Como el cólera hace cada vez más estragos, pensé que la religión debía tomar la iniciativa en la ayuda que sería conveniente procurar a los pobres enfermos. Así pues, reuní en el obispado a los jefes de nuestras instituciones religiosas…
Decidieron establecer cinco hospitales en la ciudad, bajo el cuidado de religiosos y religiosas. Los intereses políticos del Alcalde fueron tocados, por lo que no permitió que la idea llegara a concretarse.
Aun así, los sacerdotes diocesanos y los Oblatos cuidaron de los enfermos noche y día.
No dejamos de reconocer la abnegación de los sacerdotes diocesanos esta tercera vez, al igual que las otras dos. Nuestros padres del Calvario son llamados continuamente para ir con los coléricos, prestando día y noche el ministerio de caridad como es su deber hacerlo, de corazón y con el mismo ánimo que ellos y sus socios de Aix mostraron en las plagas anteriores. Prescribimos oraciones públicas que terminarán con una procesión general de San Lázaro, con estación en la iglesia del Santo.
Diario de Eugenio de Mazenod, Agosto 30, 1837, EO XVIII