Horas antes de su consagración episcopal en Roma, Eugenio sintió la ausencia de su madre y seres queridos.
Puede imaginarse, mi muy querida madre, lo que me pesa estar lejos de usted en esta ocasión tan importante de mi vida, en que me consolaría tanto recibir sus bendiciones y luego darle la primera y más abundante de las que podré dar en el orden al que seré elevado mañana.
Lo ofrece a Dios como un acto de oración, pidiendo las gracias que necesitará como obispo:
Es el mayor sacrificio que se me pudo imponer, y lo ofrezco al Señor en compensación por lo que me falta de virtudes para ser digno de la vocación a la que soy llamado por la misericordia de Dios.
Eugenio continúa en su espiritualidad característica, para recordarle que estarían unidos al mismo tiempo ante la presencia de Dios.
Roma, Octubre 13, 1832
Con todo, mi querida madre, sepa que aunque se encuentre muy lejos de mi, está siempre presente y que mañana en especial no habrá distancia para mi espíritu, que estará rodeado de todos quienes tienen derecho a mi afecto y se interesan por mí. Así, abstrayendo a la muchedumbre ante mis ojos, mi alma, absorta en Dios, le verá a usted en Él…
Carta a su madre, Octubre 13, 1832, EO XV núm. 167
Esto es lo que conocemos como “oraison” – el momento especial de oración en el que Eugenio y sus hijos misioneros y seres queridos se unían al mismo tiempo, sin importar la distancia geográfica. Aquí uno de los muchos ejemplos en los que escribió a los Oblatos en las distantes misiones en el extranjero:
Es el único medio que tengo para estar cerca de ellos. En presencia de Jesucristo ante el Santísimo Sacramento me parece verlos y tocarlos. Deben estar a menudo en su presencia, encontrándonos así en ese centro vivo que nos une.
Carta a Albert Lacombe, Marzo 6, 1857, EO II núm. 229