DEJA QUE TU LUZ BRILLE Y DÉ LUZ A UNA IGLESIA Y EN UN MUNDO HERIDO

La experiencia de vida de Eugenio le llevó a entrar en contacto directo con las heridas de la Iglesia ocasionadas por Revolución Francesa, y con el vacío que dejó la destrucción de las antiguas órdenes religiosas.

En el exilio en Venecia, pasó varios años con Bartolo Zinelli, que añoraba el restablecimiento de los Jesuitas. De vuelta a Aix siendo un sacerdote joven, en 1812, vivó con el Hermano Maur, cuyo monasterio Trapista había sido destruido y los monjes se habían dispersados. En 1815 la compra del antiguo convento Carmelita en Aix fue posible porque las hermanas habían sido perseguidas y su convento, profanado. Con cada desaparición, disminuyó la gente que constituía la Iglesia. El ejemplo e ideales concretos ofrecidos por cada orden religiosa a la Iglesia y al mundo no existirían más – ni los trabajos humanitarios por los que se les conocía. Así Eugenio siente que su pequeño grupo estaba llamado a llenar aquel vacío en Provenza.

No puedo expresaros cuanto desearía que nuestra pequeña comunidad reproduzca a los ojos de la Iglesia el fervor de las Ordenes religiosas regulares que han proyectado tan gran brillo de virtud en los primeros tiempos de su establecimiento.
Me parece, que aunque en pequeño número,
podríamos hacer todavía mucho más bien,
consolar a la Iglesia por tantas llagas que la devoran por todos lados,
santificarnos del modo más consolador y más feliz.

Carta a Henri Tempier, el 12 de agosto 1817, E.O. VI n. 20

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