A pesar de la alegría de la ceremonia de consagración episcopal, Eugenio nunca olvida que todo fue resultado de una actitud antirreligiosa y las acciones del gobierno francés.
Ahí tiene querido tío, los consuelos que Dios me concedió, junto con otros, para sin duda fortalecerme ante las tribulaciones que me tiene reservadas.
Eugenio no tenía duda de que estaba rumbo a chocar con las autoridades francesas, pero también sabía que la gracia de Dios era más poderosa.
Ni las desafío, ni las temo. Durante el retiro, el Señor me dio la gracia de tomar la más firme resolución de no querer más que su voluntad, tanto en la prosperidad como en las adversidades. Estoy convencido hasta el fondo del alma de la sublimidad del carácter y la grandeza que se me han conferido; he decidido, con la ayuda de la gracia, cumplir siempre con todos los deberes derivados de ella, para la gloria de Dios, el honor de la Iglesia, el servicio del prójimo y mi propia santificación. Con estas armas se tiene fuerza, sobre todo cuando se espera todo de Dios y nada de sí mismo, reconociendo más que nunca la propia nulidad e impotencia. Siga ayudándome con sus oraciones querido tío, y aunque las mías son muy débiles, se las debo por muchas razones.
Le abrazo con toda la ternura de un sobrino e hijo afectísimo.
+ C.J.Eugenio, obispo de Icosia
Al Obispo Fortuné de Mazenod, Obispo de Marsella, Octubre 14, 1832, EO XV núm. 168
“Con estas armas se tiene fuerza, sobre todo cuando se espera todo de Dios” sería la luz guía de los difíciles años de pesar personal que el Obispo Eugenio pronto encontraría.