Al momento de su consagración episcopal en Roma, Eugenio estaría unido a todos sus seres queridos que se encontraban en Francia de la manera más íntima, a través de la oración.
Así, abstrayendo a la muchedumbre ante mis ojos, mi alma, absorta en Dios, le verá a usted en Él, a mi querida hermana, a sus hijos, a mi venerable tío y a toda la familia, a mis hijos en Jesucristo y a mis amigos, dignos de ese nombre.
Si como espero, mi carta del día 4 llegó a tiempo, mañana por la mañana estaremos todos unidos en Jesucristo, pues estarán unidos al Sacrificio durante el cual seré consagrado, por la comunión y por las misas que se digan por mí. Así es como puedo consolarme de estar lejos de todo lo que amo…
Le pido de rodillas su bendición maternal y le abrazo con todo el cariño que siento por usted. Abrazo también a Eugenia y a sus hijos
Carta a su madre, Octubre 13, 1832, EO XV núm. 167
Al ver la fuerte relación entre Eugenio y su madre, podemos comprender el origen de su fuerte vínculo con María Inmaculada, su madre celestial, con quien compartió a “mis hijos en Jesucristo,” su familia Oblata.