Era evidente la protección de Dios a los ministros de la misericordia:
El clero cumple bien su deber; ninguno de nuestros sacerdotes ha tenido ningún síntoma hasta el momento. Espero que Dios los cuide, como en otras ocasiones.
Carta a Jean Baptiste Mille, Agosto 26, 1837, EO IX núm. 637
Mientras tanto, el Padre Courtès en Aix en Provence, temía la posibilidad de que la enfermedad llegara al lugar.
Ánimo, mi buen Courtès, no hay nada que nos tranquilice más que estar donde Dios nos coloca. Tú, yo y todos estamos seguros de hacer la voluntad del Maestro, a quien pertenece la eternidad, al igual que el tiempo.
No temamos nada; mi única preocupación, mejor dicho, mi mayor preocupación es estar lejos de ti. La seguridad que Dios me da te tranquilizará; los que me rodean la comparten.
Es necesario para conservar el ánimo, considerar que ningún sacerdote en Marsella ha sufrido el menor contagio, aunque por decirlo de algún modo, varios de ellos no respiran más que el aire de los afectados de cólera, día y noche.
Carta a Hippolyte Courtès, Septiembre 1°, 1837, EO IX núm. 640
Algo para animarnos al tener temor en situaciones que parecen no tener esperanza.