrá efectuar, según la extensión de la jurisdicción en su provincia, todo cuanto el Superior General puede efectuar en toda la Congregación”.
Acta constituyendo al Padre Guigues como Visitador Extraordinario para los Oblatos en Canadá, Junio 10, 1844, EO I núm. 41
“… Tendrá durante la duración de su comisión para América, todos los derechos que ejerzo en la Congregación, a excepción de la admisión de los candidatos a la oblación, su expulsión de la Sociedad y la dispensa de los votos religiosos, de convocar el Capítulo y otras facultades que no tienen relación con el servicio especial de la Congregación en América”.
Carta al P. Jean Baptiste Honorat, Junio 8, 1844, EO I núm. 39
Se pueden encontrar más detalles acerca del Padre Bruno Guigues en: https://www.omiworld.org/es/lemma/guigues-mons-joseph-bruno-eugene-obispo/
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EL OBISPO DE KINGSTON, TESTIGO DE LAS MARAVILLAS QUE DIOS REALIZABA A TRAVÉS DE SU MINISTERIO, LES LLAMÓ A BYTOWN, CIUDAD EN SU DIÓCESIS
En solo tres años la misión canadiense había crecido de una forma increíble y los obispos locales llegaron a apreciar el potencial misionero de los Oblatos. Había llegado el momento de nombrar a un Oblato capacitado como supervisor y el fundador se decidió por el P. Guigues, que contaba con el respeto del Obispo de Grenoble, de la diócesis donde trabajaba. Eugenio escribió al Obispo para darle la noticia de manera diplomática y le hace un recuento del buen trabajo misionero de los Oblatos en Canadá.
“Conoce todo el bien que han realizado los Oblatos de María Inmaculada en la vasta diócesis de Montreal y ha sabido que otras regiones se han abierto a ellos. El Obispo de Kingston, testigo de las maravillas que Dios realizaba a través de su ministerio, les llamó a Bytown, ciudad en su diócesis, confiándoles la misión con los indígenas. Al mismo tiempo les ha encargado atender las necesidades espirituales de los leñadores en ese país, que abarcan entre tres y cuatrocientos hombres diseminados en los diversos bosques donde pasan 6 ú 8 meses ocupados, sin ninguna ayuda religiosa contra los peligros de esa vida nómada y disipada…
Es por ello que considero conveniente enviar a alguien capaz y de toda mi confianza para organizar el servicio regular de la Congregación en los diversos ministerios que se les han confiado y en los diferentes lugares donde juzgue oportuno establecerse. Esa persona solo puede ser el P. Guigues, de quien conoce su capacidad y dedicación. Pienso que el afecto fraterno para la familia cuyos intereses usted ha defendido siempre, le hará aprobar esta decisión y su diócesis no sufrirá por la ausencia del P. Guigues…”.
Carta al Obispo Philibert de Bruillard, Obispo de Grenoble, Mayo 24, 1844
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CONFESOR DE LOS NOVICIOS DE HABLA INGLESA
El Padre Casimir Aubert fue uno de los jóvenes Oblatos muy cercano al Fundador, quien confiaba en él para muchas cosas. El Padre Daly había dado inicio a la presencia de los Oblatos en las Islas Británicas, aunque era joven e inexperto. Por ello Eugenio había enviado al Padre Aubert, que era mayor y con más experiencia, para estar a cargo por un tiempo. Había algunos asuntos que atender, y ahora el P. Aubert estaba de vuelta en Francia.
“Bendito sea Dios, mi querido hijo, que ya descansan después de un largo viaje. Estamos tranquilos ahora, por lo que no me pesa ese viaje, por penoso y costoso que haya podido ser. Sólo faltaba eso para quedar en paz”.
A su llegada a la comunidad de Osier, querían que fuera el maestro de novicios suplente, a lo que se rehusó, pero le dio la oportunidad de estar con los cuatro novicios que había enviado de Irlanda.
“Has hecho muy bien en actuar como lo hiciste al llegar a l’Osier. No podías quedar como maestro de novicios en una casa en la que cada quien tiene su lugar. Sin embargo, podrás confesar a los novicios ingleses, mientras aprenden suficiente francés para aprovechar la dirección del maestro de novicios”.
Tres días después, Eugenio aun trataba de terminar la carta, en medio de sus muchas responsabilidades.
“No hay forma de terminar la carta, aunque me despido para que no estés preocupado por un retraso prolongado. Te abrazo de todo corazón y saludo a los cuatro irlandeses, recomendándoles aprovechar bien el resto de su noviciado. Adiós”.
Carta al P. Casimir Aubert, Marzo 21, 1844, EO III núm. 6
Tres de los cuatro irlandeses se convirtieron en excelentes Misioneros Oblatos: uno en Ceylán, uno en Canadá y uno en la futura provincia Angloirlandesa. El carisma recibido por Eugenio de Mazenod se estaba enraizando y extendiendo.
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LA FALTA DE CONFIANZA EN LA GRACIA DE JESUCRISTO, DE QUIEN HAN SIDO INSTRUMENTOS POR TANTOS AÑOS
El Padre Magnan había sido enviado a participar en una misión y esperaba que se le uniera el Padre Courtès, quien tenía más experiencia, pero cuando este último cayó enfermo y no pudo hacerlo, el joven Oblato entró en pánico.
“Mi querido P. Magnan, es verdaderamente singular el temor que se apoderó de todos ustedes; ese temor del qué se dirá, el grito de desamparo ante el pueblo de Brignoles que paralizó a todos, y todo porque les hizo falta el P. Courtès. Si no me hubiera preocupado algo más, me habría reído de ello”.
Eugenio enfatiza que son enviados como instrumentos a través de los cuales actuará el Salvador y que Jesús nunca ha abandonado a su misioneros.
“Al ser enviados en nombre del Señor, dejen de una vez todas esas consideraciones humanas, efecto de un mal disimulado orgullo y falta de confianza en la gracia de Jesucristo, de quien han sido instrumentos por tantos años. Merecerían que esa gracia fuera retirada de su ministerio, y entonces podrían temer el juicio de los hombres, pero mientras esté con ustedes, han de convertir a las almas con sermones sencillos, poco rebuscados e inspirados solamente por el espíritu de Dios, que no utiliza el elegante lenguaje de los retóricos…
Por supuesto, el P. Vincens será el superior de la misión y recomiendo a todos recobrar la dignidad de su gran ministerio; no han sido enviados a Brignoles para lograr aplausos, sino para convertir las almas por virtud de la gracia de Jesucristo que nunca ha faltado, a menos que cuenten más con su esfuerzo que con su poder…”
Eugenio le recuerda que
“A través de su ministerio, la Palabra de Dios obra milagros de conversión desde hace muchos años”.
Carta al Padre Jean Magnan, Marzo 8, 1844, EO X núm. 836
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