En medio de su servicio a las víctimas del cólera, Eugenio comparte en su diario un momento de sufrimiento personal.
La terrible enfermedad sigue haciendo grandes estragos. Acabo de visitar a Delfín [ex camarero de Mons. Fortunato]. Este antiguo buen y fiel empleado pasó parte de la mañana conmigo ayer, y le llevé sin dificultad a decidir poner en orden su conciencia; sólo esperaba que le llamara para confesarse. Lleno de fuerza y salud, cayó contagiado del cólera esta mañana y para la tarde le encontré en un estado tan lamentable, que dudo pase la noche. El P. Tempier le prodiga sus cuidados caritativamente. Él es a quien más amaba, después de mi familia y de quienes Dios me ha dado en la congregación. Mi alma está desgarrada, tanto por la pérdida de un hombre tan bueno, como por los seis hijos que deja, y por su infortunada mujer que está esperando el séptimo.
Diario de Eugenio de Mazenod, Septiembre 1°, 1837, EO XVIII