Eugenio concluye su retiro diciendo que todo lo que se encuentra escrito en la Regla, todo sobre lo que ha meditado, está ahí para “mantener el espíritu de nuestra vocación”. En otras palabras, todo lo que es nuestra Regla de Vida, su propósito, es mantener el enfoque en nuestro llamado bautismal a ser discípulos, a expresarlo en nuestra relación con Dios, entre nosotros y con nuestro interior, a la luz del Evangelio.
Todas estas cosas son preciosas. Son eminentemente aptas para mantenernos en el espíritu de nuestra vocación, para hacernos adquirir nuevas virtudes y más abundantes méritos; por eso la Regla insiste en que el misionero, sobre todo el que ha prestado servicios más brillantes a la Iglesia, el que ha procurado más gloria a Dios y salvado mayor número de almas en ejercicio de las santas misiones, se apresure gozoso al seno de nuestras comunidades para hacerse olvidar de los hombres y renovarse, con la práctica de la obediencia, de la humildad y de todas las virtudes ocultas, en el espíritu de su vocación y en el fervor de la perfección religiosa, sin descuidar sus otros deberes.
Luego, Eugenio cita directamente de la Regla acerca de la necesidad de la renovación personal, utilizando diferentes herramientas:
Cuando los misioneros no se encuentren en misión, volverán con júbilo a la santa soledad de su casa, para que puedan emplear su tiempo en renovar el espíritu de su vocación, meditando en la ley divina y en el estudio de las Sagradas Escrituras, de los padres de la Iglesia, la teología dogmática y moral y las demás áreas de la ciencia eclesiástica. Además, se esforzarán en preparar nuevo material para sus futuras misiones.”
… Viviendo de esta forma, uno está seguro de complacer a Dios, y entonces no habrá ningún obstáculo para acercarse al Salvador, para unirse a Él por el Sacramento de su amor, ofreciéndole diariamente el santo Sacrificio.”
Notas de Retiro, Octubre 1831, EO XV núm. 163