TODOS  DIRÁN  QUE  CAMBIÉ MI  LEALTAD  POR UNA SEDE

Eugenio seguía expresando su angustia debido a la situación en la que se encontraba. El rey estaba dispuesto a ofrecerle la reconciliación, pero el precio para reconocer si situación episcopal era muy alto: aceptar una diócesis.

Me inquieta y no deja descansar que en París hayan tenido la idea de proponerme para una sede. No puedo evitar el disgusto por entrar a una carrera a los cincuenta y cuatro años, con mis gustos y en mi posición actual frente al Gobierno y toda la Iglesia; está en riesgo mi conciencia,  felicidad y honor. Mi conciencia me exige imperiosamente rechazar con toda mi fuerza la carga: incluso cuando es indudable que a pesar de toda la buena voluntad del mundo, y si quiere, con el instinto de los deberes del episcopado y aunque hiciera milagros, no podría nunca tener resultados satisfactorios, esencialmente debido a la predisposición sembrada en todas partes contra mí…

No solo se habían esparcido muchos prejuicios en su contra de parte de las autoriades locales y de algunos en la Iglesia misma, sino que estaría en peligro de ser acusado de ambición personal, de sacrificar sus principios para lograr una promoción.

¿No ve usted también que mi honor estaría tan comprometido como mi felicidad en la nueva carrera a la que intentan llevarme? En primer lugar, todos dirán que cambié mi lealtad por una sede, siendo eso lo que quería, etc.
Hasta el Gobierno, creyéndome capaz de venderme por esa indignidad, exigiría complacencias que tanto mi conciencia como mi delicadeza se negarían a conceder; y entonces ¿qué ocurrirá? 

Carta a Henri Tempier, Agosto 25, 1835, EO VIII núm. 537

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