Eugenio nunca tomó decisiones importantes para la Congregación sin un proceso de consulta. Comparte con el padre Guibert, uno de sus consejeros más confiables, sobre la invitación para enviar Oblatos a Córcega.
Lamento, mi querido amigo, verme obligado a estar separado de quienes la Providencia me dio como consejeros en la administración de la familia.
No quisiera decidir nada sin oírlos a todos; me inclino a tomar decisiones a través de sus luces y buenos consejos, inspirados por el celo que tienen por la prosperidad de la familia y el bien de la Iglesia, en el ejercicio de su ministerio.
En este momento, más que nunca, me hubiese gustado comentar contigo antes de tomar esta decisión que tendrá las mayores consecuencias, pero que no puede retrasarse. Debo contestar enseguida, y aun así temo falte tiempo para que recibas la carta, no sobre un cambio, sino sobre un verdadero trastorno en nuestras casas.
No podré explicarme nunca en una carta.
¿Cómo repetir, lo que desde hace seis días es el objeto de mi conversación con el único asistente que tengo a la mano? Lo he pensado todo, rumiado todo; me he hecho todas las objeciones, he considerado todos los inconvenientes, concluyendo que hay que pasar por encima de y sacrificarlo todo, para no reprocharnos haber cerrado la puerta que la Providencia nos abre.
Carta a Hippolyte Guibert, Octubre 18, 1834, EO VIII núm. 493