En el auge de la epidemia, Eugenio describe la situación en Marsella:
Nuestras ocupaciones, mi querido hijo, se multiplican cada vez más. Anoche fui a dormir a las 2 de la madrugada. Nos buscan a causa del recrudecimiento de la horrible enfermedad que asola a nuestra ciudad. Debimos prever con prontitud las necesidades más apremiantes en algunas parroquias, como la Mayor y San Lorenzo. El Calvario presta más servicios que una parroquia y se dirigen con gusto a los misioneros. Yo estoy al servicio de todos los barrios para administrar el Sacramento de la Confirmación a gran número de quienes habían descuidado recibirlo; regreso en este momento del hospital, y hay que atender 36 asuntos que fluyen de todas partes. Ahora mismo acaban de llamarme para visitar a una pobre mujer que no verá el nuevo día. Vuelvo a tomar la pluma para decir cuánto siento no poder cumplir tus deseos, que me hubiese dado tanto gusto satisfacer, pero comprendes que mi lugar está aquí y que debo dar ejemplo de una santa intrepidez.
Carta a Casimir Aubert, Marzo 10, 1835, EO VIII núm. 508
El lugar de Eugenio como cooperador del Salvador debía ser donde los más abandonados sufrían.